
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Para qué negarlo: con un par de temporadas, El agente nocturno se ha convertido en uno de los grandes éxitos de Netflix y una de sus naves insignias. Méritos no le faltan a la serie creada por Shawn Ryan, por más que exhiba unos cuantos desniveles narrativos y requiera de un espectador que haga caso omiso de varias arbitrariedades en los guiones. De hecho, se la puede pensar como una digna heredera de 24, por cómo despliega un verosímil propio, frágil y consistente a la vez, donde la paranoia es un factor constante. Basada en la novela de Matthew Quirk, la primera temporada se centra en Peter Sutherland (Gabriel Basso), un agente del FBI que, un poco por intuición, otro poco por inteligencia y otro poco por algo de suerte, consigue salvar a mucha gente en un atentado en un subte. Pero como su padre supo quedar en la historia como un traidor, pocos confían en él y por eso el “premio” que recibe es una posición en un pequeño cuarto de la Casa Blanca donde atiende un teléfono al servicio de un grupo gubernamental secreto llamado Acción Nocturna. Una noche, Peter atiende un llamado desconcertante de una joven llamada Rose Larkin (Luciane Buchanan) que es perseguida por unos asesinos profesionales y eso lo meterá de cabeza dentro de un mundo que para él era totalmente desconocido. Pronto, Peter se encontrará huyendo junto con Rose, a la que deberá proteger a toda costa, mientras ambos intentan desbaratar una conspiración que amenaza con descabezar al gobierno estadounidense. Si uno piensa un poquito lo que ve en pantalla, todo es bastante previsible -en eso se parece a las novelas de Dan Brown, pero, por suerte, sin pretensiones intelectuales-, aunque la velocidad narrativa le juega a favor para mantener la atención del espectador. Eso y un protagonista profesional e idealista, que halla en esa compañera circunstancial que es Rose a una aliada perfecta, que eventualmente se convierte en interés romántico. La segunda temporada encuentra a Peter ya integrado a Acción Nocturna, aunque sigan sin confiar en él a pesar de sus actos heroicos, o precisamente por eso, porque tanto heroísmo desinteresado es señal de trauma no resuelto. Cuando una misión sale muy mal y una colega es asesinada, Peter volverá a estar en el centro de las conspiraciones y caratulado como posible traidor, y otra vez será Rose su única aliada. El enemigo esta vez será alguien más escurridizo, una especie de empresario/lobista/operador en las sombras que, discretamente, ha tejido una red de poder con conexiones en todas partes. El agente nocturno arranca cada capítulo haciendo referencia a hechos del pasado que definen y/o condicionan a distintos personajes, pero lo cierto es que aplica una dinámica consistente en ir siempre para adelante, abriendo y cerrando subtramas, tirando pistas falsas o poniendo al protagonista al límite de sus posibilidades, a toda velocidad. Y si el cierre de la segunda entrega deja todo abierto para un trabajo de infiltración para el que Peter no parece tener la experiencia o experticia necesaria, también es cierto que tiene la vocación por el riesgo, una astucia casi casual y la suerte de su lado. El de Peter es un heroísmo simple, directo y fácilmente reconocible, por más que quiera disfrazarse con algo de ambigüedad. Quizás por eso es que El agente nocturno funciona bastante bien y uno le perdona algunas piruetas argumentales casi risibles.
-Las dos temporadas de El agente nocturno están disponibles en Netflix. Ya está confirmada una tercera entrega.
Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente: