La Pasión de Mel
Por Damián Gerzenstein
Si uno tuviera que encontrar un nexo temático que conectara la carrera cinematográfica de Mel Gibson, sin dudas que ese sería la venganza. Mad Max, Arma Mortal, El Patriota, Revancha, El Rescate son todas películas que, algunas con mayor énfasis que otras, utilizan a la venganza como fuerza motora de sus protagonistas. Y como director, Gibson de algún modo también buscó vengarse, en este caso de los judíos que tanto daño le habían hecho a Su adorado Señor Jesucristo… “Bromas” aparte, lo cierto es que Gibson ha demostrado ser un valioso director de cine. Pero ahora, luego de un largo parate como actor, Mel vuelve frente a cámaras con un film que, increíblemente, tiene a la venganza otra vez como eje central. Y si bien la película no va para el lado que uno podía imaginar previamente, tampoco logra conmover ni sorprender demasiado.
Thomas Craven es un policía veterano que recibe la visita de su hija. Ella vive en otra ciudad, y se desempeña en una empresa de la que su padre poco sabe. Si bien entre ellos hay un indudable afecto, también es evidente que la relación entre padre e hija no es todo lo cercana que podría ser. Pero la chance de lograr un acercamiento queda trunca, ya que a las pocas horas de haber llegado, la chica es asesinada frente a los ojos de su padre. Luego del incuestionable shock, Craven iniciará una investigación para encontrar a los responsables del asesinato.
En lo que sorprende el film de Martin Campbell (Casino Royale) es en que no se trata de la típica película de venganza, cargada de sangre y violencia. El personaje de Craven es un policía experimentado que, si bien quiere terminar con la vida del asesino de su hija, también desea llegar al fondo de la verdad que se esconde tras el crimen. Verdad que a medida que avance la investigación se irá tornando más oscura, al descubrir la trama oculta que une a la empresa de desarrollo nuclear para la que trabajaba la chica con el propio gobierno de EEUU. Pero la película no presenta una historia que sea suficientemente intrigante como para prescindir de la acción tan deseada, y todo se va volviendo menos interesante y poco convincente con el paso de los minutos.
Una de las causas para que el film no sea muy interesante es que el vínculo que une a Gibson con su hija no llega a desarrollarse lo suficiente. Desde ya que no es necesario que nos expliquen por qué un padre está interesado en su hija, pero la relación entre ambos no logra emocionar. Tampoco lo logra Gibson, a quien algunos han elogiado por su actuación medida. En lo personal, quien escribe estas líneas observó una actuación sin matices, incapaz de generar empatía ni de transmitir todo lo que un padre en esa situación puede sentir. Mel nunca fue un gran actor, pero aquí, al intentar ser demasiado serio, ni siquiera mantiene la simpatía que supo tener años atrás.
Quien sí logra generar simpatía con un personaje algo oscuro es Ray Winstone, ese gran actor británico que aquí hace de Jedburgh, un freelance especialista en seguridad que trabaja para el gobierno tapando huecos y limpiando evidencias, de la forma que sea necesario. Sus apariciones son las únicas oportunidades en las que el film gana algo de clase.
En definitiva, la espera de ocho años por ver a Gibson nuevamente en la pantalla grande no valió la pena. Sin dudas que haber elegido otra vez a la venganza como eje de su personaje genera una sensación de “esto ya lo vimos” que no ayuda mucho. Y hasta él mismo parece cansado y aburrido. Es posible que sus penosas expresiones públicas hayan herido de muerte a su carrera de actor, ya que su cara ahora es casi inseparable de sus desafortunados dichos. Ojalá en el futuro podamos disfrutar de la pasión que mejor le sienta a Gibson, que es dirigir. De sus otras pasiones, la verdad, ya no queremos saber demasiado.
4 Puntos
En las sombras
Por Cristian A. Mangini
La venganza es uno de los móviles más interesantes y ambiguos para dar lugar a un relato. Su complejidad pero su inmediata identificación con el espectador a partir de la tragedia la hacen el motor de algunas de las más reconocidas obras en cualquier formato (¿necesitó mencionar a Hamlet o The Punisher, por mencionar dos cosas completamente diferentes?). En el cine también hay una larga historia de títulos con diferente suerte y recepción, además de diferentes marcos y contextos que permiten construir a la venganza desde una visión estética y narrativa enriquecida o completamente abyecta y superficial (pienso en una película espantosa como Un hombre diferente, de F. Gary Gray). Con Al filo de la oscuridad sucede algo interesante: quienes hayan visto los avances se imaginarán que hay acción a raudales y un héroe arquetípico, pero se trata de un thriller intenso con un contexto y un subtexto medianamente elaborado, algo rústico e irregular desde el guión, pero entretenido. Y tiene a un Mel Gibson en plan de un antihéroe por el cual sentimos empatía desde el minuto uno y a un enorme (¡cuando no!) Ray Winstone como una sombra cínica (no es casual la cita a Diógenes) que sobrevuela al poder y se encarga de “arreglar” las cosas de acuerdo a quién le haya pagado mejor.
Para entender Al filo de la oscuridad hay que remitirse a las películas de acción de los 70´s en varias cuestiones: en primera instancia el tópico de la venganza, en segunda el montaje seco para construir las secuencias de acción, además del reposo de la cámara para que luzcan los planos generales, y en tercera está la ambigüedad moral de quienes otorgan justicia y quienes se mantienen al margen de la misma, dando lugar a la incertidumbre institucional que caracteriza al policial negro clásico. Los diálogos son otra clave donde pueden verse los rasgos que definen a este subgénero a nivel discursivo: detrás de cada línea se adivina una segunda intención, una suma de one liners claros y concisos que detrás de su síntesis ocultan un mundo donde la inseguridad se adivina con cada palabra y cada gesto (no así en el neo-noir). Sin duda recordará más a Hammet que a Chandler, por mencionar los dos referentes estéticos fundamentales a la hora de construir diálogos, la sequedad cotidiana antes que los poéticos rodeos lingüísticos. Un buen ejemplo es el diálogo que Thomas Craven (Mel Gibson) tiene con Jedburgh (Ray Winstone) junto al rio.
Brutal, pero dosificada en un thriller cargado de incorrección política, la película parece querer decir lo que se plantea en Agente Internacional pero le falta dimensión psicológica a los personajes, así como un subtexto mejor trabajado y menos contradictorio. Sin embargo, esto es porque no se trata sólo de un thriller, también es un film de acción con un antagonista de peso, disparos por doquier y la venganza por mano propia que parte del asesinato de la hija de Craven. Si bien hay irregularidades narrativas en este sentido la película se deja ver y tiene más de una secuencia donde se ve la capacidad del director de Casino Royale para mantener la tensión, particularmente en el vertiginoso ingreso de Craven a la casa de Jack Bennett. Sin duda, una sorpresa absolutamente recomendable.
7 Puntos