
Título original: Ídem // Origen: EE.UU. // Dirección: Jesse Armstrong // Guión: Jesse Armstrong // Intérpretes: Steve Carell, Jason Schwartzman, Cory Michael Smith, Ramy Youssef, Daniel Oreskes, Hadley Robinson, David Thompson, Ali Kinkade, Ava Kostia, Alex Peña, Amie MacKenzie, Larkin Bell // Fotografía: Marcel Zyskind // Edición: Mark Davies, William Henry // Música: Nicholas Britell // Duración: 108 minutos // Año: 2025 // Plataforma: HBO Max
3 puntos
CUATRO MILLONARIOS IMBÉCILES
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Debo admitir que me quedé fuera del fenómeno de crítica y público que fue Succession: solo vi el primer episodio, que me gustó, aunque me expulsó un poco su tono misántropo, donde parecía difícil encontrar un personaje que se salvara de ser repugnante. Bueno, resulta que hace unas semanas, con mucha pompa, llegó a HBO y HBO Max el primer largometraje de Jesse Armstrong, el creador de esa serie, como para expulsarme un poco más. Porque Mountainhead es de esas películas donde la misantropía llega a niveles estratosféricos e insoportables.
La premisa ya promete encierro y tensiones varias construidas a partir de un puñado de personajes que se preparan para exponer lo peor de sí mismos. Tenemos a cuatro “amigos” -por decirlo de algún modo- millonarios que se reúnen en una aislada mansión en el medio de las montañas para pasar un fin de semana que a priori debería ser de diversión y relajación. Están Venis Parish (Cory Michael Smith), el tipo más rico del mundo, cuya compañía, Traam, es líder en el uso de la inteligencia artificial en relación con las redes sociales; Jeff Abredazi (Ramy Youssef), dueño de otra empresa en ascenso y con una rivalidad directa con Parish; Hugo Van Yalk (Jason Schwartzman), el anfitrión y de menor fortuna (a pesar de tener más de 500 millones de dólares en su cuenta bancaria) del grupo, que está buscando respaldo para su más reciente emprendimiento; y Randall Garrett (Steve Carell), el mentor del grupo, que a pesar de ser billonario no encuentra herramientas para lidiar con una enfermedad terminal que le acaban de diagnosticar. En el medio de ese encuentro, que se supone amistoso aunque en realidad hay muchos rencores rondando, estalla una crisis global (con disturbios y caídas de gobiernos incluida) producto de la difusión masiva de desinformación por parte de Traam.
Claro que la crisis puede ser también una oportunidad en todos los sentidos posibles, y estos cuatro amigos la usarán cada uno a su manera, elucubrando con la posibilidad de tomar las riendas gubernamentales en países de segundo orden (la Argentina tiene un rol relevante aquí) o posiciones de poder en las naciones centrales, todo mientras dan rienda suelta a sus frivolidades y miserias varias. Si la primera mitad de la película es bastante difícil de digerir por la banalidad que despliegan los cuatro protagonistas en sus actitudes e intrigas mientras fantasean con manejar el mundo como si fuera un tablero de ajedrez, la segunda mitad, en la que se va armando una especie de complot interno con objetivos tanto corporativos como personales, es de una estupidez llamativa. Se nota mucho que Armstrong desprecia por completo a cada uno de los personajes, porque el guión se empeña en ponerlos en situaciones inverosímiles cuya única meta es presentarlos como unos niños con mucha guita y cero consciencia, sin noción de lo que pasa más allá de sus narices. Y si todo en el relato es extremadamente superficial, con referencias obvias y facilistas a los peligros de la IA y la incidencia de figuras como Donald Trump o Elon Musk, la puesta en escena es un ejemplo de frivolidad inconducente, con situaciones estiradísimas y presentadas con una torpeza muy similar a la de los protagonistas.
Mountainhead dura cerca de dos horas, pero podría haber no mucho más de una hora, y quiere mostrarse como un film ambicioso, aunque su estructuración es más digna de una obra teatral medio pelo. Todo en la película es entre pedante, cínico, nihilista y autoindulgente, pero más que nada aburrido. Quizás el formato serie se adapte mejor a la creatividad de Armstrong. O quizás los universos que piensa estén sobrevalorados, por más que se adapten bien a la presuntuosidad de nuestro presente. Ojalá que sea la primera opción.
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