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“Se nota demasiado cuando un escritor trabaja su literatura con pretensiones cinematográficas”

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

agustin marangoniAgustín Marangoni es periodista, pero fundamentalmente es curioso. Y eso lo ha llevado a atravesar diversas posibilidades de la profesión: en gráfica, en radio, incluso en televisión. Periodista y, desde hace un tiempo, escritor. Aunque los periodistas escriben -dirá usted-, pero no es lo mismo escribir para opinar o informar, que escribir para… escribir. Hace unos años presentó Gutiérrez y hace unos días, Nadie escuchó el último secreto, segundo libro y una apuesta muy especial: microrrelatos. Textos cortos. Cortísimos. Que toman posesión del centro de la página, mayoritariamente blanca, para no soltar con la musicalidad que surge de esas líneas resumidas que, claro, son un todo. Periodista, escritor, pero también melómano y cinéfilo (ha colaborado con FANCINEMA, por decir algo), ahora se presta al juego del Cinéfilo/Musical de nuestro sitio.

Decíamos que era curioso. Y además de periodista en múltiples formatos, escritor, cinéfilo y melómano (y también conocedor de arte contemporáneo), alguna vez ha sumado su aporte musical ejecutando el saxofón. Por eso entonces es que llama la atención que no se haya acercado todavía al cine: “la verdad es que no tuve oportunidad -dice y agrega que-; el cine es una fuente enorme de ideas, más que la música incluso, en mi rutina de trabajo. No he tenido la oportunidad de escribir para cine, esa es la verdad. Tal vez algún día. Tendría que estudiar y conocer los dispositivos narrativos primero. Realmente me gustaría”.

-Cuando se te ocurre una idea para escribir, ¿en qué pensás primero? ¿En imágenes o en palabras?
En ideas. La semilla en mi caso es la idea. Ahí mismo aparecen las palabras. Y después la imagen, que tiene más que ver con el estilo, con la corrección y postproducción de un texto que con el origen de lo que voy a narrar. Tal vez para un trabajo poético es primero la imagen. En mi caso es la construcción idea-palabra.

-¿Te imaginás un texto tuyo llevado al cine? ¿Quién te gustaría que dirigiera la película? ¿Qué género sería?
Me imagino, claro. Aunque nunca escribí con ese fin. Se nota demasiado cuando un escritor trabaja su literatura con pretensiones cinematográficas, especialmente aquellos que escriben historias fáciles de filmar, a veces ponen esa condición por encima de la calidad de la historia. La literatura no tiene precio en su desarrollo escenográfico, se puede narrar una acción con infinitos elementos, a veces no poner nada para abaratar costos en una posible película, o poner sólo lo que puede tentar a un estudiante de cine para hacer un corto, está más cerca de mutilar la creatividad que de proponer una obra digna. Con respecto al director, podría ser Spike Jonze o Quentin Tarantino. Me gustaría una comedia dramática. Y argentino, me gustaría Adrián Caetano o Carlos Sorín.

-Si compraran los derechos para filmar un libro tuyo, ¿te gustaría escribir el guión o no te molesta que tu obra tome un nuevo rumbo a partir de lo que haga el guionista?
Me gustaría escribir el guión, sin duda. Pero si puedo asesorarme con entendidos en la materia lo haría. No soy celoso de mi obra. Reescribir puede ser una gran experiencia, siempre y cuando la reescritura me guste a mí también. Claro.

-¿Qué te parecen las películas biográficas basadas en escritores? ¿Cuál destacarías?
Me gustan. Hay muchas muy buenas. Capote (2005), Las horas (2002) y Sade (2000) se me ocurren ahora. Las he disfrutado y funcionan independientemente a la obra de estos escritores, lo cual está muy bien. Sobre películas de escritores en general se me hace que hay una superpoblación. Hacer cine sobre gente que escribe muchas veces me suena al guionista hablando de sí mismo porque es lo único que hace en todo el día y su caudal de ideas ya no va más allá de esa rutina. A veces sale bien, por ejemplo con Ruby, la chica de mis sueños (2012), incluso con Her (2013), y su personaje escritor de cartas. Y muchas veces sale mal. Cansa la figura del escritor loco y bohemio y sufrido y ganador de mujeres y exitoso y pobre y reconocido y genio y olvidado todo al mismo tiempo. Se repite, es predecible.

