
Título original: Ezra
Origen: EE.UU.
Dirección: Tony Goldwyn
Guión: Tony Spiridakis
Intérpretes: Bobby Cannavale, William A. Fitzgerald, Tess Goldwyn, Sophie Mulligan, Rose Byrne, Daphne Rubin-Vega, Ella Ayberk, Dov Davidoff, Emma Willmann, Greer Barnes, Meg Hennessy, Lois Robbins, Robert De Niro
Fotografía: Daniel Moder
Montaje: Sabine Hoffman
Música: Carlos Rafael Rivera
Duración: 101 minutos
Año: 2023
7 puntos
PADRES E HIJOS EN EL CAMINO
Por Mex Faliero
Siempre juntos es una rareza en varios sentidos. Es rara porque aún teniendo el tema de la crianza de un hijo con autismo como centro, se aleja de los lugares comunes y los clichés, es honesta y no tira discursos tranquilizadores. Pero es más rara aún porque en este tiempo de revalidación del discurso feminista y la mirada sobre lo femenino, donde todas las películas parecen estar obligadas a ir por ese lado, el film de Tony Goldwin cuenta un drama de padres e hijos, de hombres que resuelven sus conflictos a la manera que prototipos de hombres clásicos los resuelven. O los pueden resolver. Una de white people problems diría el boludaje. Es una película sensible -claro que sí-, emotiva cuando lo tiene que ser -también-, pero es sumamente clara en la forma en que sus personajes se van desarmando y confesando ante los demás, y ante la cámara. Se nota que Goldwin es actor, porque la fuerza fundamental de su película está precisamente puesta en el valor de las actuaciones: y Bobby Cannavale, Rose Byrne, Robert De Niro están perfectos; también la joven revelación William A. Fitzgerald; y hasta Vera Farmiga en una pequeña y clave participación.
Siempre juntos es también una película sobre el arte, más precisamente sobre la comedia, a partir de que el protagonista, Max, es un standapero o un intento de tal, que utiliza su experiencia personal para hacer humor en una retroalimentación que va de la realidad como material para la ficción y de la ficción como salida para la realidad (sus colegas están un poco agotados de que su acto de comedia esté invadido por sus dilemas existenciales). Es un poco ese mundo inventado por Max, de victimización constante, también de estancamiento, de hombre adulto encapsulado en una mentalidad algo caprichosa y adolescente, el que lo lleva a tomar una decisión fundamental para su vida y para el relato, que si no, no habría película: enojado porque lo obligan a institucionalizar a su hijo en una escuela especial y a tomar una medicación, decide tomar a su hijo sin permiso de la madre (están divorciados) y llevárselo de viaje hacia Los Angeles, donde espera participar de un casting para el programa de Jimmy Kimmel. A su manera también una road movie, Siempre juntos aprovecha ese movimiento de los personajes para correr el tema de la neurodivergencia hacia un lado y centrarse en la experiencia de estos padres e hijos. Además de Max y Ezra, tenemos a Stan, padre del primero y abuelo del segundo.
El guión de Tony Spiridakis tiene la inteligencia y la sensibilidad para hablar de esos temas sin exagerar el melodrama, apurando siempre una salida graciosa o retorcidamente graciosa, un poco como el espíritu de su protagonista, que usa el humor para escapar hasta que no hay más recorrido y tiene que afrontar sus conflictos. A diferencia de otras películas por el estilo, que manejan un tono agridulce hasta un desenlace en el que desbarrancan en el mar de lo lacrimógeno, Siempre juntos se mantiene estoica, acierta en las formas y en las confrontaciones entre sus personajes, en los pases de factura pero también en los momentos confesionales. No hay excesos, no hay soluciones mágicas, sólo una serie de verdades personales que no tienen por qué ser compartidas, pero que son las formas que los personajes encuentran para acercarse a los otros, especialmente Max y Stan. Siempre juntos es una de padres e hijos un poco demodé, un poco a espaldas de lo que se consume, un poco buscando un camino personal sin ceñirse a los discursos de moda. Cine, pequeño y familiar en este caso, pero cine al fin de cuentas.
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