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“Me gusta dirigir comedia, lamentablemente a veces lo ven como un género menor”

Por Rodrigo Seijas y Mex Faliero

(@fancinemamdq / @mexfaliero)

vinoVino para robar es, para varios integrantes del staff de este sitio, el mejor estreno nacional del año. Fundamentalmente porque funciona muy bien como la película de robos, con toques de comedia y romance, que quiere ser, pero además porque es un ejemplo de cine industrial con aires de masividad: no es habitual que una película de estas características hechas en el país tenga esa pericia técnica y formal, y que pueda citar y pensar el cine que la inspiran y la constituyen. Ariel Winograd, el director, terminó por redondear múltiples ideas que ya había esbozado con Cara de queso y Mi primera boda, y junto a un grupo de actores familiares dentro de su cine, se va definiendo como uno de los directores de comedia más interesantes del cine nacional.

En diálogo con FANCINEMA, Winograd se reconoce admirador de las comedias de Judd Apatow y dice que le encanta trabajar el género. Algo que, asegura, lamentablemente no se da muy seguido por estas tierras: “no muchos actores argentinos se animan, o a veces lo ven como un género menor. Para mí no lo es”. Además de Vino para robar, de su proceso de producción, del género y de los actores con los que trabaja, el director anticipa su próximo -y posible- proyecto, en sociedad con el humorista gráfico Liniers.

-No deja de ser llamativo cómo la película trabaja los espacios y paisajes mendocinos, incorporándolos a la trama. ¿Cómo fue el trabajo de búsqueda y elección de locaciones?
Principalmente lo que se hizo fue realizar un primer viaje a Mendoza, porque no conocía, y con el guión en la mano comencé a pensar cuáles podrían ser los mejores lugares. También había lugares que no estaban en el guión y que me parecía que visual y narrativamente podían sumar. Hubo un trabajo bastante arduo de seleccionar lo mejor, dejando afuera algunas cosas, pero siempre desde el lugar de la trama y la narrativa, sin que quede tan turístico. Por ejemplo, la casa del papá del personaje de Valeria Bertucelli apareció dos días antes de que empiece la película, porque teníamos una casa que nos gustaba mucho y de pronto se nos cayó, y no podíamos creerlo porque nos hacía acordar a la locación de Mi primera boda, ya que el parque también había sido hecho por Carlos Thays. Otro ejemplo es el aeropuerto, que inventamos en el Espacio Cultural Julio Le Parc, porque filmar en el aeropuerto era muy difícil y costoso, además de que no era visualmente lindo, y la prioridad era que las locaciones tuvieran cierta belleza. La casa de Basile era de estilo colonial y la incorporamos al film porque tenía un estilo muy Ojos bien cerrados. En cuanto a los ductos de aire, recrearlos iba a ser muy costoso, y terminaron usándose los de una bodega. Se realizó un trabajo muy fuerte con Juan Cavia y Walter Cornás, los dos directores de arte de la película, de pensar lo mejor desde lo visual para cada locación, manteniendo la paleta de los colores de la bandera de Francia, un poco jugando con el tema del vino.

-¿En qué medida y de qué forma aportaron Bertucelli, Hendler, Piroyanski, Leyrado y el resto de los actores a la configuración de sus respectivos personajes?
El trabajo con cada uno fue muy, muy diferente. Bertucelli leyó el guión y sacó muy rápido cómo tenía que ser el personaje: una estafadora que se mandaba de forma muy segura, pero que de pronto improvisaba. Con el personaje de Daniel sí hubo un trabajo de construcción, que nació del hecho de que él se pusiera un traje y sintiera que podía encarnarlo. Con Martín fue más rápido en cierto punto, porque estaba más marcado en el guión que ese personaje era un nerd que tenía que salir por primera vez a la cancha, por lo que jugamos a cómo él, ese personaje, interpretaba desde su punto de vista a un alemán, al que actuaba medio mal. Con Juan Leyrado nos pasó algo muy lindo, que son esas cosas que tiene el cine: no nos conocíamos pero le había pasado mis películas y el guión, y le habían gustado, y lo único que habíamos pensado era que estaría bueno pelarlo para su papel, buscando a un malo medio de cómic, tipo Lex Luthor. Y cuando nos sentamos y le iba a decir eso, él me dijo “¿qué pasa si me pelo?”. La construcción de los personajes se basó mucho en el trabajo de vestuario: con Valeria también vimos muchas referencias con la vestuarista Mónica Toschi, observando fotos y videos de Natalie Wood o de Audrey Hepburn. Pero ya sabíamos desde antes que todos los personajes tenían que tener un juego medio clásico en cuanto a la construcción.