-¿Sobre qué personaje te gustaría que se hiciera una película biográfica?
Sobre Borges. Hay madera de sobra para hacer cine ahí. Borges, si hubiese sido norteamericano, sería un género cinematográfico.

-Te propongo un reto: ¿podrías reducir una película que te guste a un mini-relato?
Es difícil. Hay que pensarlos bien. Van estos que salieron así nomás.

La saga completa de Rambo.

“Algunos disparos bien conectados y el soldado rebelde ya estaba luchando a favor del enemigo”.

E.T.

“El extraterrestre, de simpático nomás, volvió a su casa en bicicleta”.

Karate Kid

“El mundo entero esperaba la pelea del viejito”.

La charla atraviesa, como es habitual, el cine y la música, pero se suman la literatura, los escritores, las películas sobre escritores y las canciones escritas como si fueran grandes piezas literarias. Cuando se le pide a Marangoni que elija un compositor/escritor de toda la historia de la música no duda y dice: “con esas dos condiciones señalo a Leo Masliah. Gran compositor. Gran escritor”.

-Sigamos con el reto: ¿qué canción que te guste podrías expresar en un mini-relato?
Las que cuentan historias ya tienen una estructura narrativa condensada. Ahí se puede trabajar. Por ejemplo, Los redondos con Tarea fina.

“Nadie se animó a inaugurarla. La fábrica de amor quedó cerrada y vacía”.

-¿Hay algún compositor que aplique el concepto del mini-relato en sus canciones?
Muchísimos. Adrián Dárgelos es uno, es genial. Y Atahualpa Yupanqui. Sus poesías son relatos, historias bellísimas y perfectamente escritas que pueden interpretarse como microrrelatos.

-Hace muchos años era más habitual escuchar canciones que contaran una historia, como Pedro Navaja -por poner un ejemplo-. ¿Recordás alguna que te guste?
Hay muchísimas. Son una categoría si se quiere. Hurricane, de Bob Dylan, es una canción dedicada al boxeador Rubin Carter, acusado de triple homicidio. El maestro Rubén Blades tiene obras impecables como la que vos nombrás. También León Gieco con el clásico Cachito, campeón de corrientes. Es extenso responder esta pregunta. Se pueden hacer miles de rankings. Pedro Navaja estaría en el top tres. Eso sin duda.

-En algunos de los mini-relatos que presentás en Nadie escuchó el último secreto, ¿te apareció alguna canción para acompañar la historia?
No. Este libro surgió después de mucha reflexión en silencio mirando palabras en la pantalla de la computadora.

-¿Cuando escribís, lo hacés en silencio o no te molesta algo de música? En caso de que escuches algo, ¿qué música acompaña esos momentos de creación?
Antes escribía con música, de todo y en random. Ahora no. Sólo si tengo que escribir la crítica de un álbum hago sonar las canciones de fondo. Pero si aparece algo de música -alguna tarde puede suceder- en este momento específico de mi vida suenan guitarras clásicas, folclore instrumental, por ejemplo Abel Fleury, o algún piano solo, por ejemplo Stefano Bollani. Necesito música suave. Y nada con letra porque me distraigo.

-Se dieron casos de escritores colaborando en composiciones musicales (por ejemplo, Félix Luna en Alfonsina y el mar). ¿Alguna de esas canciones te impactó?
Justo esa canción es muy bonita. Pero, la verdad, no me detengo a analizar si el autor es un escritor que exploró otros géneros. Hay excelentes letras que funcionan en el terreno de la literatura. Y hay muy malas experiencias de llevar a un compositor hacia los libros. El mismísimo Luis Alberto Spinetta es un caso. Su libro Guitarra negra es poca cosa. Y muchas de sus letras para canciones son brillantes.

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