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Funcinema

Naik – energía, arrastre y succión


Buena


Carrera desenfrenada

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

naikYa el punto de partida de Naik – energía, arrastre y succión es bastante particular, puede generar reservas por parte del espectador, siendo por parte de la autora María Ibarra y de Juan Arena -a cargo de la adaptación y la dirección, quien también forma parte del elenco- todo un acto de arrojo, de zambullirse a la pileta, sin fijarse demasiado si hay agua. Es que la obra nos sitúa en un futuro indefinible, en el que los parques contienen una energía magnética y los paseadores entrenan consumiéndola de sus aspirantes, que son hombres-perros. Naik es una de esas criaturas, alguien que busca su lugar en ese mundo y que va a recorrer un camino para encontrar su identidad, que también tendrá bastante de desencuentro consigo mismo.

En el propio nombre del protagonista –una pequeña variación de la marca deportiva Nike- se intuyen claramente las intenciones de Naik – energía, arrastre y succión: hacer una crítica despiadada sobre la sociedad de consumo y cómo sus valores se trasladan a los cuerpos –y la sexualidad- de las personas. Pero hay un gesto en la obra, una vuelta de tuerca bastante inteligente –y a la vez riesgosa por lo chocante que puede ser en diversos tramos-, que consiste en utilizar el lenguaje mercantil (en todas sus formas) para exponer su superficialidad, su cosificación, su instauración de divisiones y desigualdades. No se señala lo banal desde una distancia irónica o satírica: se lo abraza desde toda la construcción narrativa, con diálogos y situaciones donde se naturaliza lo que desde otras perspectivas se señalaría como absurdo o terrible, y desde una puesta en escena barroca, que coquetea incluso con lo anárquico, y donde los recursos audiovisuales, siempre maleables, están permanentemente en función de interpelar a un espectador todo el tiempo obligado a preguntarse qué está viendo pasivamente o incluso avalando desde la carcajada.

Y es que el relato efectivamente ofrece una estructura de energía, arrastre y succión, uniendo de manera inesperada a los personajes y al público asistente. Comienza a mil por hora, a puro diálogo ácido y hasta hiriente. Luego va arrastrando al cuerpo del protagonista, sometido a los designios de los demás. Y, finalmente, cuando Naik busca su autonomía, su propio destino, es cuando termina de succionarlo. Ese último segmento es el más problemático, no sólo porque la sexualidad y la banalización de lo corporal terminan asociándose a lo incestuoso –con una escena final verdaderamente incómoda-, sino también porque no termina de salir de una provocación superficial, bastante extrema por cierto, pero que no deja de ser un mero exabrupto. El espectador, frente a esa corporalidad sacudida, zarandeada, objetualizada, terminará sintiéndose también un poco sacudido, zarandeado, casi como un objeto al cual el dispositivo usa para sus propios medios.

Naik – energía, arrastre y succión no termina de llevar su apuesta a un cierre redondo no porque le falte atrevimiento, sino porque le sobra, porque se confunde y piensa que la pausa es algo parecido al conservadurismo. Entonces, en vez de detenerse en la línea de llegada, se pasa de largo. Aún así, es una experiencia que no deja indiferente, y eso no es poco.


De María Ibarra / Adaptación: Juan Arena Actúan (por orden de aparición): Juliana Miceli, Jorge Digilio, Cielo Salatino, Natasha Luna, Emiliano Barabino, Juan Arena, Berta Rodas Asistente de dirección: Florencia Romero. Coreógrafa: Melisa Zulberti. Música original: Mompox. Retroproyecciones: Anibal Kelvo. Vestuario: Polilla vestuario. Gráfica: Ana Carucci. Dirección: Juan Arena. Duración: 50 minutos Sala: NoAvestruz (Humboldt 1857; Ciudad de Buenos Aires) – Sábados a las 22:30

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