Una secuela que lleva su apuesta estética y narrativa al extremo, con una gran cantidad de secuencias notables y un universo propio tan disparatado como cautivante.
En su nueva película, Juan Schitman profundiza en sus personajes obsesivos. Una película que genera incomodidad, a la vez que se vuelve fascinante de seguir.
El director de Sangre contó cómo fue el trabajo de puesta en escena y se refirió a la oscuridad del relato. “No termino de entender por qué hago películas en las que la intensidad está tan presente”.