Título original: Paternel
Origen: Francia
Dirección: Ronan Tronchot
Guión: Ludovic du Clary, Ronan Tronchot
Intérpretes: Grégory Gadebois, Géraldine Nakache, Lyès Salem, Anton Alluin, Jacques Boudet, Noam Morgensztern, Françoise Lebrun, Sarah Pachoud, Daniel Tarrare
Fotografía: Antoine Chevrier
Montaje: Julia Maby
Música: Damien Tronchot
Duración: 93 minutos
Año: 2024
6 puntos
FE EN LA PATERNIDAD
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Hay una línea media del cine francés que está lejos del mainstream, pero también del círculo más autoral, seudo-independiente y festivalero. Es un tipo de cine que no suele entrar en el radar de los premios o la consagración crítica, aunque tiene algunas cosas interesantes para decir. También es de ese tipo de cine que a veces no tiene la potencia estética suficiente y que se aferra en exceso a lo discursivo. Un buen padre, con sus virtudes y defectos, es un ejemplo de esta corriente.
La ópera prima de Ronan Tronchot está situada en un pequeño pueblo de Francia, donde Simon (Grégory Gadebois) se desempeña como sacerdote a cargo de una parroquia y tiene su vida bastante bien encaminada. Es decir, su rutina es agitada, entre las demandas de sus feligreses y los avatares burocráticos de la Iglesia, pero lo cierto es que se ha ganado con creces su lugar en la comunidad y cierta satisfacción consigo mismo. Sin embargo, ese escenario estable entrará en crisis cuando reaparezca en su vida Louise, una mujer a la que no veía desde su seminario, quien le presenta a Aloé, su hijo de once años, de quien Simon es su padre. Obviamente, Simon deberá hacerse cargo de esta situación en varios niveles: primero, asumiendo su rol paterno; luego, procurando que sus superiores en la Iglesia acepten que su vocación como sacerdote puede compatible con el hecho de también ser padre.
Los dos primeros tercios de Un buen padre son más que atractivos, a partir de cómo aborda sus conflictos con naturalidad, sin remarcaciones y haciendo énfasis en la cotidianeidad del protagonista y cómo esta se ve alterada. Es en los espacios que transita Simon, en sus movimientos, gestos e interacciones, en cómo ejecuta su rol de liderazgo y referente que vemos sus capacidades y limitaciones -en especial con una subtrama centrada en una joven de la parroquia con un embarazo no deseado-, además de cómo introduce las novedades a sus dilemas diarios. La puesta en escena, despojada y sin remarcaciones particulares, permite una dosis de ambigüedad importante, dándole lugar a las dudas, pero no sobre la fe, sino sobre las implicancias de la paternidad, sobre cómo cumplir con ese deber, y hacerlo sin descuidar otro papel, de carácter más social y comunitario. Esas dudas son las que explican actitudes bastante cuestionables de Simon, pero humanas, lógicas dentro de alguien que ve sacudido su mundo de certezas.
Lamentablemente, la última media hora, donde se dilucida si la paternidad de Simon puede ir de la mano con su posición en la Iglesia, pierde casi toda la sutileza y ambigüedad de los minutos previos. En cambio, Un buen padre cae en las resoluciones forzadas y las sentencias altisonantes, entregándole todas las respuestas fáciles al espectador y sin dar lugar a otro tipo de interpretaciones. De hecho, en la última secuencia, enfocada en un monólogo de Simon frente a la feligresía, es una especie de auto-aplauso por parte del film. Uno inmerecido y fuera de lugar, por cierto, porque los silencios y gestos podían decir mucho más.
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