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La profecía (1976)



EL HORROR RELIGIOSO COMO GRAN ESPECTÁCULO

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Entre finales de los sesenta y principios de los setenta, Hollywood entregó las que posiblemente sean las películas más icónicas de un subgénero al que podríamos denominar como “terror demoníaco” o “terror religioso”: El bebé de Rosemary (1968), El exorcista (1973) y La profecía (1976). Cada una, con sus respectivos estilos, se constituyó en un referente y tuvo enorme influencia a posteriori. En el último caso, fue una demostración de cómo el horror íntimo y personal podía adquirir connotaciones de gran espectáculo, tanto desde la puesta en escena como desde la construcción narrativa, aún a costa de perder algo de sutileza.

Es que si las obras maestras de Roman Polanski y William Friedkin creaban tensión y angustia desde simbolismos puntuales e imágenes cargadas de ambigüedad, lo del film de Richard Donner es otra cosa. Es una sucesión de shocks cada vez más reveladores, que ya comienza con la secuencia de créditos, pautada por el inolvidable tema Ave Satani, de Jerry Goldsmith. Después hay, sí, un drama íntimo y concentrado, sobre un diplomático que, luego de que su esposa pierde a su bebé durante el nacimiento, decide adoptar clandestinamente a un niño que nació el mismo día, para ir descubriendo años después, a partir de una serie de muertes misteriosas e impactantes, que ese infante de origen desconocido podría ser el Anticristo.

Hay otra senda de continuidad y a la vez diferencia entre La profecía y sus hermanas mayores. Las tres, más allá de sus planteos religiosos y demoníacos, no dejan de ser películas sobre la paternidad y la maternidad, que reflejaban los miedos usuales de los padres frente al nacimiento, el crecimiento o la entrada en la adolescencia de sus hijos. Asimismo, coincidía con disputas generacionales en tiempos de hipismo, agitación política y desconfianza en las instituciones. Pero La profecía se apartaba se apartaba del horror corporal y el encierro de El bebé de Rosemary y El exorcista, para hacia espacios abiertos que le jugaban en contra al protagonista y ese terror de shock, donde la violencia se prevé, pero también sorprende. Por eso, además, la presencia de Gregory Peck en el papel principal: para avalar, desde su porte clásica, un relato que en varios pasajes se acerca al disparate y le pide al espectador una total credulidad.

Ver La profecía en la actualidad nos permite recordar, adicionalmente, el aporte invaluable y a la vez casi silencioso que hizo Donner al mainstream hollywoodense entre finales de los setenta y principios de los noventa. Con la que fue una de sus primeras películas (venía de una larga trayectoria como director en la televisión), aportó elementos al terror religioso, pero también influyó en sagas slasher como la de Destino final. Luego, con Superman (1978), allanó el camino para el posterior florecimiento del cine de superhéroes, en especial el Batman de Tim Burton. Del mismo modo, Los Goonies (1985) y la franquicia de Arma mortal (1987, 1989, 1992 y 1998) poseen lugares sumamente relevantes dentro del cine infantil y de acción, respectivamente. Siempre con la invisibilidad del artesano que se pone al servicio de las estrellas y lo que se cuenta con efectividad y eficacia. Un gran constructor del entretenimiento y la espectacularidad, sea para divertir, fascinar o aterrar.


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