Título original: The Threesome // Origen: EE.UU. // Dirección: Chad Hartigan // Guión: Ethan Ogilby // Intérpretes: Jeremy Turner, Tommy Do, Jaboukie Young-White, Jonah Hauer-King, Zoey Deutch, Josh Segarra, Ruby Cruz, Kristin Slaysman, Allan McLeod, Casper Hartigan, Matilda Hartigan, Julia Sweeney, Laura Shatkus // Fotografía: Sing Howe Yam // Montaje: Autumn Dea // Música: Keegan DeWitt // Duración: 112 minutos // Año: 2025 //
7 puntos
AMOR LOCO
Por Mex Faliero
Como si fuera una versión bajas calorías de Amores compartidos, la gran comedia escrita, protagonizada y dirigida por Michael Angelo Covino, Beso de tres se comporta de manera extraña, anómala, para la comedia romántica un poco naif y un poco picante que se promociona. En el origen tenemos a tres personajes -dos de ellos con una historia no resuelta y una tercera que es una absoluta desconocida para los otros dos-, que terminan involucrados en una noche sexual. En esos primeros minutos nos manejamos con cierta precaución, atentos a no caer en las trampas de la búsqueda del escándalo por el escándalo mismo en el que podría redundar una película con semejante premisa. De pronto me acordé de una película de los 90’s llamada Tres formas de amar (Threesome), que también tenía una menage a trois como elemento expansivo, pero lo que allí era un intento fallido por indagar en la sexualidad de los jóvenes de entonces, aquí todo deriva hacia el lado del disparate y la hipérbole. Si uno la ve como una comedia desaforada, Beso de tres es una película muy disfrutable.
Beso de tres, decíamos, comienza con aquel trío sexual que prontamente se desmadra. Pero lo que amagaba con ser una comedia sexual, con personajes libertinos y un aire un tanto hedonista, se reconvierte en una comedia romántica con idas y vueltas, demasiadas idas y vueltas, pero las justas como para encontrar el tono satírico que la película necesita para sobrevivir. Entonces los giros comienzan a acumularse y la película a dar brincos en su tono, poniéndose seria cuando lo precisa pero siendo muy cómica en momentos oportunos. Hay embarazos, parejas inventadas, reflexiones varias sobre la sexualidad, el amor, el desamor, la soledad, la vida en pareja, el conservadurismo, incluso sobre el aborto con un personaje que primero está decidido, luego recula, y finalmente reflexiona: “¿Esto me convierte en republicana?”. Beso de tres se permite meter en temas realmente complejos, y encontrar siempre una salida ocurrente sin sonar canchera, cínica, ni postmoderna, simplemente aceptando la lógica de los personajes y dejándolos ser. Incluso el interesante guion de Ethan Ogilby cae en lugares comunes con los que ponerse a jugar y dejar todo patas para arriba, como en el clímax de la secuencia del hospital. Allí la película alcanza un grado de locura muy necesario.
Como en la mejor tradición de la comedia norteamericana, Beso de tres cuenta con algunos personajes de reparto mínimos en su presencia pero grandiosos en su singularidad (el cuñado que deletrea es maravilloso, el padre conservador es otra joya), mientras sus protagonistas se divierten con sus personajes arquetípicos que se van corriendo progresivamente hacia la locura. Jonah Hauer-King está perfecto en el rol del atribulado protagonista, apresado entre decisiones y consecuencias, y Ruby Cruz está muy divertida como esa chica religiosa que no sabe cómo lidiar con su familia. Aunque el verdadero espíritu de la película es Zoey Deutch, una gran actriz con un don especial para la comedia verborrágica, con una filmografía bastante sólida y coherente, pero a la que le faltan grandes títulos para explotar. Y a la que en breve muchos descubrirán en la Nouvelle Vague de Richard Linklater, interpretando magistralmente a Jean Seberg. Beso de tres es otra de esas comedias como vehículo para Deutch, pero que sin embargo se convierte en un relato coral que mira con sorna la histeria contemporánea en las relaciones humanas. El trío protagónico es claramente lo mejor, porque entiende el tono de la película y juega sabiamente con esas líneas de diálogo bastante veloces. Tal vez al final la película cede a una resolución complaciente y más cercana a la comedia romántica tradicional, cuando el horizonte amagaba con una dosis alta de amargura, pero igualmente en el camino toma una serie de desvíos que vuelven al relato mucho más original y provocador que la mayoría de las pavadas solemnes que se precian de tal.
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