El staff de Funcinema aborda la programación del 25° Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI) con un repaso veloz sobre las diferentes películas. 15 películas reseñadas.
Agnus Day
de Giuseppe Isoni / 8 puntos
Entre el terror religioso y el terror corporal, este cortometraje italiano de poco más de veinte minutos generó oleadas de espanto en sus espectadores. Se trata de la historia de un muchacho que luego de un caso bullying comienza a sangrar por los ojos. El problema comienza cuando además de los chorros de sangre, estos no parecen secarse con nada, lo que lleva a una comunidad a pensar que se encuentran con un milagro y por ende este muchacho es tratado como una divinidad. Isoni aprovecha los pocos espacios donde transcurre esta historia al máximo, incluso se da el lujo de utilizar la cámara lenta para subrayar el momento más importante. Si el cortometraje shockea es porque su director consigue algunas escenas impactantes como aquella que muestra al protagonista a punto de cortarse el parpado o esa cara entregada a la locura mientras es abrazado por sus seguidores, que demuestra que en pocos minutos puede contar algo sin estirarlo. Pero también juega con la idea de que si uno deja de lado a alguien que quiere entrar en un grupo la situación puede darse vuelta y quedar excluido. Santiago González
Corresponsal
de Emiliano Serra / 7 puntos
Película difícil. Se trata de la historia de un periodista que es contratado en plena dictadura para dar una imagen negativa sobre muchos jóvenes idealistas. Serra realiza un thriller político que recuerda al de Steven Spielberg en The Post, es decir se zambulle en la burocracia de los medios, en el trabajo de aquel periodista interpretado con convicción y entrega por Gabriel Rosas como un hombre gris que acepta con miedo esos trabajos a la vez que enloquece con el correr del tiempo. Corresponsal también coquetea con el cine de terror, en especial con algunas imágenes impactantes y en el trabajo visual para mostrar el estado paranoico en el que está su personaje principal, acompañado por la banda sonora a cargo de Lucas Fridman. Corresponsal también se beneficia de un excelente diseño de arte que con poco logra trasportarnos a la década del setenta mediante pequeños y trabajados detalles como un televisor, un teléfono e incluso el vestuario de sus protagonistas. Una verdadera sorpresa. Santiago González
Corresponsal
de Emiliano Serra / 5 puntos
Un momento histórico trágico y complejo es un material de utilización constante en el lenguaje audiovisual, para ser revisitado por actuales y futuras generaciones. Sin embargo, no hay una regla universal sobre la cantidad precisa que es requerida para mostrar con fidelidad los eventos ocurridos, de hecho, un evento como una guerra puede ser narrado desde múltiples perspectivas con buenos o malogrados resultados. Con la última dictadura militar sucede lo mismo; si bien Argentina, 1985 (2022) es el ejemplo más cercano, en los primeros años de la vuelta de la democracia se realizaron películas más relacionadas con lo testimonial o documental, con un menor empeño en la destreza cinematográfica. Esto ocurre con la reciente Corresponsal, donde las capas virtuosas, poner foco a un periodista que trabaja encubierto para los militares, son opacadas por exponer una realidad conocida, hasta obvia para los personajes del film. Queda en evidencia con la decisión de no utilizar el excelente plano final de este protagonista con dualidad moral, y por momentos torpe en su accionar, con un encierro expuesto en un trabajo forzado por sus captores y sí darles lugar a personajes reales para reafirmar lo que ya se venís narrando. Por otro lado, es interesante el registro de la época, desde el clima político hasta la vestimenta. Emiliano Attadia
El agrónomo
de Martín Turnes / 6 puntos
Un ingeniero agrónomo se muda con su familia a un pueblo de La Pampa, más cerca de su actividad profesional. Su posición, tanto en el ámbito social como en el laboral, es intermedia; piensa en comprar una chacra, pero no tiene la plata para eso. Se junta con unos amigos, más acomodados, y la diferencia de vidas es evidente. En el trabajo su jerarquía es mayor que la de los peones, pero menor que la del dueño del campo. Si bien la decisión de fumigar no es suya (aunque es funcional a un sistema), los lugareños comienzan a hostigarlo. Las cosas se complican incluso puertas adentro, con una hija que lo culpa directamente de la enfermedad de una amiga. El agrónomo aborda la