El visionario, el creador y el ejecutor
Por Brian Macchi
1989 fue la última vez que Indiana Jones apareció en la gran pantalla, era la tercera aventura del arqueólogo creado por George Lucas. Parecía que aquella búsqueda del Santo Grial sería el cierre de una historia apasionante, que involucraba a tres talentos del cine moderno: el ya mencionado Lucas, Steven Spielberg y Harrison Ford.
Más allá que el trío era el realizador del proyecto, el film tenia una cabeza, un líder, un director, Spielberg. Por eso, las aventuras de Jones cuentan dentro del catálogo del maestro del entretenimiento junto a Tiburón, Encuentros cercanos del tercer tipo, E.T. y Jurassic Park. Dentro de los films de Indiana estaba su toque, su visión, su concepción de cine y resultaba imposible separar al personaje de sus manos.
A pesar de las ideas y vueltas que tuvo la realización de una cuarta aventura del arqueólogo, 19 años después arriba con el trío que la forjó y con el director que la moldeó. Sin embargo, este tiempo transcurrido no fue en vano, fue necesario para la maduración de cada uno de los componentes. Lucas elevando su labor de creador, de guionista; Ford ya como un actor de raza, establecido dentro del ámbito como una gran estrella; y Steven creciendo como visionario de las palabras propias o ajenas.
Fue al director el cual este tiempo le resultó más beneficioso, porque su carrera tomó un rumbo medianamente distinto al que venia transitando. Unos años después decidió dejar a un costado el traje de “hombre del entretenimiento” para pasar a filmar dramas más humanos y sombríos, elementos que había incluido durante todos sus cintas anteriores, pero de una manera mínima e inmiscuida dentro de la trama fantástica. A partir de La lista Schindler (1993), Spielberg decidió mostrarle al mundo que también podía hacer “cosas serias” (como diría algún crítico muy refinado, como si un film de entretenimiento no representara algo serio, olvidándose que es más difícil sorprender que dar clases de moral) y su apuesta le salió bien.
Desde ese instante, el director decidió abocarse a ese cine (más allá de darse el gustito de filmar la segunda parte de Jurassic Park), que también amaba por ser el arte con el cual creció. A pesar de ser sus tramas comprometidas con ciertas causas, su visión siguió siendo la misma, la del hombre que busca sorprender al espectador. Una muestra de ello son los primeros 25 minutos de Rescatando al Soldado Ryan (1998), que ya forman parte de la historia del séptimo arte por plasmar en la gran pantalla un hecho histórico tan importante de una manera tan real, cercana y, a la vez, fascinante.
De a poco fue volviendo a ponerse ese traje que había dejado pero no de forma definitiva, se podría decir que Guerra de los mundos (2005) tiene un poco de ambos periodos, el fantástico por la historia y sus efectos especiales, y el trasfondo político de la trama que mucho tenia que ver con la realidad estadounidense de aquellos años. También se podría incluir a La terminal (2004) dentro de esta categoría donde se mezcla la dulzura y locura del personaje de Tom Hanks, y la visión critica de la paranoia estadounidense pos 11 de septiembre.
Pero finalmente, decidió vestirse nuevamente de “hombre de entretenimiento” y junto con sus dos amigos talentosos, realizaron Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, donde el arqueólogo (Ford) abandona sus aventuras en la década del 30 para pasar a tenerlas a fines de los años 50, 1957 para ser exacto. Aquí, el héroe logra escapar de la persecución de los soviéticos pero los hechos son confundidos y es expulsado de su universidad, debiendo abandonar el país por el miedo que había generado en la población el senador McCarthy. Antes de partir (una cinta aburrida y de golpe bajo) es interceptado por un joven (Shia LaBeouf) que le entrega una carta de un antiguo amigo, la cual devela la ubicación de la Calavera de Cristal de Akator, un legendario objeto buscado por años. Con estos datos, ambos emprenderán el camino a Perú, que es la posible ubicación de la reliquia. La búsqueda conllevará varias dificultades, no solo arqueológicas.
La cinta se inicia con una escena que a cualquier persona que le traía nostalgia ver de nuevo a Indiana Jones, le provocará emoción y ganas de aplaudir. Es una escena “tribunera” pero que expresa la vuelta del ídolo. Desde ese instante, comenzará la aventura que se detendrá brevemente por pequeños instantes pero que será constante durante todo el producto.
El largometraje va exhibiendo la trama de forma clara y sencilla, y a su vez, va mostrando el contexto en el cual se esta contando la historia. Esta característica es brillantemente realizada por Lucas y Spielberg, que desde sus diferentes lugares van presentando la época, sus virtudes y falencias, de una manera directa y precisa. Se puede ver la gestación de la bomba atómica (en una de las mejores escenas de la película), la incursión del rock en la sociedad de aquellos años, la vestimenta de moda (por ejemplo, LaBeouf se viste muy similar al personaje de Marlon Brando en El Salvaje de 1954), las diferentes locaciones y los distintos automóviles. Todo está perfectamente organizado y diagramado.
