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Jack y Jill

Título original: Jack and Jill
Origen: EE.UU.
Director: Dennis Dugan
Guión: Steve Koren, Adam Sandler, Ben Zook
Reparto: Adam Sandler, Al Pacino, Katie Holmes, Elodie Tougne, Rohan Chand, Eugenio Derbez, David Spade, Nick Swardson, Tim Meadows, Allen Covert
Fotografía: Dean Cundey
Montaje: Tom Costain
Música: Rupert Gregson-Williams
Duración: 91 minutos
Año: 2011


4 puntos


Dos Sandler que no hacen uno

Por Mex Faliero

El recurso es más viejo que el cine: un mismo actor interpreta más de un personaje. Y es un recurso sobreexplotado en el campo de la comedia: en las últimas décadas hemos tenido (sufrido también) a Robin Williams con su Papá por siempre o a Eddie Murphy con El profesor chiflado o Norbit. En este caso Adam Sandler hace de Jack Sadelstein y de su hermana gemela Jill, en lo que imaginamos será una verdadera pesadilla para aquellos que no gustan del actor al tener que soportarlo en duplicado. El problema en definitiva no es este, sino que Jack y Jill resulta también una pesadilla sin control para quienes gustamos del personaje Sandler. Jack y Jill es seguramente una de las peores comedias que ha hecho (aunque nada superará a Click) y especialmente en dupla con el director Dennis Dugan, quien ha demostrado ser el que mejor ha entendido el universo Sandler y quien ha estado más afilado para la elaboración de gags veloces y anárquicos, otrora marca autoral del comediante: Happy Gilmore, Un papá genial o No te metas con Zohan lo demuestran.

Jack trabaja en el mundo de la publicidad y le encomiendan una tarea compleja: conseguir a Al Pacino para el comercial de una importante empresa de rosquillas, a quien la vida se le complica cuando llega de visita su hermana gemela, un torbellino de problemas sin sentido. Jack es el habitual personaje Sandler, al menos el que viene elaborando desde la estupenda Como si fuera la primera vez hasta la fecha: profesional, de buena posición, algo malhumorado, egoísta, bastante desagradable. Puede que ahí encontremos uno de los inconvenientes de esta última década sandleriana: su hombre irascible creció y ya no es aquel niño-grande de buen corazón, sino que suele ser un tipo horrendo al que la violencia como síntoma del pasado se revirtió en una especie de hijo de puta desencantado muy poco gracioso. Pero Sandler parece ser bastante consciente de esto, porque después de todo no deja de analizarse como personaje/concepto (y ahí tenemos las fascinantes y complejas Embriagado de amor y Hazmerreír) y aquí parece querer retomar ese pasado en la figura de Jill. Es como que Jill pretende representar la ternura moralizante y subversivamente graciosa de El aguador o El hijo del Diablo, mientras que Jack es el cinismo amargo y sin humor de Click o Son como niños. Conviene ver a Jack y Jill, entonces, antes que como una comedia sin luces, como la lucha interna de Sandler por ver qué camino sigue de aquí en adelante.

Y si bien el experimento es más que evidente y el concepto mencionado se pone a prueba, la tensión cómica de Jack y Jill se rompe a muy poco de empezada porque la película carece de buenos chistes, su estructura es una burla en la que las cosas nunca avanzan y los conflictos son inexistentes (aún en un mundo de 2×4 como en el de las películas de Sandler), hay una apuesta a lo escatológico sin timing alguno (¿habrán visto Damas en guerra?) y porque Jill es siempre insoportable y nunca querible. Sandler, en su rol femenino, se preocupa por componer a su personaje/caricatura desde lo grotesco, sin mostrar nunca lo interior, el corazón que al final debería terminar aflorando: Jill es una mezcla de sudores, pedos, gritos, asquerosidades varias, que impiden la conexión con el público y, por consiguiente, con la película misma. Es como si de aquellas películas, Sandler y Dugan se hubieran quedado con la ordinariez y nunca con el verdadero sentido de choque que tenían. Hay en Jack y Jill algunos atisbos de sabiduría: las bromas sobre judaísmo, un timing perfecto en los chistes del chico que se pega cosas en el cuerpo, e incluso es pertinente la auto-parodia que ejecuta Al Pacino con burla al esnobismo intelectual en aquel tipo que llora cuando citan un parlamento de El padrino. Estas cosas hacen pensar que todavía hay aire e ideas en el cine de Sandler, pero que Jack a Jill ha sido un paso muy en falso, especialmente en un momento desatinado de su carrera. Tal vez con la próxima That’s my boy, acompañado por Andy Samberg y guionado por Ken Marino y David Wain (Role models), las cosas puedan mejorar.

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