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Rose

Título original: Ídem
Origen: Francia
Dirección: Aurélie Saada
Guión: Aurélie Saada, Yaël Langmann
Intérpretes: Françoise Fabian, Aure Atika, Grégory Montel, Damien Chapelle, Pascal Elbé, Michèle Moretti, Bernard Murat, Mehdi Nebbou
Fotografía: Martin De Chabaneix
Montaje: Françis Vesin
Música: Aurélie Saada
Duración: 102 minutos
Año: 2021


6 puntos


MÁS INSINUACIONES QUE ESTALLIDOS

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Como buena parte de las cinematografías más estables y consistentes, el cine francés tiene una segunda línea de producciones razonablemente confiables, aunque tampoco de gran nivel. Es un cine que se pretende autoral y personal, aunque muchas veces le cuesta encontrar y exhibir, precisamente, personalidad. Rose, comedia dramática coescrita y dirigida por Aurélie Saada, ratifica esta senda, atravesando una constante medianía, incluso dentro de sus desniveles narrativos.

El relato se centra en Rose (Françoise Fabian), a quien vemos inicialmente feliz en el cumpleaños de su marido, aunque esa felicidad estalla rápidamente con el fallecimiento de su pareja, poco después de que se conoce de que padece una enfermedad irreversible. Con 78 años, esa pérdida produce una reexaminación identitaria, íntima y personal en la protagonista, pero también el golpe afecta fuertemente a sus hijos: Sarah (Aure Atika), que ha estado eternamente detrás de un amor no correspondido; Pierre, un judío ortodoxo cuya estructura conservadora se ve sacudida por una mujer que lo atrae fuertemente; y Leon (Damien Chapelle), que nunca ha podido cobrar autonomía y que hasta atraviesa problemas legales. En verdad, la súbita ausencia del patriarca lo que hace es derrumbar un equilibrio familiar frágil, sacando a la superficie los conflictos individuales y grupales que estaban latentes.

Hay un pequeño conjunto de méritos indudables en la película de Saada: una puesta en escena fluida, donde la cámara se mueve de manera permanente, pero sin agotar el ojo del espectador; un humor entre irónico y juguetón que permite catalizar de forma más fluida los vaivenes dramáticos de la historia; y actuaciones sólidas, que nunca caen en el showcito personal. Especialmente por parte de Fabian, que carga con el peso de la mayoría de las secuencias relevantes con sobriedad y encanto a la vez. Pero también es cierto que la apuesta del film va develándose progresivamente como un planteamiento de situaciones conflictivas y no mucho más. No se trata tanto de dejar al espectador haciéndose cargo de la incertidumbre familiar que contempla, sino de cierto temor a explorar las implicancias no solo de las tensiones reveladas y de las posibles resoluciones traumáticas.

El plano final, donde Rose protagonista se permite mirar a cámara -y, con ella, al público- muestra a las claras las contradicciones de Rose película, los condicionamientos que ella misma se impone. El estallido queda a medias y solo tenemos una especie de bajada de línea -algo subrayada, por cierto- sobre lo que les puede pasar a las personas (especialmente a las mayores) cuando su mundo habitual se derrumba y asoma la posibilidad de uno nuevo. Por eso es que Rose es interesante en su balance dramático y conflictivo, pero también limitada, como una suma de partes que no se anima a ser un todo que lleve a fondo su perspectiva sobre las dinámicas familiares.


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