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24 líneas por segundo: Bayona, el corazón sobre todo

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

En lo 90’s el cine catástrofe volvió con todo. Por las posibilidades de la tecnología para generar imágenes cada vez más increíbles, este subgénero era sin dudas el lugar donde experimentar con la capacidad de asombro del espectador. Claro, el progresivo acostumbramiento de la platea hizo que cada vez lo que veíamos nos resultara menos sorprendente y lo que quedaba en evidencia era la vacuidad de películas donde lo único importante era la destrucción. Digamos, las películas catástrofe siempre contaron con un coro de personajes revelando el espíritu de supervivencia del ser humano ante el desastre, pero por lo general sus conflictos no eran más que lugares comunes que podíamos ver en una telenovela berreta. En el fondo no importaba, porque lo que nos maravillaba era el colapso del mundo, ya sea por un terremoto, un tsunami, un tornado, una invasión alienígena, un meteorito o el propio Godzilla. Con el agotamiento del subgénero, en 2012 el español Juan Antonio Bayona le dio una vuelta de tuerca: tomó un hecho real, algo de lo que por lo general el cine catástrofe rehúye (si lo que importa es la exacerbación de la destrucción, mejor no jugar con víctimas reales), y lo convirtió en un gran espectáculo de supervivencia. Y ahí está Lo imposible, con esa enorme secuencia del tsunami en Tailandia, que muy posiblemente clausure la forma de registrar un fenómeno como ese. Si el conflicto humano se volvía por momentos un tanto meloso, Bayona sacaba a relucir su conocimiento del cine de género para impactarnos y desafiar nuestro nivel de tolerancia, pero sobre todo para construir personajes que nos importan en su simpleza y que deseamos que se salven. Una década después Bayona hace lo mismo con una de las demostraciones de supervivencia más grande que ha tenido la humanidad: el grupo de rugbiers uruguayos que se estrellaron en Los Andes y que pasaron más de 70 días a la intemperie. Se trata de una epopeya significativa, que imbrica cuestiones éticas y morales, obviamente destacándose el canibalismo como dato morboso. Con la mochila sobre la espalda de la muy buena ¡Viven! de 1993, con La sociedad de la nieve Bayona hace parecer a aquel film de Frank Marshall como un cuento de niños: el director español no sólo registra los momentos impactantes con un envidiable sentido de lo cinematográfico, sino que -otra vez- construye personajes básicos que nos importan. Por eso, como en Lo imposible, la aventura emociona: Bayona sabe que el contexto es tan gigantesco que no precisa más que poner a sus personajes (y ponernos a nosotros espectadores) en un lugar de debilidad extrema. Obviamente que la perfección técnica importa, pero lo que nos termina subyugando es lo humano, sentirnos pequeños ante la adversidad, y el espíritu de supervivencia. Bayona descubre aquello que mejor nos representa como especie. Entre tanto morbo, con el que la película juega al límite de nuestra tolerancia, se revela lo humano, el corazón, que era lo que importaba de estas películas entre tanta tecnocracia.


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