No estás en la home
Funcinema

Pantalla Pinamar 2014: las crónicas fantasma (III)

Por Daniel Cholakian

(@d_cholakian)

quebrachoEl lunes abrió la semana con una larga serie de conferencias de prensa.

Claudia Landsberger, directora de relaciones internacionales de Eye Film International de Holanda y ex vicepresidente de la European Film Promotion, habló sobre la actualidad del cine de su país. Su presentación, más allá de las generalidades comunes a la mayoría de los países del mundo -y especialmente los europeos- sobre los problemas de financiación especialmente para los proyectos independientes, destacó el límite que el idioma impone para la exportación de los films holandeses y la circulación del mismo en el resto de Europa. La pregunta más interesante la hizo el colega Matías Orta -quien había dado una pequeña lección a este fantasma sobre la histórica y conflictiva relación entre el cineasta Paul Verhoeven y el mundo del cine de Holanda, su país de origen- a propósito de cómo es vista en la actualidad la cinematografía del realizador de Delicias turcas, citando una de sus más rechazadas en origen. Landsberger reconoció que la relación con su obra fue muy compleja y que recién luego de un tiempo han podido ver sus películas con otra mirada menos conservadora, y que en la actualidad muchas de sus viejas películas demuestran ser profundamente modernas y que su filmografía es hoy revalorizada por muchos de quienes años atrás no habían reconocido el valor de sus más provocadoras obras.

La presentación de la representación de India, llevada a cabo por su embajador Amarenda Khatúa y la realizadora y actriz Bijaya Jena, abundó en información precisa sobre la enorme cinematografía del país asiático. El panorama del cine indio presenta una variedad que va más allá de Bollywood, que es como se conoce el cine característico de ese país. Este estilo se define por la el relato melodramático, romántico, ritmo vibrante y colores extremos más la presencia permanente de música y danzas populares, insertadas a lo largo del film de un modo arbitrario.

Son muy interesantes las cifras que reveló el embajador Khatúa. En India se producen 3000 películas anuales, la industria es autosuficiente y la concurrencia del público a las salas es masiva. Dado que en el país hay 26 idiomas oficiales y una gran cantidad de dialectos, se produce cine para satisfacer las demandas de los distintos grupos idiomáticos. De las 3000 películas, 2000 son productos industriales característicos, 800 son híbridos entre Bollywood y un cine más independiente y las 200 restantes están más allá de la industria hegemónica. Estas son las que tienen problemas de financiamiento y suelen producirse con apoyo de sectores del capitales de otros países. El cine indio se exporta porque es muy consumido por los nativos que viven en otros países. Son ocho los países extranjeros en los que viven más de un millón de indios. De este modo en Nueva York hay salas dedicadas a Bollywood, a películas habladas en tamil (una de las más populares lenguas) y salas dedicadas al cine indio alternativo. Esto genera un enorme mercado global para el cine, de unas dimensiones que ninguna cinematografía puede igualar.

En cuanto a las películas, que para eso también estamos en Pinamar, el lunes no fue un día para entusiasmarse.

Lo más interesante visto por estos lares ha sido Quebracho, la película argentina de 1974 realizada por Ricardo Wullicher que recorre 50 años de la historia de la explotación del árbol autóctono del norte de Santa Fe y sur del Chaco, a partir de la sobre explotación de los trabajadores y su resistencia, pero constituyendo también -y eso sorprende para su época- un discurso ecologista sobre la devastación producida en los territorios por los modos imperiales de explotación de los recursos naturales. Pero si algo tendrá que decir el fantasma sobre la impresión causada por la película, lo resumiría en un profundo sentido de domesticación. La potente defensa de la resistencia, la reivindicación de la violencia como recurso político legítimo, el franco discurso anticapitalista, que la presencia masiva del público entonces legitimaba como socialmente compartido, es hoy un discurso que parece bordear los extremos de la política. Hoy sería casi impensable que una película popular y masiva asumiera estas posiciones con tanta claridad. Evidentemente la dictadura militar y los 30 años de democracia vigilada han impactado de un modo intenso y los discursos socialmente legitimados en el presente están muy lejos de esas intensas narraciones políticas. Sería bueno revisar esas propuestas desde la perspectiva del Siglo XXI.

Una de las películas esperadas del ciclo presentado por el festival de Málaga fue Stockholm. Se trata de la historia de una noche y una mañana de una joven pareja. El la ve en una fiesta y le dice que está enamorado y que no la dejará hasta que ella lo ame. La sigue y la persigue por las calles en el regreso de la fiesta. La historia de las horas juntos será un juego del gato y el ratón, que más allá de algunos momentos que funcionan por el carisma de sus personajes, es arbitrario y absolutamente inverosímil. La película presenta serios problemas en su guion y el final es la conclusión perfecta de la labor de un guionista perdido, con personajes mal construidos y sin profundización alguna. La labor de Javier Pereira, premiado con los Goya por su actuación, sostienen esta pobre película que lejos está de las interesantes propuestas de Richard Linklater en las que seguro se inspiró el realizador Rodrigo Sorogoyen.

Misógina, homofóbica, racista y cargada de vano discurso de autoayuda es Marathon, la muy mala comedia presentada como parte del “pujante y creativo” cine holandés. En medio de una ciudad rica y bella, Rotterdam, cuatro amigos viven de un taller mecánico, aunque el negocio está en plena crisis financiera. Adeudan 40.000 euros y la única solución que encuentran es conseguir un sponsor y correr una marató para salvar el negocio. De cómo se les ocurre y en seis meses hombres adultos, con adicción al tabaco, al alcohol y los postres llegan a correr 42 kilómetros, es sólo algo que una comedia tonta y constantemente mal resuelta puede justificar. No dejó de sorprender al viejo fantasma cómo el público aplaudió fervorosamente el plano final, donde en un congelado que incluye a todos los protagonistas, el realizador establece en una suerte de clímax narrativo un ícono posmoderno del triunfo de la voluntad.

Esperemos que el martes nos depare sorpresas agradables.

Comentarios

comentarios

4 comments for “Pantalla Pinamar 2014: las crónicas fantasma (III)