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Recapitulaciones de Hannibal: Digestivo y The Great Red Dragon

Por Cristian Ariel Mangini

(@Masterzio84)

the_great_red_dragonHannibal ofreció en sus dos últimos episodios un nivel que nos hace pensar lo decepcionante que resulta saber que todo parece indicar que no habrá cuarta temporada. Esta especie de cierre y nuevo comienzo dentro de la tercera temporada, que también clausura de alguna forma el juego de gato y ratón entre Will y Hannibal para dar lugar a los hechos que ocurren en el libro El dragón rojo, le dan a la serie un tono de frescura que se había perdido entre el barroquismo y la introspección de los primeros episodios de la temporada. Digestivo se encarga de dar una nota melancólica que retoma y libera los conflictos del vínculo entre Will y Hannibal, al mismo tiempo que define el destino de Jack, Chiyo y Alana. Por otro lado, The Great Red Dragon abre un nuevo arco narrativo con una dinámica distinta que en algunos aspectos retoma elementos de la primera temporada.

Pero vamos a Digestivo y cómo se resolvió finalmente lo ocurrido al final de Dolce, con un enfrentamiento que llevó a un final inesperado, siendo apresados tanto Hannibal como Will y conducidos a la Granja Muskrat. Sabemos por los episodios anteriores que Mason planeaba comerse a Hannibal como un cerdo, torturándolo de la forma más sádica posible, pero desconocíamos que el pobre Will, luego de haber recibido un disparo y que le intentaran abrir la cabeza, tendría que además soportar que amenacen con arrancar su rostro para que sea trasplantado a Mason. Por otro lado, Alana y Margot (que nunca sabremos cómo han llegado a un vínculo tan estrecho como el que demuestran en Dolce) se enfrentan a conocer lo que Mason hizo con el embrión de Margot, que creíamos desechado. El sadismo del personaje de Verger, que lo trasplantó a una cerda (e incluso el detalle de humor negro de poner a la cerda en una cuna con juguetes) y sólo deseaba ver como moría el que iba a ser un heredero de la fortuna de la familia Verger, hace que perdamos lo poco de empatía que podíamos tener por este personaje tras lo que le hizo Hannibal en la segunda temporada.

Pero no parece que haya sido el día de Mason: nada sale como piensa, y el extraño y retorcido Cordell es liquidado por Hannibal en el proceso. Lo interesante de cómo ocurre esto es la forma en que el balance de fuerzas e intereses termina dándose: Alana, que había jurado vengarse de Hannibal, termina liberándolo manchando sus manos; Margot finalmente enfrenta a su hermano y Hannibal termina rescatando a Will para mantener su promesa a Alana. Por otro lado, visualmente este episodio dirigido por Adam Kane es uno de los más exquisitos de la temporada, llevando una fotografía sublime que utiliza rojos en la Muskrat Farm para ilustrar el clima sórdido de las secuencias del flagelo tanto a Hannibal como Will, o el elegante uso de la iluminación directa en el rostro de Hannibal tras depositar a Will en su antiguo hogar y entender, tras uno de los diálogos más intensos de la serie, que el vínculo está definitivamente roto.  Es de destacar el trabajo de Mikkelsen, que con sus pausas y silencios trabaja a un personaje quebrado que, sin embargo, no parece perder en ningún momento la seguridad de sus acciones, incluso en el momento que se entrega a Jack. Notable “pseudo” final de temporada que, por qué no, también cierra muchos de los vértices de la historia entre Will y Hannibal que venían gestándose desde la primera temporada.

The Great Red Dragon, el capítulo que abre una “nueva” temporada dentro de la tercera, es un cambio brusco que retoma muchos de los elementos de la primera temporada, abandonando el barroquismo en la puesta en escena o la introspección que venían teniendo los episodios anteriores. Este cambio es fresco y saludable, retomando la historia tres años después, con el Dr. Hannibal Lecter preso con un dudoso diagnóstico psiquiátrico para el cual colaboraron Alana y Chilton, evitándole la condena de muerte. Will es ahora un padre de familia que intenta olvidar sus años como detective utilizando su capacidad de empatía para atrapar criminales, volcándose a su familia y aislándose de todo lo que sucedió en su vida previamente, salvo porque nuevamente está rodeado de perros. Sin embargo, los asesinatos perpetuados por un asesino denominado como “El hada de los dientes” llevarán a que Jack tome la decisión de solicitar su ayuda en el caso. La resistencia de Will para utilizar su don en la escalofriante escena del crimen conduce a una violenta secuencia que, en primera instancia, recuerda al clima opresivo del cine de terror de fantasmas (en particular por la iluminación y los planos), para luego entrar en el terreno más familiar de la serie, cuando vemos a Will reproducir el asesinato.

El trabajo de dirección del talentoso Neil Marshall (que tiene en su haber a la interesante El descenso y varios episodios memorables de Game of thrones) retoma los clichés televisivos de la primera temporada en las oficinas del FBI –y bienvenido sea el humorístico dúo de Brian (Aaron Abrams) y Jimmy (Scott Thompson)- pero también es consciente, tanto desde el guión como desde la puesta en escena, de lo ocurrido a lo largo de la tercera temporada: el momento en que Will se arroja en la cama recordando las fotos de la familia asesinada o cuando el Francis Dolarhyde de Richard Armitage proyecta la imagen del celuloide a través de su cuerpo, son riesgos visuales más propios de esta temporada que de las anteriores. A propósito de Armitage, Marshall explota su cuerpo llevando a exaltar el físico como un elemento determinante para comprender al personaje que es El Dragón Rojo y “El hada de los dientes” (pero claro, odia que le digan así), llevando a una interpretación que utiliza movimientos forzados y bruscos para que entendamos el conflicto interior del personaje. Las dudas de Will respecto a su don son lo que lo llevan a solicitar nuevamente la ayuda de Hannibal, quien parece abstraído en el palacio de su memoria.

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