Como también lo están las escenas de acción, sobretodo las persecuciones. Aquí se nota el trabajo sobresaliente de Spielberg, que coloca cada elemento en su lugar para que la sincronización sea perfecta. Los va intercalando para darle la tensión necesaria a la escena, dando cátedra de cómo debe hacerse.
En esta época donde el vértigo se manifiesta con el movimiento veloz y sin sentido de la cámara, Steven demuestra que lo que debe moverse son los componentes de la escena, no quien la esta captando. Esta característica permite que el espectador pueda apreciar perfecta y tranquilamente la acción, y, a su vez, sentir la incertidumbre de la situación porque puede observar como los personajes “sienten” esa intranquilidad de lo que está aconteciendo.
Obviamente no falta el clásico humor de Indiana, que surge en las situaciones más inverosímiles y que hacen que el personaje sea querido, respetando la trayectoria que ha tenido el arqueólogo en sus cuatro películas. Es decir, se mantienen las características que hicieron a Indy un clásico, sin aggiornarlo, manteniendo su origen y su esencia, sólo utilizando algunas tecnologías modernas para que se vea mejor, pero nada más.
Este respeto por Jones también es generado desde su ejecutor, Harrison Ford, que parece nunca haber abandonado al héroe ya que lo interpreta con una solvencia magistral, exhibiendo que a pesar del paso de los años todavía puede representar las riesgosas acciones de Indiana. Acompaña un elenco que trabaja acertadamente, destacándose Shia LaBeouf como nuevo compañero del arqueólogo, que capta perfectamente el ritmo del film y trata de potenciarlo lo más posible mediante su rol.
Quizás la falla más notoria que contenga el producto es su final, allí Spielberg pareciera verse desbordado por la historia, que termina errando su desenlace pero no por ser incorrecto, sino por ser demasiado fantástico para una saga que siempre se mantuvo dentro de lo real y lo creíble.
Para finalizar, se podría decir que esta cinta es un resumen de los temas que ha tocado el director estadounidense durante su carrera. El propio Indiana, el holocausto (representado en la explosión de la bomba atómica, como un símbolo de lo que fue un periodo nefasto de la humanidad), la representación del macarthismo (como un emblema de persecución a algo que en realidad no se conoce) y otra temática más que se deja en suspenso para no revelar el final de la película, pero el cual se obtiene con una fácil deducción.
Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal es un brillante film de entretenimientos, no será la mejor cinta de la historia como alguien se aventuró a decir, sin embargo, en esta época donde todo es fugaz y veloz que alguien apueste por darle a la gente esa pizca de alegría y asombro que viene generando el cine desde sus inicios hace más de un siglo, por lo menos merece un aplauso cerrado. Además, en estos años de continuaciones o de traspaso de protagonismos, la escena final da entender que no todo está perdido, que no todo es un negocio, que no importa hacer algo para venderlo con éxito y después seguirlo continuando hasta desaparecerlo, lo que importa es el personaje y su esencia. Nada más.
9 puntos
Los increíbles
Por Mex Faliero
Detrás de su perfil de película de aventuras y de su colaboración en la construcción del mito, Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal es una película familiar. Primero, en el sentido que puede ser vista por todo el mundo -lo que no quiere decir que haya que evitar alguna imagen terrorífica y hacer un producto lavado- y segundo, porque la aparición de Shia LaBeouf y la vuelta de Karen Allen ponen a Indy en el incómodo rol de padre. Y lo que hace Spielberg con eso, es continuar con su obsesión acerca de padres desdibujados y relaciones paterno-filiales complejas. Claro, aquí en tono de comedia desembozada.
El mejor momento de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal tiene a los personajes en medio de la selva, peleando contra los villanos de turno: los rusos. Y allí no serán necesarios los diálogos para definirse, sino la acción y el gesto heroico. Casi como la familia de Los Increíbles, la sensacional película animada de Brad Bird, Jones y los suyos se revelan como un equipo imbatible, como una alianza indestructible en la que cada uno ocupa un lugar determinado, pero todos se necesitan unos con los otros.
La más muscular y física de las cuatro Indiana Jones, es también aquella que habla sobre el paso del tiempo y sobre la vejez. Y lo hace sin paternalismos, sin indulgencias, mostrando las arrugas y la fatiga, pero aprovechándola como expresión narrativa. Se ha dicho que Spielberg piensa mejor cuando está en movimiento que cuando se detiene. Demostración cabal de esa idea, el director se aleja de los sentimentalismos y nos ofrece un retrato entrañable con una familia que sólo puede existir en el contexto del cine. Claro, cuando los tres piensan en la misma dirección, son dinamita. Pura alegría que estalla a mil por hora contra la cara, feliz, del espectador.
8 puntos