problemática de los agrotóxicos desde un lugar también intermedio: aunque la posición al respecto es clara (para susto de los empresarios agropecuarios, que ya alzaron su voz contra la película), la dimensión humana de la historia permite ver los grises del tema, las contradicciones de quien vela por un futuro mejor. Si esto funciona es en buena parte por la enorme interpretación de Diego Velázquez, un actor ideal para componer al tipo simple sobrepasado por las circunstancias. Sobre su rostro, cuya expresión se va descomponiendo con el correr de los minutos, se apoya la tensión, la capacidad de la película de interpelar. Una experiencia concisa (poco más de una hora), entre el thriller y el drama familiar, un tanto plana en su forma, pero efectiva. Marcos Ojea
El cambio de guardia
de Martín Farina / 9 puntos
Farina, con una cantidad de películas que lo respaldan, no sólo es un hombre que filma, que escucha y que observa. También es un notable montajista y con El cambio de guardia confirma que es un gran comediante. El título refiere a la ceremonia anual del Regimiento Patricios que sucede frente al Cabildo. Entre quienes asisten año tras año a la ceremonia está un grupo de compañeros y amigos que pertenecieron a ese cuerpo, para quienes es un compromiso sagrado estar allí. Farina se ocupa de eso, digamos que es el marco, sin embargo, su agudo poder de la mirada y su sensibilidad le permiten desplazar el foco a las reuniones de asados, encuentros y desencuentros, porque de allí nace gran parte de lo que Argentina ha sido durante las últimas décadas en cuanto a idiosincrasia gestada en lo cotidiano. Sin ser una cámara intrusiva, guardando la distancia necesaria (porque de familia se trata también) y captando momentos desopilantes, se gesta progresivamente una comedia cuyos participantes llevan a cabo conversaciones que desembocan siempre (montaje astuto mediante) en lo político, incrustado hasta la médula en cada casa, familia, capaz de despertar actos de intolerancia, gestos fundamentalistas y peleas como reconciliaciones. Ahora bien, esto que podría haberse planteado de modo solemne, crítico, desde un lugar de superioridad moral, es todo lo contrario. Las tensiones están, los datos más oscuros de una generación que creció durante la dictadura, las inevitables muecas del disparate típico de una charla de amigos, los que están, los que se fueron a vivir al extranjero, pero son todos signos que se integran a una trama donde el humor es una especie de escudo y una forma de pensar también el presente político de la Argentina. No obstante, como sostenía Borges, pese a todo, tal vez el rasgo que nos defina sea la amistad. Si algo queda, entre tantas aristas de la película, es el férreo núcleo de compañeros y su capacidad para preservarlo. Farina lo observa, no lo juzga. Para los espectadores, esto implica un arco que va desde los Hermanos Marx hasta los machos patéticos, pero en definitiva es el cariño lo que pervive. A ellos los une el amor más que el espanto. Guillermo Colantonio
Hombre muerto
de Alejandro Gruz y Andrés Tambornino / 7 puntos
La Argentina es rica en sus variadas locaciones, poco aprovechadas por nuestra industria cinematográfica. Entre ellas está la provincia de La Rioja, donde permite generar un clima desértico, y es bien utilizada en Hombre muerto para crear un western tardío. Con el mismo nombre que el film del ya consagrado Jim Jarmusch, esta película explora, o por lo menos lo intenta a la largo de los 107 minutos, un género casi inexistente en la filmografía local. El punto a favor es el registro actoral, con Osvaldo Laport en el papel de un hombre aventajado a punto de ser padre con un pasado extraño (una característica propia de estos largometrajes: un solitario en busca de redención) y Diego Velázquez como el terrateniente más importante del pueblo, cargado de codicia y locura, donde también se encuentran en roles secundarios Daniel Valenzuela y Roly Serrano. A su vez, toma lo mejor de películas del oeste, como la fotografía o la típica escena de enfrentamiento de armas. Sin embargo, es en el cambio de tono, entre comedia, aventura y drama, donde no termina de consolidarse la apuesta inicial. Emiliano Attadia
Italpark
de Juan Carlos Domínguez / 6 puntos
