No estás en la home
Funcinema

Lucas Lagré: “Soy un lingüista que hace teatro”

Por Paola Jarast

(@funcinemamdq)

Foto: Vicky Médici

Actor, dramaturgo, director y docente, Lucas Lagré es una de las figuras más interesantes que tiene el teatro independiente argentino. FUNCINEMA conversó con este joven multifacético en un encuentro en el que se repasaron su formación y su visión de la política cultural del gobierno, así como su concepción del teatro y sus obras en particular.

-Te he leído decir en entrevistas que sentís que haber estudiado Letras te hizo mejor actor. ¿Me podés contar algo sobre eso?

Sin duda. Y no quiero desmerecer a mis profesores de teatro con esto, que fueron geniales todos y la pasé muy bien.  Pero siento que de verdad aprendí a actuar en la carrera de Letras. Lo que tiene la carrera de Letras en la UBA es que de algún modo te enseña a leer, a pensar. Y eso hace que después como actor, dramaturgo o director pienses la escena con otras herramientas.

-De tus múltiples roles de docente, dramaturgo, director y actor, ¿hay uno que te apasione más o con el que te identifiques en mayor medida?

Siento que del hecho de dar clases uno sale muy enriquecido, porque tiene que convertirse en  especialista en determinado tema. En UNA (n. de la r.: Universidad Nacional de las Artes) doy dos materias: Análisis de texto e Historia del teatro contemporáneo. Me identifico más como actor porque es lo que hice más tiempo. En realidad me identifico más como lingüista, que es mi carrera, mi profesión. Si me preguntás ahora, porque esto va cambiando con el tiempo, diría: soy un lingüista que hace teatro. Me gusta un poco todo, moverme de un rol al otro. Eso disfruto: estar en distintas posiciones en distintos proyectos. Este último tiempo estuve escribiendo y dirigiendo, y trato de que las obras sean sustancialmente distintas. Hacer una comedia, un drama, estar en Microteatro, dirigir una compañía de actores, trabajar con un actor, ir cambiando las lógicas, sobre todo para que no me salga siempre la misma obra. Trato de forzarme a cambiar la consigna porque siento que cuando entrás a producir mucho, te terminan saliendo todas las obras iguales. Yo venía de hacer obras del circuito independiente, donde el público es otro, y por lo tanto la obra tiene otro código, otro tono. Para mí como dramaturgo fue un desafío escribir una obra para otro público, con otro formato, con otra lógica, y que al mismo tiempo tenga que ver con quien soy yo. No quería ceder o entregarme a esa lógica, sino encontrar el modo de que lo que yo hago y lo que yo soy como director y dramaturgo pueda estar conviviendo y orientado a otra gente, a otra lógica de producción, que para mí fue positivo. Justamente y hablando del tema de la producción, es intensa la experiencia de Microteatro. Hay muy poco tiempo para armarlo, son muchas funciones y te cansa. Uno necesita parar un tiempito. Quiero que lo próximo que haga no sea una obra breve; quiero tener el tiempo de escribir una obra larga.

-¿Solés ir al teatro? Y en caso de que sí, ¿qué tipo de teatro consumís?

 La verdad es que sólo voy cuando hay algún amigo que está laburando. En el medio del teatro comercial y el independiente también está la escena oficial, que es como otro territorio. El teatro comercial no es mi terreno, así que mucho no puedo hablar de eso. En el independiente hay propuestas muy diversas, y creo que es lo rico; hay mucha experimentación y búsqueda estética, y hay otras obras que, desde mi perspectiva, se parecen mucho al teatro comercial y no tienen mucho riesgo. Para mí, el teatro independiente requiere experimentar.

-¿Y vos cómo ves hoy a nuestro teatro? Al menos aquel que tenés la oportunidad de ver.

