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Cuando el amor es para siempre

restless posterTítulo original: Restless
Origen: EE.UU.
Dirección: Gus Van Sant
Guión: Jason Lew
Intérpretes: Henry Hopper, Mia Wasikowska, Ryô Kase, Schuyler Fisk, Lusia Strus, Jane Adams, Paul Parson, Thomas Lauderdale, Christopher D. Harder, Morgan Lee, Kenneth L. Peterson
Fotografía: Harris Savides
Montaje: Elliot Graham
Música: Danny Elfman
Duración: 91 minutos
Año: 2011
Compañía editora: Blushine


6 puntos


La muerte les sienta bien

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

restless unoYa es evidente a esta altura que uno de los temas que más le interesan a Gus Van Sant es la muerte. O más bien, el camino hacia ella, ese pasaje donde la vida se va consumiendo, donde los cuerpos empiezan a estar rodeados por un aura un tanto trágica, incluso mórbida, alcanzando paradójicamente una vitalidad inusual. Un camino que es recorrido siempre por jóvenes, como si el director estuviera siempre preguntándose por qué en muchas ocasiones este mundo -o esta sociedad- expulsa a la misma juventud a la que debería cobijar. La “Trilogía de la Muerte” conformada por Gerry, Elefante y Los últimos días, que en los dos últimos casos se basan vagamente en hechos reales, son testimonios de esta exploración. Cuando el amor es para siempre, título facilista para la Argentina que elude la complejidad del original –Restless, que podría traducirse como “inquietos” o “turbulentos”- pertenece a esta misma vertiente, la más sincera y potente del cineasta, mucho más interesante que la del alegato socio-político (donde aparecen films como Todo por un sueño, Milk o Tierra prometida) o la más amigable con la narrativa hollywoodense (que abarca a cintas como En busca del destino y Buscando a Forrester).

Esta cinta del 2011 tiene uno de esos argumentos que invitan a presumir lo peor: un joven (Henry Hopper) que tiene frecuentes conversaciones con el fantasma de un piloto kamikaze japonés de la Segunda Guerra Mundial y que tiene como pasatiempo asistir a funerales, conoce en uno de ellos a una joven con una enfermedad terminal (Mia Wasikowska), naciendo pronto un romance entre ellos. Esto, que en las manos de un realizador como el argentino Marcos Carnevale podría dar lugar a múltiples lecciones de vida y golpes bajos por doquier, es bajo la guía de Van Sant un relato que en su primera hora elude los excesos melodramáticos, sin tratar de bajar línea y concentrándose sabiamente en el amor que se va desarrollando entre los dos protagonistas. De hecho, Cuando el amor es para siempre consigue, a través del sobrio trabajo en la puesta en escena por parte de su director, mimetizarse con la pareja a la que sigue. Es, como ellos, tímida, introvertida, algo excéntrica, y va avanzando a la par del vínculo que retrata, tomando de a poco más atrevimiento, con avances y retrocesos, aunque su recorrido no cae en lo lacrimógeno o lo sobreactuado. De hecho, con sus actuaciones contenidas y su tono medio, suave incluso, es capaz de sostener un verosímil y lograr que el espectador suspenda su incredulidad, ignorando algunas inconsistencias en la trama.

El problema para Cuando el amor es para siempre surge en el último tercio, cuando tiene que empezar a aproximarse a lo inevitable, a la muerte que es imposible eludir. En vez de mantener el medio tono y continuar pensando cómo la muerte pasa a integrar la cotidianeidad de ciertas personas, aunque nunca puedan ignorarla por completo, elige inventarse conflictos innecesarios, que no aportan a la narración sino que la empantanan, y que en vez de conseguir una mayor identifican, terminan contribuyendo a una improductiva distancia. Ahí sí surgen algunas lecciones fáciles y bajadas de línea redundantes, aunque no deja de ser cierto que en los últimos minutos recupera buena parte de la dulce y hasta algo pegajosa melancolía de los primeros dos tercios.

Aún así, da la sensación de que Van Sant termina desperdiciando la oportunidad de realizar un proyecto realmente arriesgado en su concepción sobre cómo se asumen algunas tragedias y se cimentan determinados imaginarios románticos. De todos modos, Cuando el amor es para siempre puede verse como un film donde hay un director que piensa su obra, a las variables culturales de una generación y hasta la industria cinematográfica que integra. No es poco y no deja de ser muy provechoso, aunque se haya quedado a las puertas de lo que podría haber sido una gran película.

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