Por Daniel Cholakian
Hay dos marcas para contar con simpleza lo que representó la segunda jornada de la competencia nacional de cortos, en esta nueva edición del encuentro de UNCIPAR. La primera es que salvo alguna excepción, la concepción técnica de los trabajos presentados ha sido de un alto nivel, incluso en relación con el cine profesional. Esto nos permite pensar que en la actualidad hay una serie de recursos humanos y materiales, privados y públicos, destinados también a la producción de cortometrajes, que pueden obviamente encontrar mercados y abrir la puerta del desarrollo profesional a muchos realizadores y trabajadores dentro de la industria audiovisual.
La otra clave que se destaca en esta jornada, es cierta irregularidad en la calidad de los trabajos. Algunos muy logrados, inteligentes, arriesgados, mientras otros repiten en general el gran problema de los jóvenes realizadores: enamorarse de sus propias ideas, de una imagen, de una frase y no comprender la estructura en su conjunto, de la lógica narrativa, de la noción de ritmo, lo que en general redunda en piezas largas, sin progresión dramática, deslucidas y finalmente mal concluidas.
Brillante, desde cualquier punto de vista, es el sencillo Vine solo de Martín Boggiano. Animación de dibujos simples, a partir de una voz en off y una cuaderno de dibujo en borrador, el realizador muestra la historia de un joven que cuenta el mundo de a pares, mientras él está solo. Y es el amor sencillo, la torpeza y el humor lo que articula el cuento corto. Pero en apenas 6 minutos Boggiano, que hizo solo él mismo el cortometraje, cuenta la historia de un modo bello e inteligente. Un aspecto clave es el encuadre. Cuadro dentro del cuadro, el dibujo no ocupa toda la pantalla, sino dentro de un cuadro propio del story board, dentro de una hoja mayor, lo que inmediatamente remite a un dibujante “hablante” y a una conexión entre personajes irreales y un sostén real, pero también a un sistema de relatos, que es la historieta.
Tal vez algo previsible, por momentos casi demagógico -una de las cosas que más desagradan en muchos cortos son los epígrafes o las frases explicativas al final de los mismos-, La mirada perdida de Damián Dionisio, cuenta el momento de la apropiación de una niña por parapoliciales durante el año 1976, conteniendo la violencia potencial del relato y construyendo un final creativo y poético -mas no esperanzador- con la aplicación de una animación muy interesante de los personajes.
De poético puede calificarse el interesante y arriesgado corto Mort de Julieta Eskenazi, que se apropia del misticismo y la religiosidad de un modo intensamente visual. El trabajo de la imagen, el ritmo y los climas, clave para un relato de este tipo, están logrados y los sentidos son implicados de un modo agradable.
Y sin duda arriesgado es el muy interesante trabajo de Claudia Bertolino, Visión ciega. Montaje de material documental sobre la relación entre Eva Braun y Adolf Hitler, articulado con lo que es la enfermedad a la que refiere el título (no poder ver aun cuando no existen causas fisiológicas) y la voz en off con textos del diario de la amante del líder del nazismo, se constituye en una pieza atractiva por el sentido y la originalidad con la cual es contado, además de lo impactante de las imágenes de archivo rescatadas.
Luminaris de Juan Pablo Zaramella es una pequeña joyita de la animación, a las cuales ya nos tiene acostumbrado este realizador. No sólo aporta su talento en cuanto a la resolución gráfica y plástica del relato, sino y fundamentalmente, en los guiones bien trabajados, concretos, simples pero inteligentes. Luminaris remite a lo clásico en todos sus aspectos. La ciudad, el trabajo, la alienación y la huida que sólo permite el amor. Bello, el corto es de aquellos que pertenecen a un sistema de producción profesional al que difícilmente accedan otros realizadores.
Profesionales son, sin dudas, las actrices que animan el muy divertido Salón Royale de Sabrina Campos. Tres amigas que viajan en auto hacia una fiesta, donde una de ellas Ana (impecable Julieta Zylberberg) se encontrará con una ex pareja en la primera escena. La segunda, es el regreso de esa misma fiesta. La relación con los hombres, sus expectativas, sus dichos y sus deseos, son los ejes de esta película sencilla (tres amigas conversando en un auto) que demuestra que también basado “apenas” en diálogos inteligentes y rostros de actrices talentosas es posible hacer muy buen cine.
Finalmente, para dar cuenta de lo que ocurrió en esta jornada final de la competencia argentina, el inefable Tetsuo Lumiere, que construyó un personaje y un público que le es afín, presentó Toma mi mano. Una fábula irregular compuesta de gags para contar una rara historia de amor bizarro que no concluye ni siquiera con la muerte, la película fue muy festejada por los espectadores que han establecido con el director, sin dudas talentoso, una extraña complicidad.