El otro Maradona

(@Masterzio84)

En el nombre del documental de Ezequiel Luka y Gabriel Amiel se encierra necesariamente la figura del otro, haciéndolo parte de un relato del que no es su protagonista, pero al cual otorga su vasta sombra. El otro Maradona no es un documental sobre Maradona, no en la línea del arsenal mítico que ya han desplegado numerosos documentalistas, pero también es sobre Maradona. La atención puesta en el guión, al que por momentos podemos percibir derivativo, de repente encuentra en la conclusión, en el lúcido plano final, la respuesta que se puede plantear a la pregunta ¿quién es el otro Maradona?

Y el otro es Goyo Carrizo, una figura que compartió la vida de Maradona cuando comenzaba a asomarse como ídolo futbolístico en Cebollitas pero que por distintos motivos no siguió sus pasos a pesar de ser, según quienes lo vieron jugar, tan hábil e incluso por momentos mejor que el 10. Pero lo que tentativamente podría hacer caer a los directores y guionistas en responder por qué Goyo no siguió los pasos de Maradona, termina convirtiéndose en un marco más completo a partir de rastrear su actividad actual como “caza talentos” de chicos que, por qué no, pueden ser futuras promesas, futuros messis o maradonas en esa despiadada trituradora de representantes y empresarios. Es en la visión de esta actividad que tenemos, en el astuto montaje paralelo del sonido, el relato de lo que sucedió con Goyo: mientras observamos a los chicos que prometen ser quizá promesas futbolísticas algún día en entrenamientos, el protagonista acusa una lesión y malas decisiones que finalmente atentaron contra su carrera, a pesar de tener condiciones. Es así que el diálogo entre lo que podría ser y lo que no fue cobra sentido en estas secuencias donde se entiende la inevitable melancolía que por momentos despide nuestro personaje. Es en estas decisiones donde asoma el talento de Luka y Amiel.

Pero la figura de Maradona no sólo se encuentra por oposición, sino que también aparece en las contradicciones del personaje, quien se debate entre superar una etapa de su vida y aceptar lo que es. A pesar de poner en riesgo el verosímil al centrar una gran parte del relato en Goyo, la narración gana en fluidez y emotividad al desnudar cómo las palabras se contradicen y dan una unidad más humana antes que sintética. Esto también es logrado porque a pesar de estar nucleado en una figura, el registro de la cámara nunca abandona la idea de que estamos ante un personaje donde el entorno de Villa Fiorito inevitablemente pesa y por ello los primeros planos son ocasionales, relegados para las confesiones más duras de la figura que se pretende como el “otro”.

Este sólido documental al que se le puede achacar la prolijidad en algún encuadre, es sin embargo un rico testimonio de nuestra cultura popular desde la sombra de un “ídolo”, permitiéndonos tener un retrato cercano y palpable del mundo del fútbol sin el refrito de leyenda que parece envolver a otras producciones televisivas y cinematográficas.

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