
Por Mex Faliero
Las influencias siguen estando ahí, algunas a propósito y otras sin querer queriendo, pero Merlina en su segunda temporada es una sumatoria de tonos y estéticas reconocibles, que sin embargo logran algo personal, y que funcionan mucho mejor porque -ahora sí- no hay que presentar ningún universo. Hay en Merlina, la serie producida y dirigida por Tim Burton, tanto de Harry Potter como de Riverdale, así como elementos de Scooby-Do (crossover que ya probaron Hanna-Barbera en la animación) y, obviamente de lo burtoniano, acercándose aquí al humor negro de Beetlejuice y al espíritu más terrorífico y sangriento de La leyenda del jinete sin cabeza. En esta primera parte compuesta por cuatro episodios (dos capítulos son dirigidos por Burton, uno por el español Paco Cabezas, y otro compartido entre Burton y Cabezas), el principal conflicto tiene que ver con un presagio que tiene Merlina (Jenna Ortega) acerca de la muerte de su mejor amiga, Enid (Emma Myers), y la culpabilidad que siente al respecto. Sin embargo la serie, plantada nuevamente entre los pasillos de la academia Nevermore a la que concurren los Addams, se encarga de retorcer esa trama para que no haya un conflicto, sino varios intercalándose entre sí. El problema con esto es que no todos los conflictos son igual de interesantes (particularmente hay una intención de darle espesor al vínculo familiar de Merlina que no termina de funcionar), aunque tiene a favor (a diferencia de la primera temporada) una mayor participación de los demás integrantes de la familia Addams, lo que la hace sentir un poco más cercana a su fuente original. Otra cosa que sí se nota es que Netflix le dio toda la confianza a Burton, con lo que el director parece haberse soltado, filmando algunas de las secuencias más enérgicas que ha filmado en mucho tiempo. Y, lo imagino, divirtiéndose como un niño con algunos toques sangrientos que elevan la vara respecto de lo que ocurría en la primera temporada, convirtiéndola en una interesante historia de terror adolescente. Si bien los capítulos duran más de lo que deberían y hay una acumulación de subtramas y personajes que no tienen mucho para hacer, que podría resultar un poco agobiante, Merlina en esta segunda temporada parece haber encontrado un estilo propio y más libertad para contar lo suyo de una forma desaforada, lo que hace que el constante humor negro y cinismo de su protagonista tenga aquí un marco más sólido. De paso, Burton descubre un espacio para llegar a un público nuevo, algo que no le viene nada mal a un director que parece haber encontrado su techo hace ya demasiados años y que no tenía nada nuevo para decir.
NdR: los cuatro episodios de esta primera parte de la segunda temporada están disponibles en Netflix.
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