La tercera película de la dupla Berg/Wahlberg que recrea un episodio real cumple como sus antecesoras con el objetivo de conmover con un relato tan entretenido como riguroso.
Segunda parte de Mi gran casamiento griego, comedia costumbrista de hace quince años que hubiese sido mejor recordar como algo simpático y no por esta vergonzosa continuación carente de gracia y argumento.