El teatro en general no la está pasando bien, ni el comercial ni el independiente, por una cuestión económica de la caída de venta de entradas y el aumento de los servicios, y eso hace que se produzca menos. Cuando desaparecen o dejan de tener importancia las entidades que ayudan al teatro financiándolo, como Proteatro por ejemplo, lo que uno hace es producir obras más baratas o volver con lo que ya tiene. Además sumale que cuando hay una situación de crisis, la gente lo primero que recorta es el entretenimiento. Así que es un sector vulnerable. Yo siento que la cultura no es una prioridad en esta gestión. La cultura como yo la entiendo no es entretenimiento. Es quiénes somos, nuestra identidad, son nuestras posibilidades de pensar la realidad. Entonces si vos como gobierno pensás que el teatro es solo entretenimiento, entiendo que recortes. Es accesorio. En cambio, si pensás la música, el arte, el teatro como formas en que se construye la identidad cultural y se abren posibilidades, las medidas son otras. Creo que hay problemas de definiciones. Las políticas parten de definiciones. Creo que la ciencia y la cultura en esta gestión se definen desde lugares que yo no comparto. Desde una base económica. Creo que se pierde que ciencia y cultura tienen que ver con construcción de identidad.

-¿A algún trabajo le tenés más afecto o sentís que fue bisagra en tu carrera?

Tengo mucho afecto por las obras que escribí y dirigí. Son tus trabajos personales y estás vos a la cabeza de todo. Las que salieron mejor y las que no salieron tan bien, también. Hay algo en esos procesos de mucho aprendizaje, más allá del resultado. Como actor, tengo obras que disfruté mucho, como Shopping and Fucking. Era un muy lindo material, que te daba posibilidades de actuar. Otras veces hay material que tal vez está bueno, pero no te permite explorar mucho. Valoro mucho esa experiencia porque siento que salí muy enriquecido como actor; tuve que probar cosas que nunca había hecho. Era una obra difícil de actuar, de Mark Ravenhill, un dramaturgo inglés. La obra es de los 90, y habla del mundo marginal londinense vinculado a la prostitución, al consumo de drogas. Era muy dura la obra. Yo hacía de un taxiboy de 14 años que había sido abusado por su padre.

-¿Y vos qué edad tenías en la vida real?

Tenía 27. ¡Aguante la ficción, carajo! El teatro permite esas cosas. Creo que no había manera de que lo hiciera un adolescente. Era muy complejo lo que requería el personaje. Está muy bien escrita, era una obra muy rigurosa. Tenías que estar muy conectado y atento a lo que había que hacer. Lo más duro era ver gente queriendo salir de la marginalidad y no pudiendo.

-Cuando te llaman para actuar, ¿por lo general te interesa lo que te proponen?

Algo que me pasa y creo que nos pasa a todos y es lógico, es que el que te convoca es porque te vio en otro lado, y lo más probable es que te llame para algo parecido. Salvo que sea alguien que te tenga muy visto y que vea todos tus colores. En general me llaman para cuestiones más transitadas, que ya hice, y entonces no le encuentro mucho sentido a volver a hacer algo parecido. Los yanquis hablan mucho de la transición a los roles adultos. A mí me pasa eso. Todavía me siguen llamando para que haga de adolescente, pero tampoco doy adolescente. Ni doy padre joven. A veces me llaman para hacer de adolescente traumado, algo que hice mucho, y no tengo más ganas de eso. También pasa algo con el teatro queer. Se asume que porque uno es gay, uno escribe teatro queer, lo cual creo que es falso.  En mis obras nunca hubo un personaje gay. A mí me interesa la identidad sexual como conflicto.

-¿Hay algo más que quieras comentar?

Mi obra Nadar mariposa (n. de la r.: en cartel hasta el domingo pasado) estuvo en el ciclo Volverte a ver, que organizan Sofía González Gil y Juan Gabriel Yacar. Es un ciclo de unipersonales que vuelven. Valoro mucho que apuesten a producir teatro independiente. Que dos personas tomen el riesgo de poner en escena obras que ya se estrenaron y se encarguen de organizarlo, de venderlo, en tiempos de crisis me parece súper loable. Me parece súper valorable el trabajo de ellos, la apuesta. No hay gente que apueste al teatro independiente, entonces encontrarse con dos que sí para mí está bueno decirlo. En este contexto donde hay menos subsidios, que haya personas que sigan apostando está buenísimo. Habla bien de ellos.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.