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Funcinema

Rockola de riesgo

Por Agustín Marangoni

Patadas, piñas, sangre, mujeres en minishort, autos antiguos utilizados como armas para matar y música ¡obvio, rock´n roll bien cuadrado!, guitarras a tres cuerdas con la textura de los 70’s. Quentin Tarantino filmó A prueba de muerte (2007) a toda velocidad con dos ideas fuertes y las comodidades de su propio estilo. Queda claro, es un cinéfilo voraz que se alimenta de todas las escuelas, gran conocedor de la escena trash y de la basuroteca norteamericana. De allí nace la historia de Stuntman Mike y su enferma pasión por aplastar cráneos de mujeres bellísimas con su Ford recauchutado.

La novedad en su filmografía es Bastardos sin gloria (2009), una película con recursos que son hallazgos, un fino trabajo con los idiomas y un final piromaniaco; A prueba… es el último Tarantino clásico, donde el riesgo aparece en escenas cotidianas llevadas al extremo y algún bailecito casi en pelotas.

Primer acto: un bar rutero: cuatro amigas que se reúnen a compartir tragos y provocar con su histeria-rockera; alguna de ellas es una famosa conductora de radio, piensa que se las sabe todas. El resto acompaña con elegancia. Y otras mujeres que pasean, cerveza en mano. La rockola va absorbiendo monedas y escupiendo canciones, Jack Nitzsche; Smith; The Coasters y hasta el mismísimo Ennio Morricone, guiño cinematográfico por excelencia. Después la ruta, las luces apagadas, un choque de frente en cámara lenta, al ritmo de Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich, y los cuerpos despedazados que van directo a las habitaciones de la morgue. La policía sospecha, pero nada.

El segundo acto toma otro vuelo. El asesino, pie en el acelerador, está suelto en busca de víctimas. Otra vez cuatro chicas, preciosas y atrevidas. Hablan hasta por los codos, detestan a los hombres al punto de ser capaces de introducirles una bala en los testículos. ¿Qué tal esa escena musicalizada por Eddie Floyd, April March y Eddie Beram? Blanco y negro. Color. Una modelo que toma un refresco en una estación de servicio: remera bien corta y transpirada. Revistas de moda. Risotadas cómplices. Un juego de la muerte que desencadena en una situación picante.

La música en las películas de Tarantino es un elemento vital, bienvenida la obviedad. En este caso, se puede decir que es una necesidad narrativa, la estética musical que seleccionó encaja exacta con la línea histórica que quiere construir (aunque es decorado, los personajes mandan mensajes de texto por ejemplo, es una simple y pintoresca pose). En el film, la música va trazando la línea de tensión. En el disco –Death proof: original soundtrack– la sucesión de canciones genera un clima perfecto para subirse a un mustang y atropellar peatones. Cada cual sabrá qué camino tomar.

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