Título original: Heretic
Origen: EE.UU. / Canadá
Dirección: Scott Beck, Bryan Woods
Guión: Scott Beck, Bryan Woods
Intérpretes: Hugh Grant, Sophie Thatcher, Chloe East, Topher Grace, Elle Young
Fotografía: Chung-hoon Chung
Montaje: Justin Li
Música: Chris Bacon
Duración: 111 minutos
Año: 2024
4 puntos
ATEÍSMO PARA PRINCIPIANTES
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Recuerdo que, hace ya bastante tiempo, durante el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, tuve la oportunidad de entrevistar, junto a otros críticos, a Eli Roth, que venía a presentar Hostel. Al salir de la reunión, un colega me comentó que el problema de realizadores como Roth era que solo veían cine, en el sentido de que sus películas solo se construían desde la cita y el guiño, como una cáscara vacía de cinefilia. En los últimos años, el problema parece ser el inverso, con films hechos por gente que pareciera no haber visto cine nunca, porque en verdad sus preocupaciones pasan por enunciar alguna clase de discurso ideológico y para ellos lo cinematográfico es apenas un recurso. Es decir, otra cáscara vacía, pero donde la superficie es una especie de ideologismo.
Lo mencionado previamente es un poco lo que pasa con Hereje, lo cual no deja de ser raro, porque si pensamos los antecedentes de sus realizadores, Scott Beck y Bryan Woods (Un lugar en silencio como guionistas, 65: al borde de la extinción como directores), se podía detectar un conocimiento y amor por géneros como la aventura, la ciencia ficción y el terror. Quizás la respuesta pase porque el film está bajo el paraguas de A24, el Miramax de esta época, un estudio que quiere ponerle a todo su sello, uno donde la canchereada, la frialdad y hasta el cinismo son los marcos dominantes. Y eso lleva a que se desperdicie una premisa concisa y potente a la vez: dos jóvenes misioneras mormonas, la Hermana Barnes (Sophie Thatcher) y la Hermana Paxton (Chloe East), arriban a la casa de un amable señor inglés llamado Reed (Hugh Grant) con el propósito de lograr que adhiera a su fe, pero en cambio se ven metidos en un juego de encierro físico y psicológico, cada vez más opresivo y terrible, que pone en peligro sus vidas.
Convengamos que los primeros minutos de Hereje tienen lo suyo, por más que ya veamos cierto paternalismo en la mirada sobre las dos jóvenes, lo cual preanuncia problemas futuros. El intercambio inicial entre ellas y Reed, un señor aparentemente amable, tiene una fina pero palpable escalada de tensión cuando él empieza a hacer unas cuantos planteos incómodos sobre la fe mormona, aunque sin revelar por completo sus intenciones. Es ese enigma, sobre cuáles son los objetivos y métodos de Reed, además de algunos componentes de las historias previas de Barnes y Paxton, los que mantienen la atención y el suspenso. Más aún porque Beck y Woods muestran que saben trabajar con los espacios, las sombras y el sonido para generar inquietud.
Sin embargo, pronto Hereje pone todas sus cartas sobre la mesa y nos damos cuenta de que quiere cantar quiero vale cuatro con un 2 de copas. Posiblemente porque la película tiene un problema similar al de Pecados capitales: su punto de vista coincide con el del villano, que reniega de todas las religiones, a las que ve como sistemas de manipulación y mentiras que son casi idénticas entre sí. Pero si por lo menos el film de David Fincher se hacía cargo de su postura, Hereje la quiere disfrazar con giros pretendidamente astutos y discursos entre altisonantes y cancheros. Hay, por caso, un monólogo de Reed donde compara a las encarnaciones previas y posteriores del juego de mesa Monopoly, y a las cadenas de comida rápida con las religiones, que es digno de un blog marginal de un militante de izquierda con ansias de aprobación. Así, entre toda esa teología y filosofía pretenciosas, el terror se va disolviendo y dependiendo de los golpes de efecto.
Podría dar para preguntarse si Hereje es realmente atea o en verdad es espiritual, si descree de las instituciones religiosas o no tanto. Pero sería darle demasiada entidad a una película que, a medida que pasan los minutos, va perdiendo ambigüedad, hasta finalmente explicar todo lo que pasa y por qué, no sea cosa que alguien vaya a confundirse. Y que encima se olvida una regla muy importante para el terror religioso (y para todos los géneros): primero están los personajes, luego la historia y finalmente el discurso, no lo opuesto. Hereje baja línea para querer hacernos sentir y sentirnos inteligentes, pero solo deja patente su banalidad.
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