
Título original: You’re Cordially Invited // Origen: EE.UU. // Dirección: Nicholas Stoller // Guión: Nicholas Stoller // Intérpretes: Will Ferrell, Reese Witherspoon, Geraldine Viswanathan, Meredith Hagner, Jimmy Tatro, Stony Blyden, Leanne Morgan, Rory Scovel, Keyla Monterroso Mejia, Ramona Young, Jack McBrayer, Fortune Feimster, Celia Weston, Bobby Moynihan, Wyatt Russell, Lauren Holt, Nick Jonas // Fotografía: John Guleserian // Montaje: Daniel Gabbe, Hugh Ross // Música: Michael Andrews // Duración: 109 minutos // Año: 2025 // Plataforma: Prime Video
7 puntos
ESPÍRITU DESTRUCTIVO/CONSTRUCTIVO
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
La unión entre esas dos máquinas creativas que son Will Ferrell y Nicholas Stoller, más el aporte de Reese Witherspoon -que cuando le pone garra, puede ser una muy buena comediante- generaban grandes expectativas y quizás los resultados finales de La otra boda no estén a la altura. Pero es innegable que estamos ante una comedia muy por encima de la media actual, a partir de la profundidad que encuentra en los conflictos de sus protagonistas y la cantidad, además de la calidad, de las ideas cómicas que despliega.
El argumento de La otra boda es uno sustentado en confusiones, malentendidos y errores que se retroalimentan y acumulan como una bola de nieve destructiva. Por un lado, está Jim (Ferrell), cuya hija Jenni (Geraldine Viswanathan), con quien tiene un vínculo súper estrecho, lo sorprende con la noticia de que va a casarse. Por otro, Margot (Witherspoon), una productora televisiva que asume el rol de organizadora de la boda de su hermana menor. Ambos deciden reservar hospedaje para los respectivos eventos en un hotel en una pequeña isla, pero por un error administrativo -tétrico y divertido a la vez-, las reservas de las dos bodas quedan superpuestas en un mismo fin de semana. Es así que, al enterarse, luego de varias fricciones, los dos llegan a un frágil acuerdo para compartir las instalaciones, pero ese pacto durará poco, porque todas las circunstancias (de control propio y ajeno) se alinearán para que las tensiones escalen y todo estalle por los aires en diferentes direcciones. En gran medida porque ese conflicto coyuntural es apenas un catalizador para otros conflictos de fondo que los dos protagonistas atraviesan, que están relacionados con la paternidad, la familia y hasta la propia identidad.
El mérito principal de la película de Stoller consiste en que, a pesar de algunos pasajes donde incurre en remarcaciones innecesarias, logra que la conflictividad vaya de la mano de la comicidad. La otra boda (al igual que antes Buenos vecinos, Eternamente comprometidos, Cómo sobrevivir a un rockero y Cómo sobrevivir a mi novia) es una película donde los personajes, antes de poder repensarse y reconfigurarse, deben entrar en un proceso autodestructivo y de crisis casi total. Ese espíritu inicialmente destructivo está presente en la trama de forma permanente, porque Stoller, y también Ferrell (y un poco Witherspoon), saben que cualquier aprendizaje requiere de un poco de demolición previa. Hacia allá va entonces el film, rompiendo todo lo que encuentra a su paso, mientras le saca todo el jugo posible al juego de las diferencias: desde lo generacional -es hilarante el retrato del grupo de amigas de Jenni, que dramatizan y exageran absolutamente todo- hasta lo cultural, pasando por las tradiciones familiares, para luego iniciar un camino coherente de reconstrucción.
Es cierto que es notorio que tanto Stoller como Ferrell y Witherspoon ya no están en sus mejores momentos, que la cima creativa de ambos parece haber pasado -o que por lo menos están en un meseta- y que por ahí esta película llega un poco tarde: hace una década, La otra boda podría haber sido una obra maestra. Pero también es innegable que Stoller mantiene un humanismo a rajatabla, que le permite transitar por lo patético y lo absurdo sin dejar de mostrar cariño por sus personajes y entender sus dilemas. En el caso de Jim, ese vínculo demasiado cercano con su hija, a la que en algún momento tiene que soltar, por más que su rol como padre prácticamente lo defina como sujeto. En el de Margot, una relación tirante con su casi toda su familia -en especial su madre-, que parece no entender su vida, y viceversa. Todo esto puede expresarse con fluidez porque Ferrell es un ser que nació para la comedia -el momento confesional con su hija es una cumbre de incomodidad y de inventiva de situaciones insólitas- y Witherspoon es de esas actrices que saben acompañar a pesar de ser una estrella con nombre propio.
Esa tríada de virtuosismo previamente descripto queda reflejada, por caso, en una escena notable que involucra a un cocodrilo y que nos hace preguntarnos cómo se llevó a cabo. Apenas si sabemos que se le ocurrió a Stoller y que Ferrell y Witherspoon pusieron sus cuerpos al servicio de esa idea cómica, pero con eso nos basta. La otra boda es tierna y divertida, una muestra de que algunos exponentes de la comedia norteamericana todavía pueden imponerse a los mandatos de la corrección política y hacer que la pasemos bien.
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