Sex and the plastic
Por Mex Faliero
4 puntos
Resulta casi inevitable, por más que haya evidentes diferencias, comparar a este film con Sex and the city. Es decir, no se parecen porque los temas que se abordan son otros, el momento de la vida que se observa es diferente, pero indudablemente Todo sobre las mujeres no existiría sin la presencia de aquella serie convertida en película este año. El film de Diane English encaja perfectamente en este presente de cine chorizo, hecho con un ojo y medio en el mercado -“démosle a la gente películas sobre mujeres que hablan temas de mujeres”, parece ser el encargo-, y además en esa casi obsesión posmoderna que la tematiza: las cirugías estéticas.
Si bien no es el centro, sí ocupa un buen pasaje del film y varios chistes giran sobre ello. El lifting es el karma de cierta sociedad actual acomodada que intenta así contrariar a los molinos del paso del tiempo. Los personajes de Todo sobre las mujeres -remake de un film de George Cukor del 39- hacen referencias a las operaciones, alguna se somete a una, la mirada del film es algo ridícula al respecto. Pero ¿cómo evitar el contrasentido de que Meg Ryan se ría de su madre recientemente “tuneada” mientras ella nos refriega plano tras plano su espantosa operación estética? Real y tangible. A la Ryan la jeta le quedó torcida, vean.
Ese contrasentido, que excede al relato, hace que desde ya se genere una barrera de falsedad entre el espectador y lo que se expone, que se hace imposible traspasar. A partir de ahí no nos podemos creer ninguna de las supuestas verdades que arroja a la cara este film-manual de autoayuda para mujeres en edad de desmerecer. Que la Ryan es una mina de clase media elevada a la que ese mundo de colectas, jardines arreglados, hija primorosa, marido exitoso y comidas bajas calorías se le derrumba cuando descubre que sí, su Don Juan, la engaña. Que sea con la vendedora de un centro comercial y que eso sea visto despectivamente -la mina es lógicamente vulgar, pero está tan buena como Eva Mendes lo está- aumenta la desconfianza general.
De cómo esta mina sobrellevará el alejamiento con su marido, de cómo recuperará su propia vida y se instalará nuevamente en sociedad trata todo el asunto, que se lleva casi dos horas de actuaciones crispadas, chistes malos, líneas de diálogo sin gracia, estereotipos y situaciones puestas con la intención de que signifiquen algo. Supuestamente filmes como estos deberían estimular a quien los ve.
Resulta que Ryan -o Mary en el film- tiene un grupo de amigas (obvio, son cuatro) formado por la mujer-trabajadora-que-olvida-sus-asuntos-personales (la gran Annette Bening, lo único rescatable del film), la que tiene varios hijos, está embarazada y es un comic relief fallido (Debra Messing) y la díscola del grupo (Jada Pinkett Smith): claro, es lesbiana y para colmo de minorías, negra. Pero a no preocuparse, aquí nadie es homofóbico ni racista. En fin, que cada amiga representa un estereotipo, tan obvio, que uno adivina a los 10 minutos que el film terminará con un parto. Pero la directora carece de sentido del humor como para convertir a ese evento en una autorreflexión sobre el relato.
Apenas un acierto de puesta en escena (no aparece un solo hombre en todo el film), pero que termina resultando sólo un mero virtuosismo, y con una escena más o menos digna donde fumando un porro un personaje logra algo cercano a una epifanía, es lo poco que tiene para ofrecer Todo sobre las mujeres. Que termina convirtiéndose en una celebración del conformismo, el conservadurismo y el paseo de compras. No es la irrealidad del mundo que celebra lo que molesta -después de todo un verosímil ya planteado miles de veces- sino esa falta de sentido del humor sobre los elementos que maneja y sobre su propio universo. Raro, cuando English fue creadora de Murphy Brown, una serie por demás interesante con un personaje femenino fuerte.