Unas moscas molestas
Por Cristian A. Mangini
2 puntos
Hay que arrancar por lo fundamental: esta película está mal, muy mal. Está tan mal que uno puede fijarse en otras cosas que no hacen específicamente al film sin perderse nada. Por ejemplo, esta película negaría el argumento absurdo planteado por Francis Fukuyama en El fin de la historia y el último hombre (respecto al fin de las ideologías), porque trae a la pantalla una dicotomía entre rusos y norteamericanos que, para ponerla en términos maniqueos, se asemeja a malos y buenos. Y no lo hace con la diegesis de una película de época (debe haber una distancia), a pesar de ser un film ambientado en 1969, ya que intenta convencer al espectador como si se tratara de una propaganda actual. ¿Parecen cosas muy serias, verdad?, pues digamos entonces que es una película para niños pero…que los niños gordos no la van a disfrutar tanto. O sí, pero quizá a los padres no les guste que los chistes sobre la obesidad estén marcados y subrayados durante todo el largometraje: la pobre mosca gorda come todo el tiempo, recibe consejos para hacer dieta, se tira pedos y cada línea de diálogo está dedicada al hábito de comer. Y esto no estaría mal, quizá lo podríamos ver como una celebración pantagruelica sino fuera porque los amigos de la mosca gorda, una mosca nerd y una mosca aventurera le están dando consejos constantemente con aire moralista para que adelgace. Ah, y la frutilla del postre es el final, con Buzz Aldrin diciendo que en verdad no hubo moscas en el vuelo, con lo cual la ilusión de los chicos queda destruida. Si hay un chico ilusionado con semejante bodrio al final.
Veamos: la animación es precaria, si miran fotograma por fotograma se van a dar cuenta que el trabajo en la expresión de los personajes, particularmente los humanos, es plástica y rústica. Hay videojuegos de Playstation 2 que tienen mejor trabajo de animación. Los protagonistas son más simpáticos, y suponiendo que no nos fijemos en un factor como la tecnología, están bien caricaturizados a pesar de las pocas expresiones faciales que puedan tener. Sin embargo, en este caso, es imposible no fijarse en la tecnología: la película fue promocionada como “la primer película animada en 3D” y si observamos atentamente, a pesar de no contar con la tecnología en nuestros cines, eso se nota y es lo único medianamente atractivo. Se nota porque hay tantos travellings subjetivos como es necesario para justificar esa tecnología, además de enormes panorámicas que ilustran el mundo de las moscas, y se juega con el espectador como un receptor “activo” a partir del movimiento interno de cuadro que puedan tener algunos personajes, haciendo honor al fuera de campo cuando dialogan desde la perspectiva subjetiva que adquiere el espectador (que muchas veces se pondrá en el lugar de la mosca protagonista).
El relato es tan flojo y básico que resulta molesto hacer una sinopsis, no hay ninguna subtrama o personajes que enriquezcan el film: al contrario, los personajes secundarios hunden definitivamente al relato. Básicamente, tres mocas-niños logran infiltrarse en el Apolo 11 porque buscaban aventuras y querían ir a la Luna. Pero el mundo-mosca es como el mundo humano, y si bien los rusos no sabotearon el Apolo 11, las moscas rusas si pueden hacerlo. Es más, las moscas rusas también puede decidir matar a los niños-moscas protagonistas en el proceso. Pero está el abuelo de los pequeños protagonistas para sacar las papas del fuego y enfrentarse a las malvadas moscas rusas. Y también una ex amante-mosca-rusa del abuelo que se redime por el simple hecho de ser rusa en una batalla final. A McCarthy le hubiera encantado la película. Bueno, ya se mencionó lo ofensivo que es que para cada chiste de la película se utilice al personaje gordo, pero ¿se mencionó lo escatológico?. Sí, las moscas no comen popo, comen mierda…y no es lindo. Otro punto más para hundir esta bazofia es la caricaturización imposible de personajes: moscas negras con peinado afro, la mosca nerd, la mosca que encarna el espíritu aventurero, la mosca-madre que representa a “la buena familia” y el abuelo-mosca que vivió más y, por lo tanto, en la lógica de la película, sabe más “de la vida”. Y las moscas rusas son desagradables y malvadas, pero un alto oficial-moca siempre tiene tiempo para redimirse y vivir como mesero en Miami. Esto último no es un invento del crítico, ¡pasa en serio!. Los rusos deberían enojarse en serio con el guionista y el director de esta cosa. O el espíritu de Sinatra, por permitir que se use su inolvidable Fly me to the moon en el nombre (es el nombre original del film) y dentro de la película.
Hay algo muy gracioso, además de la aclaración de Aldrin en el final de la película respecto a que no hubo moscas en el transbordador. Hay una línea genial, en serio, es tan terrible que es genial: uno de los astronautas ve a uno de los protagonistas volando alrededor cuando están en el espacio, y le va a tirar un spray para matarla, pero entonces interviene otro de los astronautas (que quién sabe si era Armstrong, Collins o Aldrin) y le dice: “Son moscas americanas después de todo, que se queden” (¿?!??).
En fin, ya saben, Wall-E, Kung Fu Panda o Madagascar 2, olvídense de este largo del director belga obsesionado con la tecnología 3D, Ben Stassen.