Por Mex Faliero
Si desde hace años el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata parece tomado por una gestión que confunde constantemente lo político con lo partidario, lo de anoche en la Sala Piazzolla, con la inauguración de la 38ª edición, ingresa en los anales de la desmesura y la poca vergüenza. Una ceremonia como excusa para que un ministro de Economía, devenido en candidato a la presidencia de Unión por la Patria, haga su acto de campaña.
Un ministro de Economía como figura principal de la inauguración de un festival de cine. Eso sí que no se debe haber visto nunca en ningún lado. Esta noche sentó precedente… y un presidente.
Lo curioso de todo el asunto, y lo que le resta un poco de indignación, es lo deslucido, lo hecho sin ganas que se vio todo, incluso con un teatro que lejos estuvo de mostrar la fiesta de la liturgia peronista que uno esperaba. Evidentemente, la crisis llegó también a la movilización. Con muchas butacas vacías, la inauguración del Festival estuvo particularmente fría.
Pero la presencia de Massa fue el foco principal. Relegados, a un costado, aparecieron como telón fondo los Pablo Echarri, los Juan Leyrado, los Luis Ziembrowski, los Gerardo Romano. Curioso en una noche donde se habló de la importancia del cine, lo que menos importó fue el cine. O el cine, su mundo, un sector de la industria, armándole la puesta en escena al candidato. Massa en el frente y los artistas, pequeños, apenas para la foto.
Y pasaron los discursos. Nicolás Batlle, presidente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), y Luis Scalella, de la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos (FIAPF), fueron los más moderados, centrados en lo institucional y en la relevancia que tiene el Festival. Fueron discursos económicos, más acorde con el tono general de esta edición.
Más encendido, obviamente, estuvo el ministro de Cultura, Tristán Bauer, quien sacó a relucir todo el arsenal discursivo del candidato a presidente Javier Milei, opositor a Sergio Massa en el balotaje del 19 de noviembre, hablando de “motosierras” y “dinamita” para contraponerlo con la repetida idea de “tomarnos de la mano para construir” y con “más democracia”.
Finalmente, apareció Masa sobre el escenario, quien se comprometió a “trabajar en más y mejor financiamiento para el cine argentino, combinándolo con la generación de recursos de otras industrias que, desde lo audiovisual, nos generaron herramientas de difusión”. Los aplausos y los gritos, reforzando cada frase del candidato, competían con los “se siente, se siente, Massa presidente” que surgían cada tanto. El Festival de Cine ya era una unidad básica.
Y el cine finalmente se filtró, por donde pudo. Primero fue con un par de spots, también muy módicos, que fueron presentados por la conductora Gabriela Radice. En primera instancia uno, narrado por Ricardo Darín, sobre la relevancia del cine, y del cine argentino en especial. El otro, que sirvió de adelanto para uno de los ejes temáticos de esta edición: la censura en el cine de la dictadura y los 40 años de recuperación de la democracia.
Los discursos finales fueron para el presidente del Festival, Fernando Juan Lima, el director artístico Pablo Conde y la programadora María Fernanda Mugica, quienes recorrieron velozmente la programación, haciendo una síntesis de las casi 150 producciones que se verán este año. Y, mientras esto sucedía, de fondo se preparaba el plato principal, el escenario y la pantalla para la película de apertura: Hombre de la esquina rosada, de René Mugica, en un reluciente 4K de copia remasterizada.
La película, basada en el cuento de Jorge Luis Borges, habla de un mundo de malevos que comienzan a ver el final, mientras de fondo se observan los festejos por el primer centenario de la patria. Posiblemente la película estuviera diciendo algo sobre lo que acabábamos de presenciar, la decadencia de un mundo que se resiste a dar el último suspiro. Comenzó el Festival de Cine, que con sus luces y sus sombras se extenderá hasta el domingo 12.
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