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Top 5 M. Night Shyamalan: 3ª – Señales (2002)



UN ACTO DE FE

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Cuando en agosto de 2002 fui al Cinema Los Gallegos a ver Señales no conseguí entradas para la función que quería, y tuve que sacar para la siguiente. A la hora de ingresar al cine, la fila daba vueltas por la escalera y bajaba desde el piso superior hasta la zona de estacionamiento (quienes conocen la sala sabrán de lo que hablo), en el subsuelo del shopping: eran tiempos de asientos sin numerar, por lo que a pesar de estar al final de aquella tremenda fila, conseguí una buena ubicación vacía en la zona media de la sala; ventajas de ir solo al cine. Esta anécdota, que apenas parece un dato de color sirve en verdad para recordar quién era M. Night Shyamalan hace una década y media: un director que película a película acrecentaba la expectativa de público y crítica, que llenaba salas y que parecía tener al espectador agarrado de la nariz. Señales es su film más exitoso luego de Sexto sentido, tanto en el mundo como en Argentina, y pertenece a un cuerpo de obra reconocible que llega hasta La aldea, una serie de películas de perfecto timing, que evidenciaban un mundo muy personal desde lo temático y formal, y que eran ya por aquel momento una verdadera rareza: los tiempos del cine de Shyamalan eran absolutamente diferentes a los del resto del mainstream. Señales era, por lo tanto, otra de esas piezas planificadas hasta el extremo por el director, un guionista muy perspicaz cuyos trucos se ponen siempre -y de ahí sus dotes de gran ilusionista- detrás de la narración. Luego comenzaría la catástrofe, su descenso al lugar de chiste dentro de la industria, etapa de la que parece volver a salir con la ansiedad que ha generado Glass, su nuevo film.

Ya que estamos en un texto bastante personal, confieso que de sus películas reconocidas Señales es la que menos me gusta. Sus giros me resultan antojadizos y demasiado directos, la fe como tema alcanza un grado de explicitud algo molesto en relación a sus películas anteriores, y situaciones claves como la muerte de la esposa del pastor que interpreta Mel Gibson son decididamente ridículas (de hecho da lugar a uno de los pocos chistes buenos de la infame saga Scary movie): si bien Shyamalan siempre trabajó recursos argumentativos que bordean la autoparodia, es en esta situación donde no logra sostener el verosímil y cae en la comedia involuntaria. Pero, sin embargo, Señales es una película potente ahí donde tiene que serlo, en los climas de tensión, en la generación de horror y en el trabajo sobre el miedo a lo desconocido. Sólo un director hábil con la cámara y el montaje como Shyamalan logra que nos sobresaltemos con un perro ladrándole a un tarro con agua. Señales es la película donde el suspenso es insoportable, todo el clímax en el sótano Hess es de una perfección terrorífica que corta el aliento, el uso del fuera de campo hiela la sangre verdaderamente e incluso momentos como el de la mano del alien que se asoma por debajo de la puerta hace sobresaltar aunque lo hayamos visto ciento de veces, incluso en el tráiler. Ni hablar, pues, del video hogareño donde se ven por primera vez a los extraterrestres. El miedo pocas veces estuvo mejor representado en el cine contemporáneo, gracias a un registro que normaliza y hace cotidiano el horror y lo fantástico.

Como en el cine de Spielberg, director con el que se lo ha comparado en reiteradas ocasiones, en las películas de Shyamalan el tema principal es la fe o su pérdida y la manera de recuperarla. Ese es el gran tema en Señales y el conflicto principal del personaje de Gibson: tras la muerte de su esposa, el pastor deja sus hábitos. Los extraterrestres son entonces el McGuffin de la película, como lo eran los fantasmas en Sexto sentido. La forma de poner en escena este conflicto por parte del director es a través de la dualidad de sus personajes: Malcolm y Cole en Sexto sentido, David y Elijah en El protegido o los hermanos Graham y Merrill en Señales forman duplas dicotómicas donde el aprendizaje y la revelación se dan a través de la complicidad y el complemento. Característica del cine de Shyamalan que explotaría en Fragmentado con el personaje esquizofrénico de James McAvoy. La fe, por tanto, adquiere un grado más litúrgico que en el cine de Spielberg, y además puede ser entendida no tanto como una fe religiosa sino como una fe en la narración y en los modos a la hora de contar (decididamente su cine recupera mucho de la especulación religiosa del cine de terror de los 70’s; sus personajes aceptan que el alumbramiento sobreviene al cuento). Modos que, por cierto, son satirizados en el presente por una generación de espectadores mucho más cínica, a la que le cuesta asir el cine del director, una vez derribado el mito del final sorpresa. Pero Shyamalan sigue adelante, muriendo y renaciendo a cada instante, en un acto de fe muy poco común en el cine del presente. Es el personaje de Gibson retomando los hábitos en el último plano de Señales.

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