Domínguez se mete en su documental con uno de los recuerdos más potentes de una generación: el Italpark, aquel parque de diversiones que tal vez como ninguna otra cosa habla de un tiempo y una forma de infancia que parece haber quedado en el pasado para nunca más volver. Si bien es un acontecimiento eminentemente porteño, quienes vivimos en Mar del Plata tuvimos la posibilidad de disfrutara de una réplica en menor escala generada a partir de diferencias entre los socios. Italpark, el documental, hace el viaje previsible: el de los niños hoy adultos que recuerdan con nostalgia y el de los trabajadores que participaron de aquel emprendimiento, que terminó trágicamente a comienzos de los 90’s entre sospechas de sabotajes. No es curioso que Italpark no haya sobrevivido a los 90’s, década que transfiguró múltiples rituales de la sociedad argentina a partir del materialismo extremo que comenzó a gobernar el imaginario social. Desde la simpleza expositiva, Domínguez construye el relato de un par de generaciones perdida entre aquellas luces y juegos alucinantes, una suerte de Disneylandia humilde y popular. Italpark tiene un público cautivo y acierta en los modos de comunicar, habrá que ver si tiene más vida por fuera de ese gueto de cuarentones y cincuentones nostálgicos. Mex Faliero
La generación del 60: La amistad que no se conocía
de María Adela González / 7 puntos
Dos ancianos se juntan en una sala a hablarse después de sesenta años sin verse, aunque tampoco les interesaba encontrarse. Podría tratarse de una historia de amistad, pero esta reunión toma otro tono cuando descubrimos que se trata de Manuel Antín y José Martínez Suárez, quien moriría pocos años después. A través de estas charlas y fragmentos de sus trabajos, la directora va logrando que estos dos pesos pesados del cine nacional vayan redescubriéndose y dándose cuenta que, en realidad, tienen mucho en común. No se trata de un documental biográfico, sino más bien cómo cada uno veía el cine del otro. Entre las miradas tiernas de Suárez y la honestidad casi de entrevista de Antín, el documental se vuelve un artefacto valioso no sólo para volver a ver su cine sino también para ver a estos maestros que al principio pareciera que se odian, pero que después -en una última escena- termina convirtiéndose en una amistad que debería haber durado muchos años más. Santiago González
La Habana de Fito. El documental
de Juan Pin Villar / 7 puntos
El registro de varias horas de conversación entre el director y el músico rosarino en un hotel de La Habana encontró la forma en un documental que, si bien no ofrece demasiado desde la puesta en escena, es rico en contenido. Sobre todo porque decide ir un paso más allá en relación a otros enfoques sobre Cuba, incorporando una veta crítica cuya consecuencia es que prohibieran su exhibición allí. Fito ha ido varias veces al país de la revolución. Su mirada a la distancia encuentra el tono justo como para hallar un equilibrio entre la fascinación que provoca la isla, su cultura, su gente, pero las falencias de un sistema político viciado, más allá del bloqueo feroz al que fue sometido. Mientras conversa con Villar, los recuerdos, las canciones y varias anécdotas copan el relato y es esa capacidad de narrador de Páez la que sostiene el interés la mayor parte del tiempo, además de los archivos con actuaciones, acompañado de distintas personalidades, entre ellos, el gran Pablo Milanés. Si algo surge como importante en medio de la charla es la idea del ser humano atravesado por las circunstancias. Revisar el pasado en la isla es también el encuentro de Fito con los sucesos que recorrieron su vida y de qué modo ello condicionó sus propias experiencias y evaluaciones sobre Cuba, desde la idealización, pasando por el contacto con la gente, hasta cierto desencanto ante hechos injustificables como las persecuciones y los fusilamientos. Pese a todo, una de las escenas más lindas, lo encuentra a Fito defendiendo el patrimonio cultural, la arquitectura de la ciudad, como algo que debe sobrevivir al tiempo y a los intereses del mercado. Eso sí se debe defender, porque en cada pedazo de la hermosa arquitectura de la ciudad hay una historia para la posteridad. Guillermo Colantonio
Los amantes astronautas
de Marco Berger / 7 puntos
