Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: Felipe Wein
Guión: Felipe Wein
Intérpretes: Juan Nemirovsky, Esteban Menis, Julieta Tramanzoli, Jorge Prado, Fabián Arenillas, Vanesa Maja
Fotografía: Joaquín Pulpeiro
Montaje: Manuel Ferrari
Música: Dante Fisi
Duración: 63 minutos
Año: 2024
6 puntos
CARRERA CONTRA LA MUERTE
Por Guillermo Colantonio
Apenas unos segundos para aclarar (tal vez innecesariamente) qué significa un arbolito en la jerga de la Argentina, un plano medio del protagonista ofreciendo sus servicios y una rápida sucesión de viñetas del microcentro porteño. Parece lo necesario para los propósitos de una película que está concebida a partir del frenesí y la velocidad narrativa. Su gancho es eficaz en términos de guión: un joven debe mucho dinero y tiene poco tiempo para pagar. En otras palabras: ha cagado donde se come. Entonces, en apenas una hora y minutos, correremos con él y veremos de qué modo trata de zafar a todos los obstáculos que se le presentan. La virtud consiste en mantener la tensión emocional; el problema es que esa lógica efectista y la rapidez anulan prácticamente un trabajo con las imágenes que no se distinga del universo multimedia actual.
El mundo de las operaciones especulativas y financieras dentro de un marco clandestino está presentado como lo que es, un cúmulo de personajes nefastos que se mueven de un lado a otro, que manejan sus códigos y que creen que hacen un trabajo. Entre ellos, el protagonista, Richard, cuyas actitudes son una montaña rusa de acciones inescrupulosas, como si creara constantemente su propio infierno. En su anhelo enfermizo de tener guita a toda costa puede verse un prototipo vernáculo, sin embargo, no hay en la película ninguna mirada concesiva porque elude cualquier justificación psicológica. El foco está puesto en la huida constante de quienes reclaman el dinero.
Ligada estética y musicalmente con antecedentes policiales de otras décadas, su apuesta es meramente narrativa. La clave es el montaje en busca de una aceleración que no permite pensar ni al protagonista ni a los espectadores. Esas son las reglas del juego: mientras corre el dinero de mano en mano, corremos con los ojos sin respirar. Es parte del mundo y de la noción de tiempo que estos nichos proponen, tan pintorescos como asquerosos. Por eso, no hay otra ética posible para Richard que pisotear a los demás en una selva de intereses que responden al individualismo más feroz. Como su vida, la vida de la película acaso sea de corta memoria, de goce fugaz.
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