Título original: Idem
Origen: España
Director: Santiago Segura
Reparto: Santiago Segura, Kiko Rivera, Tony Leblanc, Enrique Villén, Francisco, Yon González, Yolanda Ramos, Jimmy Roca, David Fernández, Xavier Deltell, Cañita Brava, Barragán, Javier Gutiérrez
Guión: Santiago Segura
Fotografía: Teo Delgado
Montaje: Alejandro Lázaro
Duración: 93 minutos
Año: 2011
6 puntos
Acariciando lo asqueroso
Por Mex Faliero
La comedia, se sabe, permite hablar de cualquier cosa bajo su manto de socarronería: sólo de esa forma, por ejemplo, puede existir un personaje como el policía José Luis Torrente. Xenófobo, homofóbico, retrógrado, ignorante, cobarde, traidor, misógino, desagradable, el panzón agente es una representación por la vía del exceso de la sociedad más reaccionaria. Este tipo de personajes son interesantes, porque se toman la libertad de permitirnos la risa sobre cuestiones imposibles de reírse con una especie de hábeas corpus moral: sabemos que estamos en el terreno de la comedia y que lo que vemos no es otra cosa que una parodia. El problema comienza -y de ahí sus límites- cuando el público no logra discernir el nivel de parodia y cree lo que la caricatura construye. Podrá decirse que ya no es culpa de la obra ni del artista, sino de aquel que no logra comprender el juego. Pero el problema de Torrente, en su cuarta parte, es que Santiago Segura (su creador y quien le pone el cuerpo) no encuentra cómo ampliar el universo de su personaje y va a lo seguro: el chiste ramplón como único recurso, el comentario políticamente incorrecto ya como sobreactuación, la exhibición de tetas porque sí. Puede sonar más menos gracioso -tampoco es que nos espantemos fácilmente-, pero el asunto es tan de fórmula que uno comienza a dudar de la honestidad de los responsables. Así como estamos, Torrente 4 parece estar del lado de los que se ríen cuando ven un africano porque creen que es motivo de risa. Sin embargo… siempre hay un sin embargo.
Porque así son los artistas -y Segura es uno de los buenos-, siempre encuentran la forma de renovarse. Torrente 4: lethal crisis halla sorpresivamente la salvación en un elemento con el que muchos han fracasado: el uso del 3D. Se ha dicho por ahí que la tecnología estereoscópica no estaba bien utilizada en el film. Gran error. Claro que la aplicación de las tres dimensiones se hace en el tono y la forma en la que Torrente podría hacerlo: el policía escupe a cámara varias veces, un culo en la ducha sobresale de la pantalla ostensiblemente, un celular lleno de mierda pende de una cuerda en un grosero primer plano. Se podrá juzgar que si el futuro de la tecnología encuentra su cima en este muestrario de escatologías, el cine se hunde como expresión artística. Hay algo de razón, pero en verdad hacer ese análisis es no entender el juego. ¿Acaso esperaban profundidad de campo y reflexión sobre el espacio en el cine? ¿Por qué minimizar el carácter revulsivo de esa mierda en primer plano?
Porque los escupitajos de Torrente en 3D vienen a burlarse de este artilugio que ha sido vendido como panacea y recurso artístico, y que no es más que un espejito de color para recaudar más y sostener la industria. Antes que a John Waters lo hagan filmar a Divine comiendo mierda en 3D en alguna remake, Segura les ganó de mano. El español, en ese gesto, se desmarca de la rutina en la que se ve envuelta su saga y devuelve al cine su categoría de brutal, ordinario y salvaje entretenimiento, que también es una posibilidad del séptimo arte -sepan disculpar los del estómago sensible-. Y, por si fuera poco, inaugura un nuevo subgénero: la escatología en 3D, que esta sí es toda una experiencia. Si el humor guarro es una de las formas de la comicidad en cine, por qué motivo no iba a existir quien se diera el lujo de experimentar con la imagen y las herramientas que aportan las nuevas tecnologías en ese campo. Si esto funciona, además, es porque la ordinariez estereoscópica es coherente con el personaje y fluye dentro del relato, sin convertirse en un recurso forzado o exhibicionista: Torrente no escupe porque ahora el escupitajo sale de la pantalla, sino que el 3D permite darle otro tratamiento a ese comportamiento del protagonista que era habitual.
A esta altura, seguramente no importe demasiado de qué se trate Torrente 4: lethal crisis, ni sus guiños cinematográficos bruscos, ni sus excesivos cameos sólo disfrutables –en la mayoría de los casos- para los españoles, ni sus chistes que funcionan a veces y otras son demasiado repetitivos o facilistas. Lo que Segura tal vez esté pensando es en que Torrente volverá recién cuando algún trasnochado reedite el olorama y nos pueda hacer sentir el aroma de esos pedos que se tira el oficial de policía con singular excitación.
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