Como si se tratara del reverso de Un rubio (2019), la nueva película de Berger narra una historia de amor que se va construyendo de a poco, casi involuntariamente, hasta volverse inevitable. Si en aquel film los personajes estaban envueltos en una atmósfera pesada, de una sordidez pastosa, acá lo que se impone es la liviandad, que incluso da lugar a la ternura. Pedro vuelve a la Argentina después de muchos años en España, para pasar un verano junto a su primo y los amigos en una casa cercana a la playa. Uno de ellos es Maxi, con el que rápidamente conecta, habilitando un ir y venir de histeriqueos que serán el núcleo de la película. En su doble rol de director y guionista, Berger hace dos cosas muy bien: les da a sus personajes diálogos fluidos, naturales, y los filma con una distancia prudente, haciendo que circule el aire en el plano, que los cuerpos y los espacios respiren. Como es costumbre, cuenta con actores ideales para esos roles, en este caso Javier Orán y Lautaro Bettoni. El intercambio entre ambos resulta encantador, con las dos posibilidades del término funcionando juntas: encanto y también encantamiento, que influye sobre un espectador captado por la pantalla. Si bien hacia la mitad la película se vuelve un poco reiterativa, después se suelta (como los protagonistas), desafiando algunas expectativas y confirmando otras. Los amantes astronautas, entonces, nos muestra a un Berger más relajado y optimista, con la madurez necesaria para exhibir de frente esas cualidades. Marcos Ojea
Moto qué? Motochorros
de Luis Hitoshi Díaz / 7 puntos
Un “docucollagepunk”. Así se define la nueva película de Hitoshi Díaz, que narra el arribo de la banda mendocina Motochorros a Buenos Aires, para presentar su segundo disco. Las canciones registradas en vivo se intercalan con las reflexiones de los integrantes de la banda, a las que se suman las opiniones de algunos pioneros del género. Casi todas giran alrededor de la misma pregunta: ¿existe el punk en la actualidad? No hay una sola respuesta, aunque muchos coinciden en que el punk ya pasó, que quedan vestigios, mutados en otras formas, pero que el movimiento como tal ya se extinguió. ¿De dónde surge Motochorros, entonces, y cómo su existencia se argumenta y se sostiene en el presente? Ahí aparece el encanto de la película: movidos por un sentir generacional, la banda cuenta que el origen de su música puede tener que ver con las influencias punk clásicas, pero que la raíz está en el cine. En Mad Max, en Cuidado: Hércules vigila. Ser punk es, ante todo, una actitud ante la vida, y estos pibes combaten desde su lugar de resistencia; una superficie estética desde la que proyectan su punk conceptual, cinematográfico, que integra públicos y estratos sociales. En sus recitales vemos a un punkie clásico, de cresta y parches, y al lado un hípster de manual con una remera de Tribeca. Podrán ser tildados de “caretas”, de ser un fraude, pero son una banda que extrae materia viva de los escombros de una época. Hitoshi Díaz abraza el espíritu artesanal de Motochorros con un montaje desprolijo, en ocasiones jugando a ser el borrador de una película; una narración que se va buscando (y encontrando) mientras transcurre. Y encima, las canciones están buenísimas. Marcos Ojea
Salón de uñas
de Gonzalo García Pelayo / 7 puntos
Una de las siete películas que se presenta en esta edición de Bafici, que homenajea al director Gonzalo García-Pelayo. Se trata de una comedia de rematrimonio cercana al cine de Ernst Lubitsch, sobre todo aquel realizado antes del Código Hays en 1934, donde una pareja que maneja un salón de uñas se enamora de las manos de uno de los clientes al que le piden hacer un extraño trío. El director decide contar la película en pocas escenas (unas ocho en total) de entre nueve y once minutos aproximadamente en donde los actores, a pesar de contar con un guion, tienen que mantener escenas tan largas utilizando la improvisación. Es por eso que la película se regodea en la incomodidad de las reacciones exageradas de los rostros de sus protagonistas. Es una comedia de diálogos, muy graciosa, pero a la vez esos rostros esconden miles de sentimientos y no funcionaría sin la presencia de sus dos actores principales cuyas miradas son imponentes y expresivas. Santiago González
Steppenwolf
de Adilkhan Yerzhanov / 7 puntos
El cine de Yerzhanov es uno de espacios. Steppenwolf es prueba de ello, un cine donde la cámara se pasea por caminos áridos y desiertos siguiendo a sus personajes, en este caso un policía de códigos poco éticos y una mujer shockeada por la desaparición de su hijo. Ambos emprenden un viaje encontrándose con distintos personajes cuyos destinos tienden a la tragedia. Yerzhanov filma distante la acción con un tono frio y realista mostrando que este tipo de crímenes que ocurren es algo de todos los días. Si Steppenwolf también funciona es porque juega con los géneros, en especial con el western, con John Ford a la cabeza, lo que lleva a algunos homenajes evidentes, pero también divertidos. Además, las escenas de acción mantienen la atención del público y algunas realmente impactan por la frialdad y regodeo de ese policía corrupto. Santiago González
