Un romance de novela

(@mexfaliero)

Jane Austen, esa autora que no sólo ha logrado una obra importante y referenciada, sino que además ha sido motivo para que el cine saque a relucir una y otra vez sus historias con la seguridad de que las cosas saldrán más o menos bien, de acuerdo al talento del encargado de ponerla en escena. Austen es, además, un concepto: cierto tipo de historia romántica, de época, con personajes femeninos destacados y un tono entre noble y melancólico. Por eso que no extraña un lugar como el Austenland, un parque temático con los personajes de la escritora a donde va a parar la protagonista de esta Un romance de novela -editada aquí por Blushine-: una chica fanática de Austen y de Orgullo y prejuicio, que termina viajando a ese lugar con el fin de encontrar ese amor idílico que se le viene negando.

Debut de la directora Jerusha Hess (esposa de Jared Hess, realizador de Napoleon Dynamite y Nacho libre), la película está basada en la novela de Shannon Hale, quien además colabora en el guión. En ese viaje que emprende la protagonista Jane Hayes (Keri Russell) no sólo aparece una relectura en clave paródica del universo de la escritora, sino también una burla a los parques temáticos, a los fanáticos -de cualquier orden-, a la tilinguería de cierto tipo de turismo y un interesante cruce entre la ficción y la realidad: en el parque tenemos actores cumpliendo los roles que determinan los personajes de las novelas de Austen, por lo que sus comportamientos con o sin disfraz tienden a confundirse.

Un romance de novela transita sobre dos carriles: por un lado, el más fallido de la comedia, con chistes que se quedan a medio camino y una sátira que no siempre tiene la fuerza necesaria. En ese plan, Jennifer Coolidge cumple un poco insoportablemente su rol de comic relief torpe mientras que Jane Seymour está más ajustada como la encargada de llevar perversamente esa parodia hasta el final. Tal vez donde más acierte el film sea en su visión sobre el amor y el mundo edulcorado de las novelas románticas: la película termina diciendo que nada interesante puede salir de ese punto de vista estereotipado y que son las personas, sin los disfraces -que sean- y con honestidad, los que terminan haciendo las cosas posibles. En mostrar eso como un pasaje de la adolescencia a la más cercana madurez está el ligero acierto de esta comedia romántica menor pero atendible.

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