Título original: No one will save you
Origen: EE.UU.
Dirección: Brian Duffield
Guión: Brian Duffield
Intérpretes: Kaitlyn Dever, Elizabeth Kaluev, Zack Duhame, Lauren L. Murray, Geraldine Singer, Dane Rhodes, Evangeline Rose, Dari Lynn Griffin
Fotografía: Aaron Morton
Montaje: Gabriel Fleming
Música: Joseph Trapanese
Duración: 93 minutos
Año: 2023
Plataforma: Star+
6 puntos
UN MECANISMO ASTUTO Y NO MUCHO MÁS
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Los nuevos tiempos en el cine de género parecen exigir más astucia que sensibilidad, más premisas que predispongan al público (y buena parte de la crítica) a reacciones específicas antes que relatos realmente consistentes. Es decir, a una mecanización que se impone al esfuerzo estético y narrativo. Algo de eso se puede ver en Nadie podrá salvarte (disponible en Star+), que viene cosechando múltiples elogios, entre ellos de un tal Stephen King, y que, la verdad, visto y considerando, suenan un tanto exagerados para un film apenas correcto.
No deja de ser raro que en la dirección y el guión esté Brian Duffield, que venía de coescribir De amor y monstruos, una pequeña película repleta de sentimiento y cariño por sus personajes. Acá, en cambio, presenta un dispositivo ingenioso y bien ejecutado, aunque algo superficial en su construcción. Hay, sí, una buena idea inicial, a la que el film luego exprime en exceso y un poco arbitrariamente: una única protagonista, sobre la que pesa toda la narración, que prácticamente no pronuncia palabra en todo el largometraje (se escuchan apenas cinco palabras en unos 90 minutos). Se trata de Brynn (Kaitlyn Dever), una joven que es rechazada por la comunidad de su pueblo por un motivo que recién se revela hacia el final y que vive aislada de todo y todos en una casa que, de tan prolija, parece de ensueño. Una noche, Brynn escucha unos ruidos en su casa y descubre que hay un intruso, que resulta ser un alienígena. A partir de allí, se irá dando cuenta que hay una invasión en progreso, que los extraterrestres son capaces de tomar posesión de los cuerpos humanos y que no podrá contar con ninguna ayuda, por lo que contará consigo misma.
En Nadie podrá salvarte se pueden rastrear múltiples influencias, que abarcan no solo exponentes clásicos de la ciencia ficción, como La dimensión desconocida o La invasión de los usurpadores de cuerpos. Es que también hay un intento de actualización social y de género de ese tipo de relatos, poniendo en cuestión temáticas contemporáneas, como los prejuicios sobre las mujeres y la construcción de memorias determinadas sobre eventos traumáticos, en los que otras voces son silenciadas. De hecho, que la protagonista no pronuncie palabra (incluso cuando quiere o intenta hacerlo), es una metáfora no muy sutil de lo dicho previamente. Esto no estaría necesariamente mal, sino fuera porque la película estira en demasía su planteo y acumula secuencias con atmósferas potentes, pero sin un hilo conductor sólido que los una entre sí. Duffield se muestra como un narrador hábil, eso es innegable, pero que descansa en exceso en un verosímil algo débil y en la corporalidad de Dever, que ya hace rato viene mostrando versatilidad en los distintos registros que trabaja.
Donde Nadie podrá salvarte termina de cerrar su tesis entre sociológica y estética es con su giro final, que busca torcer las expectativas más convencionales, lo que un poco logra. Pero ese cierre, que coquetea con una mirada de la protagonista atravesada por un imaginario entre idealizado y siniestro, no es tan arriesgado como se pretende. Es más bien sentencioso y arbitrario, casi prepotente. Nadie podrá salvarte no es revolucionaria como algunos quieren ver: es un ejercicio de un guionista que fuerza las herramientas a su disposición para mostrarse innovador, aunque lo que concreta no es sorprendente como presume.
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