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El planeta de los simios (1968)



YOU MANIACS!

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Junto a “¡La puta que vale la pena estar vivo!”, el “You Maniacs! You blew it up! Ah, damn you! God damn you all to hell!” que tira a los pies de la Estatua de la Libertad enterrada en la costa Charlton Heston, al final de El planeta de los simios, debe ser una de las puteadas más recordadas de la historia del cine. Bueno, la de Alterio en Caballos salvajes probablemente la recordemos por estos lados del mundo, pero la del film de Franklin J. Schaffner se recuerda universalmente porque además la escena es imponente: tras lograr escapar del asedio de los simios gobernantes en lo que suponemos un extraño planeta, el astronauta George Taylor (Heston) se dirige, acompañado de una humana primitiva llamada Nova, hacia una zona donde los primates no ingresan. Pero la sorpresa es mayúscula cuando al avanzar por la costa descubre medio cuerpo de la citada estatua, lo que le da la idea de que en vez de en un planeta perdido su nave se había estrellado en la Tierra, muchos años en el futuro, con los simios siendo la especie dominante y los humanos sometidos a la esclavitud. Era un final imponente además de lúdico y paradojal, seguramente proveniente de la imaginación de Rod Serling, creador de La dimensión desconocida, quien adaptó en primer momento el libro de Pierre Boulle (luego llamarían a Michael Wilson para que rescriba un guión que resultaba muy caro de filmar).

Pasaron más de 50 años de aquella película (y más de 60 de la publicación de la novela) y El planeta de los simios sigue entre nosotros. Un poco porque Hollywood no tiene imaginación y otro tanto porque el concepto es tan interesante, tan maleable entre la dureza de la reflexión existencialista y la ligereza de su especulación de ciencia ficción Clase B, que es inevitable sentirse atraído por la experiencia. Si bien la novela de Boulle generó el interés inmediatamente de los estudios, en verdad muy pocos confiaban en el buen destino de una película en la que la mayoría del elenco tendría que andar portando máscaras de simio sin que termine siendo algo kitsch o meramente ridículo. Y si bien a partir de esta primera película se inició una saga que terminó yendo a ese lugar problemático que se creía en un principio, lo cierto es que el film de Schaffner logra pisar la delgada línea que separa lo sublime del mamarracho con envidiable elegancia: sus dilemas morales son más que atendibles. El planeta de los simios es un film de ciencia ficción en un momento bisagra en que el género estaba dejando atrás su costado más lúdico y comenzaba a ponerse serio: 2001: odisea del espacio es también del 68 y cuatro años después llegaría Solaris. La de Schaffner es una película, entonces, que plantea ciertos dilemas existencialistas pero que también se permite ser aventurera y espectacular dentro de sus limitaciones. La primera secuencia en la que aparecen los simios, una notable escena en la que cazan a varios humanos entre unos pastizales altos, seguramente inspiró al Steven Spielberg de El mundo perdido, cambiando simios por velociraptores y humanos por… bueno, siempre son humanos los cazados.

Claro está que el principal atractivo de El planeta de los simios pasaba por la presencia de Heston, un actor de carácter que era una suerte de héroe hollywoodense, actuando en varios péplums y films bíblicos, y que aquí si bien por un lado explotaría esa vertiente sería en definitiva una reversión un poco amarga: digamos que su heroísmo es básicamente inutilizado por los simios, mientras que el final amargo, de evidente fracaso, pone a Heston en otro lugar. Lo que representa también uno de los triunfos de la película: apropiándose de un aire de época (y la década siguiente sería mucho más áspera en el cine norteamericano), la expectativa que generaba la presencia del actor terminaba siendo aniquilada por un final del que no había escapatoria. Heston aprovecharía esta nueva faceta en películas de ciencia ficción muy setenteras como Soylent Green o exponentes del cine catástrofe como Terremoto o Aeropuerto. Y El planeta de los simios marca, además y de manera tal vez un poco inconsciente, nuevas formas y posibilidades del cine norteamericano rumbo al gran espectáculo. Aunque habría que esperar una década con el asentamiento de la franquicia Star Wars.

De alguna manera la imagen de Heston del final podría ser una metáfora del cine clásico norteamericano enterrado y el alumbramiento de un nuevo Hollywood. Y ahí, sí… “You Maniacs! You blew it up! Ah, damn you! God damn you all to hell!”.


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