Por Daniel Cholakian
Finalmente llegamos al lugar más conocido del BAFICI: la película independiente estadounidense con dos o tres actores jóvenes, algo de neurosis sexual, un viaje y diálogos que son entre improvisados e incoherentes. ¿Cuántas hemos visto de estas? A pesar de eso, uno insiste e insiste y cree. He comenzado a sospechar que la vocación de revisitar estas películas es para los asiduos al festival, una cuestión de fe. Pero diremos que, parafraseando a Charly García, la neurosis no sólo es neoyorquina.
Green de Sophie Takal, cuenta la historia de una pareja que vive en la gran manzana y consigue una casa en una zona despoblada, donde Sebastian podrá aplicar algunas prácticas de agricultura auto sustentable, para escribir un artículo, mientras Genny se dedicará solamente a aprovechar la tranquilidad del entorno y esperar que algo pueda ocurrirle. Pero allí aparece, inesperadamente, Robin, una joven lugareña que vive y no en esa casa a la que se mudaron, que trabaja en la ciudad y que habla, habla y habla, desde la más absoluta inocencia y libertad. De lo que habla la película es de la neurosis del habitante de Nueva York, pero sin la gracia, sin el humor, sin la inteligencia de Woody Allen (y sin Nueva York), como tampoco aprovecha lo bucólico como espacio para que lo que aparezca sea un conjunto de secretos demasiado guardados. Es una película pequeña, obvia y construida de un modo pobre. Como al descuido.
De neurosis urbanas también podría ser la árabe-libanesa Ok, enough, goodbye. Los realizadores enmarcan claramente el conflicto en Trípoli, segunda ciudad de Líbano y su principal puerto. Esta definición incluye a la ciudad como parte de la vida de este hombre ya adulto que repentinamente se ve abandonado por su madre, que lo deja a su propia suerte. Y deberá entonces ver cómo se construye a sí mismo, luego de años de abandono de toda vida social e incluso de cualquier elección en cuanto a relaciones personales. Y obviamente no es fácil hacerse hombre siéndolo. Así intentará asumir roles y a partir de ellos relacionarse con otros ocasionales para encontrar de algún modo su lugar en el mundo. La película tiene algún problema en su construcción algo episódica y en la falta de construcción de lo cotidiano del protagonista. Esto perjudica al planteo que aún no siendo original, tenía en el entramado correcto entre vida y ciudad una clave de organización interesante.
El fantasma presenció una escena: función que estaba a punto de empezar, una botella de agua indeseada y los botones que nunca faltan.
Pero es hora de ir a descansar. Será hasta mañana.