Un hombre que escribe
de Liliana Paolinelli / 7 puntos
El primer riesgo que encierra un documental con sólo una cabeza parlante es que el interés que pueda despertar es proporcional al personaje retratado o entrevistado. Sin embargo, más allá de ese presupuesto, y si uno no se entrega fácil a los prejuicios, muchas veces esta clase de películas son más estimulantes que horas y horas de regodeo formalista. En este caso, quien habla es un hombre que escribió y nos dejó una de las mayores obras literarias argentinas, el que tiene sed (qué hermoso título para referir el alcoholismo), Abelardo Castillo. El primer mérito de Paolinelli es permanecer fuera de campo como interlocutora. No hay un minuto de desperdicio en cada intervención del escritor. El marco de la conversación son sus Diarios, pero obviamente hay derivaciones hacia otros temas jugosos: el campo intelectual, las relaciones con los lectores, su vida, la propia experiencia de la escritura, la generación del sesenta, entre otros. Entre el gesto desafiante, huraño, del tipo que parece que se va a comer la cámara o cuya lengua aparenta ser una navaja, y la sonrisa socarrona, se devela una especie de amabilidad y de confianza que el propio montaje logra. Hay una alternancia en modo automático de fragmentos visuales con parte de sus cuentos, novelas y los propios diarios, pero en general la propuesta se mantiene firme con la elección de la cabeza parlante. El resultado confirma dos cosas. Primero, que el cine sigue siendo un poderoso antídoto frente a la muerte. De allí el carácter hipnótico que nos queda de un hombre que ya no está en este mundo, pero con el cual podemos seguir dialogando. Luego, que la experiencia de los grandes narradores sigue cotizando alto como resistencia frente a la pavada verbal circundante de una vida regida por redes formadoras de alienados. Guillermo Colantonio
Vinci / Cuerpo a cuerpo
de Franca González / 6 puntos
González se sumerge en el universo creativo del escultor Leo Vinci. No lo hace a pasos acelerados, sino con el tiempo y la forma que requieren el trabajo artístico. Y fundamentalmente abordando un aspecto crucial: el inefable paso del tiempo para un hombre que aún, a sus 92 años, desea completar proyectos y sueños estéticos. No obstante, es el cuerpo la cárcel que condena a una mente lúcida y a pleno. Lo físico es un componente determinante y entonces la lucha con los materiales es desigual. Parte del documental escenifica bloques de mármol esperando para ser manipulados. Pero también hay otra lucha, la de un hombre que se enfrenta a sus propios demonios, que revisa su pasado, que añora la naturaleza como motor de inspiración. El registro no es expositivo ni mucho menos. González elige un modo de acercamiento intimista, compenetrándose con la distancia justa, como si también la cámara se consustanciara en una búsqueda de algo inefable. Es una oda a la creatividad, a la persistencia de la memoria personal y la posibilidad de visibilizar a un artista mayúsculo desde la humildad de su trabajo diario. No obstante, cabe reparar en cierto espíritu desangelado que, en ocasiones, alejan la empatía ante lo que vemos. Guillermo Colantonio
Why dig it when you can pluck it
de Cambria Matlow
Una familia en plena crisis va de vacaciones a una playa. Con esa simple premisa su directora toma una decisión chocante: filma su película en blanco y negro y en formato 4.3, lo que hace que ese mundo se vea más cerrado. Hay sonido, pero este se encuentra fuera de campo, haciéndonos pensar en el cine de Lucrecia Martel. No es ilógico esto teniendo en cuenta que así lo dijo luego de terminada la primera función. A la vez la fotografía a cargo de Ben Bach hace palpable aquel mundo, esa mano en las rocas, ese diario que escribe su protagonista, una espectacular Sol Marina Crespo, se trata de imágenes que recuerdan lo físico del cine cada vez más perdido en las películas actuales. ¿Qué pasará con esta familia? Su directora responde que esta respuesta quedará en la subjetividad de cada espectador, pero se puede entrever cierta tristeza que corre durante toda la película, sobre todo en la anteúltima escena en donde no vemos pero escuchamos una violencia presente en las relaciones de los tres personajes principales. Santiago González
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