-¿Qué películas de robos fueron fundamentales durante la gestación de Vino para robar?
Varias, pero la más fuerte es Un diamante al rojo vivo, con Robert Redford. Después Sneakers, también con Redford; El gran salto; Intriga internacional; Heist; Cuenta final; las dos versiones de El caso Thomas Crown; Misión: Imposible; Brigada A también, aunque no sea una película sino una serie.

-La película funciona como un relojito en cuanto al ritmo. ¿Eran conscientes que el timing resultaba fundamental a la hora de recrear el cine de robos maestros? ¿El proceso de montaje fue muy arduo?
Bueno, antes que nada, gracias por lo de cómo funciona. El proceso de montaje fue arduo pero rápido. Estábamos muy conscientes a la hora de rodar de que había que filmar muchos planos para que se pudiera generar ese ritmo. Fue algo medio salvaje: filmamos muchos planos desde diferentes puntos de vista porque sabíamos que esta película en particular requería de muchas puestas de cámara con concentración, no cortando porque sí. Pero recuerdo que el montajista y productor Ricardo Freixá y la productora Nathalie Cabiron, cuando vieron el material y su armado, destacaron que hubo opciones para montar, y eso siempre es bueno para manejar el timing.

winograd-Uno ve que en tus películas se van repitiendo Hendler, Piroyanski, Sabbagh, Said y que eso va generando como un vínculo muy especial para la comedia. ¿Qué te aporta el hecho de trabajar con la misma gente?
Me aporta por un lado felicidad y por el otro tranquilidad, por saber que me voy a entender rápido con el otro. El entendimiento con los otros actores llega a un nivel de gran conocimiento, donde yo sé qué me pueden dar y qué les puedo pedir. Es como trabajar con amigos.

-En esa repetición de actores uno ve cierta conexión con la denominada Nueva Comedia Americana. ¿Vos lo ves así? ¿Te gustan las películas de Apatow, Sandler, Rogen, Segel, Ferrell, Rudd, etcétera?
Bueno, Apatow es uno de mis directores favoritos, Adam Sandler es un actorazo, todos los que nombraron son capos. Siento que a ellos les gusta hacer comedia y a mí me gusta dirigir comedia, y es algo a lo que, lamentablemente, no muchos actores argentinos se animan, o a veces lo ven como un género menor. Para mí no lo es, y siento que los actores con los que trabajo gustan también de esas películas en diferente medida. Por ejemplo, con Piroyanski compartimos ese fanatismo. A Hendler no le gustan tanto, pero tiene muy claro cómo hacer ese tipo de humor.

-Habitualmente a la comedia moderna le cuesta construir personajes femeninos fuertes y usualmente sucumben ante una mirada machista. ¿Cómo manejás este asunto, le prestás atención o te manejás de una forma más intuitiva?
Bueno, trabajo con Natalie Cabiron, que es mi mujer y productora. Siempre ese ojo femenino está presente. La escucho mucho, le presto atención, porque pienso que es un toque importante. Además, trabajamos siempre con Emmanuel Miño, el maquillador, que nos gusta mucho cómo maquilla y peina a las mujeres, y a quién le encanta que las mujeres se vean siempre muy lindas. Entonces es una sumatoria, que va no sólo desde cuidarla desde el vestuario y el maquillaje, sino también desde la concepción de esa mirada, que no sea machista, tratándonos de parar desde el punto de vista de cada uno de los personajes.

-Con Mi primera boda y Vino para robar -sobre todo- se observa ese gusto por recrear géneros y subgéneros tradicionales. En caso que ya estés trabajando en algo: ¿se viene alguna exploración similar en un próximo proyecto? ¿Por dónde pensás que podés ir?
Es difícil pensar en este momento para dónde uno puede ir porque está todo muy latente con este film, pero sí estamos con un proyecto de una película que se llama Olga y Martín, sobre los personajes de Liniers, con Donde viven los monstruos, de Spike Jonze, como referencia. Pero es una película muy grande, muy difícil de financiar y hay que pensarla bien. Me dan ganas de hacer una película infantil desde un lado adulto, pero jugando muy al estilo ET. Eso sería como un sueño.

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