Título original: Premium Rush
Origen: EE.UU.
Dirección: David Koepp
Guión: David Koepp y John Kamps
Intérpretes: Joseph Gordon-Levitt, Dania Ramirez, Sean Kennedy, Kym Perfetto, Anthony Chisholm, Aasif Mandvi, Michael Shannon, Jamie Chung, Christopher Place
Fotografía: Mitchell Amundsen
Montaje: Derek Ambrosi, Jill Savitt
Música: David Sardy
Duración: 91 minutos
Año: 2012
Compañía editoria: Blushine
7 puntos
Un homenaje a la velocidad
Por Mex Faliero
Wile E. Coyote, así se llamaba el coyote que perseguía al correcaminos en aquel gran dibujo animado creado por Chuck Jones. Y Wilee es el nombre del mensajero que recorre Nueva York en bicicleta en La entrega inmediata, dirigida por David Koepp y que Blushine ha editado en dvd. La cita no es gratuita y, de hecho, uno de los personajes le dice a Wilee, “jah, como el dibujito que seguía al correcaminos”. Si hubo un dibujo en la historia de la animación que le hizo un homenaje a la velocidad como sinónimo de diversión salvaje, fue aquel: cada capítulo era una carrera interminable en la que el humor surgía con cada golpe. La fisicidad del cartoon clásico se reinventó con el coyote y el correcaminos. Y en esta nueva incursión en la dirección del reconocido guionista, la intención sigue siendo la misma: apostar por el vértigo como espacio absoluto para deformar el sentido de la narración, ayudado además por las nuevas tecnologías que se fusionan adecuadamente con el relato: hay celulares y formas de contacto que aportan su virtualidad, que también es plasticidad y ligereza.
Joseph Gordon-Levitt es Wilee, aquel mensajero, tal vez el mejor en su tipo, que recorre Nueva York con varias reglas a las que sigue como un dogma: entre ellas está la de no tener frenos en su bicicleta, porque no quiere nada que lo limite, que le impida ser libre. Tampoco tener un trabajo detrás de un escritorio: él está conforme con ser quién es. Menudo personaje: sólo alguien con esa lógica perfecta puede funcionar y hacer que un relato como este no se desbalancee: Wilee desea correr. Allá vamos. Entonces el mensajero avanza, hasta que en el camino se le cruza un caso raro, un sobre que no debía terminar en sus manos y por el que un policía bastante chapucero está dispuesto a matar. Lo que sigue, pues, es la serie de corridas vertiginosas, filmadas con pulso notable por Koepp entre Wilee y todos los que se le cruzan. Hay que convenir que Wilee es más correcaminos que coyote, ya que es muy difícil de alcanzar.
La entrega inmediata es una película que apuesta a la velocidad como fundamento principal, a mantener el ritmo como en una carrera de largo aliento y en eso es muy coherente con su personaje principal. Además, en ese vértigo, lo que hace es deformar la narración, hacerla plastilina, incluso eludiendo cualquier tipo de lógica. La película va siempre adelante del que mira: uno no entiende muy bien qué es lo que está pasando, pero se mantiene alerta. Y si las persecuciones entre bicicletas y automóviles en una estupendamente aprovechada Nueva York diurna y feliz no eran suficiente, Koepp le suma la cuestión del tiempo: como aquellas películas de premisa temporal (ahora recuerdo una con Johnny Depp contada en tiempo real), aquí hay un reloj que pende sobre los personajes, una entrega que se debe hacer a determinado momento. Y La entrega inmediata da giros, vuelve atrás, retoma lo ya contado. Koepp no se prohíbe de nada, incluso por momentos cayendo en ciertos vicios del guionista-director: todo parece demasiado reescrito y poco espontáneo.
Pero la película es tan vertiginosa, tan briosa, que hace recordar a aquellas películas pisteras de la década de 1970. Y el vértigo está tan bien capturado, que incluso uno le perdona algunos deslices que involucran a un niño chino y que resulta una bajada de línea grosera e innecesaria dentro de una historia a la que le venía bien el disparate y la liviandad con la que venía siendo contada. Así y todo, La entrega inmediata es una de esas películas de la segunda línea de Hollywood, esas que cuentan con artesanos tras la cámaras, que entretienen y hacen pasar un momento muy ameno. Si hasta el habitualmente insoportable Michael Shannon está bien como ese policía caricaturesco que es otro más de los coyotes que persiguen al plástico correcaminos en bicicleta.