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Lakers: Tiempo de ganar – Temporada 2

Por Emiliano Attadia

(@emilianoattadia)

Tiempos difíciles atraviesan al cine y a la televisión en Estados Unidos. En mayo, con la huelga de guionista y todavía sin resolución clara, se terminó de configurar una problemática actual de dicho mercado relacionada a la creciente inclusión de la inteligencia artificial en el uso de proyectos y, a su vez, la compensación residual por reproducciones actuales en streaming de retransmisiones. A esto se le suma la poca información pública sobre los números de las plataformas, lo que imposibilita un claro análisis de qué tan bien o tan mal le está yendo a un contenido alojado allí. Bajo todo este escenario pesimista, nos enteramos que la nueva temporada de aquella serie que estamos esperando con ansias, no vendrá porque ha sido cancelada de forma anticipada. Una situación aún peor fue con Lakers: Tiempo de ganar, ya que la confirmación de la no renovación para una necesaria tercera temporada se conoció con un recurso narrativo pésimo: un par de placas aclaratorias llenas de texto junto con videos de fondo para explicar qué pasó en los años posteriores, luego de la derrota deportiva del equipo de NBA en los últimos minutos del séptimo capítulo, que marcó el cierre de esta segunda entrega.

Más allá de la variable subjetiva de no identificar un debate clásico de domingo o lunes por parte de los espectadores post emisión de episodio; algo que estuvo presente en Succession o, para ir un poco más lejos, Game of thrones, para citar dos casos de HBO (productora de Tiempo de ganar); es innegable la alta calidad que tuvo la serie, y suelen poseer gran parte de los contenidos brindados por esta empresa. La extinta, a esta altura hay que llamarla así, surge de la adaptación del libro Showtime: Magic, Kareem, Riley, and the Los Angeles Lakers Dynasty of the 1980s, del periodista y escritor especialista en deporte Jeff Pearlman. Esa apuesta arriesgada de llevar dicho pasatiempo a la ficción tuvo una gran primera temporada, con recursos visuales similares a la llegada del VHS al hogar, a fines de los setenta, sumado a la ruptura (por momentos excesiva y en otros con mucha gracia y astucia) de la cuarta pared. A lo largo de diez capítulos, Max Borenstein y Jim Hecht, creadores y guionistas, junto con la bendición de Adam McKay (realizador de entre otras: No mires arribas, La gran apuesta y El reportero: la leyenda de Ron Burgundy), que dirigió el primero, exponen el rápido ascenso de un joven Earvin “Magic” Johnson (con la revelación de Quincy Isaiah) en los Lakers, que encuentra su ideal aliado empresarial en Jerry Buss (personificado en su versión más extrema por John C. Reilly), al momento que este compra la decaída franquicia en 1979. Una adaptación libre del mencionado libro, con una buena cuota de dramatización extrema para plasmar la adrenalina lógica del momento histórico (un capitalismo americano de puro endeudamiento que se terminó de consolidar con la presidencia de Ronald Reagan) y del deporte en sí.

Más allá de que la escena inicial es un flashforward con el retiro casi definitivo de “Magic” del básquet cuando le detectan VIH en 1991, la temporada anterior se ocupa de narrar el primero de los cinco anillos conseguidos, en 1980. Esto se termina de configurar con la presencia del líder espiritual del equipo, Kareem Abdul-Jabbar (Solomon Hughes), un frenético Jerry West (Jason Clarke) tratando de ser el nexo entre dirigencia y entrenadores; unos inexpertos Paul Westhead (Jason Segel) y Pat Riley (un resurgido Adrien Brody); además de exponer el glamour, los excesos, el apogeo del hip hop y la consolidación del funk y el soul.

Si la primera representa una historia perfecta de ascenso inesperado, la segunda temporada expone la vanidad, y posteriores conflictos entre Westhead y “Magic”, a lo que se le suma el villano perfecto: Larry Bird (Sean Patrick Small), emblema de los Boston Celtics y la antítesis del protagonista. La competencia deportiva va subiendo capítulo a capítulo, donde explota con la mítica final de 1984 entre ambos equipos, lo que representa, además del cruce geográfico Oeste contra Este, una lucha de clases y un choque cultural en su máxima expresión. La decisión de abarcar varios años y conflictos (lesión de Johnson o cuestiones amorosas de distintos personajes) en tan sólo los siete capítulos, le juega en contra a esta temporada para profundizar distintas cuestiones, pero no deja de lado la calidad conseguida en la temporada anterior. Sobre todo, se justifica en los tiempos actuales, donde es impensado llevar a cabo diez temporadas para contar cada año de la carrera de la estrella en la NBA.

No importa que Tiempo de ganar no sea una representación fiel de esos vertiginosos años. Hasta invita al espectador a investigar y encontrarse con importantes videos de archivo en internet, sumada a información concreta, una práctica que se fue perdiendo con el consumo actual efímero de contenidos. De hecho, la serie tiene un excelente complemento en el documental de cuatro capítulos Me llaman Magic Johnson disponible en Apple TV+, que narra no sólo la faceta deportiva del astro sino también su posterior lado empresarial y familiar. Toda esta gran historia, centrada en la rivalidad hermosa entre Magic y Bird, y su futura amistad, quedó sin conclusión por la negativa de continuidad de una serie que tenía todo para llegar a un público que puede gustarle o no el básquet.

NdR: La serie fue cancelada. Las dos temporadas están disponibles en la plataforma HBO Max.


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