Por Patricio Beltrami
NdR: este artículo contiene spoilers.
Los conflictos del séptimo episodio de El Pingüino tuvieron como base la misma disyuntiva: ¿quién es el jefe? De manera directa, los principales personajes confrontaron para empezar a determinar quién controlará el crimen organizado de Ciudad Gótica. Pero, más allá de algún planteo interesante, ciertas resoluciones resultaron deslucidas y previsibles. Escrito por Vladimir Cvetko y dirigido por Kevin Bray, Top Hat inicia con un flashback a la infancia de Oz (Colin Farrell) para ilustrar su mayor trauma: el origen de la dependencia con su madre Francis (Deirdre O’Connell). En ese tiempo, Oz (Ryder Allen) ya poseía rasgos que se profundizarían a futuro: su admiración por los criminales a partir de la figura de Rex Calabrese (Louis Cancelmi), quien empleaba a Francis (Emily Meade) como contadora; el resentimiento social, materializado en las bromas, inocentes y no tanto, que le jugaban sus hermanos Benny (Nico Tirozzi) y Adam (Owen Asztalos); y el enamoramiento hacia su madre, que con el paso de los años adquiriría ribetes más turbulentos. Top Hat cuenta cómo Oz pasó a ser el hombre de la casa: provocó la muerte de sus hermanos, ahogados en el desagüe luego de que se rieran de su renguera. A pesar de haber tomado consciencia del peligro que los niños corrían en medio de esa inundación, el pequeño no demostraba culpa, sino que también se lo veía feliz con el hecho de no compartir a su madre. En el presente, Oz regresa a Crown Point para descubrir que Sofía (Cristin Milioti) y Salvatore Maroni (Clancy Brown) habían secuestrado a su madre. Tras enviar a Victor (Rhenzy Feliz) por ayuda, Maroni y sus matones entran al departamento para golpearlo y secuestrar a Oz. En su mansión, Sofía enfrenta a Francis para intentar descubrir algún otro punto débil de su enemigo, pero sólo halla a una mujer dura y temeraria que desvaría por sus problemas de salud mental. Allí empiezan los problemas del capítulo. Maroni y sus matones ingresan con Oz a su guarida para reclamar el control del bliss. Sin embargo, los empleados de El Pingüino cortan la luz y desbaratan a sus enemigos mientras Oz y Sal pelean en un vagón. A punto de vencer al traidor, Maroni muere a causa de un infarto. Lo que parecía un paso de comedia sin timing termina siendo un pasaje ridículo cuando El Pingüino comienza a insultar y balear al cadáver mientras proclama su triunfo. Más patético que gracioso, este segmento demuestra las limitaciones de los autores para trabajar la comedia en una historia por momentos tan sórdida. Por su parte, Sofía acude al hogar para hablar con su sobrina Gia (Kenzie Grey), ya que podría incriminarla por la muerte de toda la familia Falcone. Aunque en principio intenta calmarla, descubre que Gia se ha provocado heridas en sus brazos. Ante ello, confiesa la autoría del atentado, ya que era lo mejor que les podía haber ocurrido. Tras la visita, Sofía colapsa en el pasillo al comprender que su sobrina padecía la misma fragilidad que ella. Todo se complica aún más cuando atiende una llamada y, del otro lado de la línea, Oz le informa que asesinó a Sal y le ofrece un trato: el bliss por su madre. Aquí hay otro pasaje flojo de Top Hat, ya que El Pingüino despliega una emboscada básica sin temor a que las cosas salgan mal. En tanto, los sucesos del día provocan que Sofía aborde la situación desde una lógica distinta a la que tendría su padre o cualquier mafioso. Por eso, envía un vehículo cargado de explosivos que destruyen la plantación de drogas mientras Oz termina refugiado, por azar, en el mismo túnel donde sus hermanos habían muerto ahogados. Aturdido por la situación, el mafioso sale de las alcantarillas para comprar la destrucción de la zona hasta que cae secuestrado por los hombres de su enemiga. Top Hat avanza decididamente en las primeras resoluciones por la lucha del poder en el submundo criminal de Ciudad Gótica mientras intenta explorar los rincones más retorcidos de la lógica del protagonista a través de su historia familiar. Esta apuesta funciona bien principalmente en la primera mitad del capítulo, donde los flashbacks se alternan con la continuidad del relato para sustentar algunas de las decisiones y acciones que aparecen en pantalla. Sin embargo, a lo largo de la segunda mitad existe una necesidad narrativa de cerrar arcos y subtramas que se ejecutan de manera poco sutil, apuradas como nunca en esta miniserie.
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