El film de Shaka King encuentra sus mejores pasajes cuando se construye desde la vertiente policial, pero declina fuertemente a la hora de hilvanar una mirada política profunda.
Kathryn Bigelow y su guionista Mark Boal siguen indagando en la violencia institucional norteamericana, con un cine potente aunque esta vez alejado de la provocación de sus colaboraciones anteriores.