Título original: Idem
Origen: EE.UU.
Dirección: Robert Rodriguez
Guión: Kyle Ward
Intérpretes: Danny Trejo, Mel Gibson, Demian Bichir, Amber Heard, Michelle Rodriguez, Sofía Vergara, Charlie Sheen, Lady Gaga, Antonio Banderas, Walton Goggins
Fotografía: Robert Rodriguez
Montaje: Rebecca Rodriguez, Robert Rodriguez
Música: Robert Rodriguez, Carl Thiel
Duración: 107 minutos
Año: 2013
4 puntos
¿Para qué filma Robert Rodríguez?
Por Rodrigo Seijas
A Robert Rodríguez le está pasando algo parecido a lo que le pasó a Woody Allen durante unos cuantos años, cuando su costumbre de estrenar una película por año terminó afectando su creatividad, entregando films que poseían interés, una búsqueda fuerte y arriesgada, como Dulce y melancólico, pero también otros anodinos, como Melinda y Melinda, La maldición del escorpión de jade o Ladrones de medio pelo. La culpa no era sólo de Allen: habían también estrellas dispuestas a poner sus nombres en sus diversos proyectos (buscando un prestigio que ya no era tal), un sector de la crítica que lo defendió hasta en sus peores momentos y un público fiel incluso hasta la inmolación. Aún se sigue percibiendo algo de eso en el director, cuando observamos por ejemplo A Roma con amor, pero la aparición de un film vital, lleno de ideas, como Blue Jasmine, hace augurar una renovación en sus energías.
Rodríguez también empezó a entrar en esa dinámica del filmar por filmar, sin renovarse. Y lo puede hacer porque tiene un montón de actores que se ponen a su disposición (evidentemente es un tipo simpático y el hecho de que sepa trabajar tan rápido ayuda bastante), porque hay una parte de la crítica que lo sostiene pese a sus vaivenes y un público propio. Esta secuela, más las de La ciudad del pecado, la cuarta entrega de Miniespías, el desarrollo de una versión televisiva de Del crepúsculo al amanecer y la creación de un canal de televisión propio como es El Rey Network lo van acercando cada vez más al rol de productor, o de creador (más bien reciclador) de conceptos vendibles, y alejándolo del de director. Además, hay que ser buenos: el aporte que Rodríguez ha hecho al cine es ínfimo al lado del de Allen, un realizador que cuando falló no fue por la repetición de historias, sino por la pereza a la hora de explorarlas. Rodríguez, como lo prueba Machete kills, ni siquiera se está poniendo a pensar formas narrativas nuevas en su cine.
En esta continuación de las aventuras de Machete, la trama podría parecer lo de menos, aunque a medida que pasan los minutos la cosa se va enredando cada vez más, a la vez que estira en demasía el metraje. Machete kills es un film que da la impresión de ser de cartón corrugado, aunque a la vez insinúa una enorme ambición, contando muchas cosas a la vez, volviendo a hacer un alegato seudo político, donde aparecen Demián Bichir como un revolucionario psicópata, Mel Gibson como un millonario que encabeza una corporación armamentista que busca crear el caos en el mundo y Charlie Sheen (alias Carlos Estévez) como el presidente de los Estados Unidos, quien convierte a Machete en un mercenario de su país. Todo está amontonado sin demasiado orden y el asunto acaba siendo monótono y carente de interés.
Pero no son la politiquería adolescente ni la torpeza narrativa lo peor del film, sino el machismo y el sexismo que delatan sus imágenes y el tratamiento para sus personajes femeninos. Lo que empezó como una pose canchera y hasta inocente en el cine de Rodríguez, se ha convertido prácticamente en una postura ideológica. La única manera en que el director parece que puede filmar a las mujeres es resaltando sus tetas y culos, de forma totalmente objetual y a la vez puritana, porque a la hora del sexo recurre a truquitos baratos para no mostrarlo (hasta podríamos decir que censurándolo). Raro en un cineasta que previamente, como en La balada del pistolero, se tomaba su tiempo para los desnudos y el sexo, aunque fuera terriblemente grasa a la hora de mostrarlo. En Machete kills lo único que tenemos es la exhibición de los cuerpos al estilo Familia Sofovich.
Queda claro, tanto al principio como al final, que queda una tercera parte, que quizás no será la última. Es que claro, Rodríguez se debe a su público, aunque sea cada vez más reducido. Y se debe a Hollywood, del mismo modo que Machete acepta deberse a los Estados Unidos, sin conflictuarse demasiado. Por eso sigue brindando más de lo mismo, en piloto automático, desempeñándose como ejecutivo y alejándose de su papel de director. Ojalá que revierta esta tendencia, porque si no su carrera se va a ir al tacho.