Cierra los ojos
Por Mex Faliero
6 puntos
Quienes crean que sólo existe la fórmula en cierto tipo de cine comercial, vean Fados y comprenderán que no es tan así. Casi todo hoy depende de una fórmula y Carlos Saura se viene repitiendo una y otra vez al margen de la industria. Alguna vez con éxito, ya ahora sólo por placer personal, el director español en algún momento recurrió a la danza, ahora la emprende con los géneros musicales: primero fue con los españoles (Sevillanas, Flamenco) y ahora husmea en otras raíces (Tango y este Fados).
La fórmula no está tanto en lo que Saura elige contar, sino en cómo lo hace. Casi en una especie de saga musical, opta por un estudio despojado, por músicos populares y consagrados, por la proliferación de pantallas y sombras, y recurre a cierta estética que él supone artística y es en verdad un tanto solemne. Ya no está Vittorio Storaro en la fotografía, pero Saura insiste con una iluminación expresiva, que denuncie la esencia teatral.
Sin imaginación en la puesta en escena, con momentos de danza que carecen de relevancia, el peso físico del film es nulo. Entonces obra la magia de un género musical que se enrula con el pasado de un país y que tiene un contacto vívido con la historia de la gente a la que representa. Los fados, esos ritmos portugueses plenos de melancolías, barriales, de puertos y putas, en los que se puede adivinar la genealogía de la milonga y cierto parentesco con el flamenco.
Es ahí donde Fados emociona y donde acierta. También en la selección de los intérpretes, quienes representan a las viejas y las nuevas guardias, con canciones que son bien puras y otras que fusionan en ritmos como el hip-hop o la música española. Contrapuntos que hablan de un pueblo y de todos y de cómo la música y los artistas populares son los que mejor reflejan los tiempos de cada nación.
Colonialismo, pobreza, racismo, dictadura, revoluciones se adivinan en algunas canciones. Hay momentos altos, todos pertenecientes a los intérpretes, como por ejemplo cuando Carlos Do Carmo canta la bellísima Um homem na cidade o cuando la gloria Argentina Santos -última fadista sobreviviente de la edad de oro del género- interpreta Vida vivida. Allí Santos dice algo así como “mirá cómo el tiempo pasa, decimos de cuando en cuando. Al final el tiempo se queda y la gente es la que va pasando”.
Con esa tristeza, en verdad, no hace falta más. Con los ojos cerrados, Fados es un 10. Lástima que el cine exija abrirlos.