Por Mex Faliero
El estreno de Sombras de un crimen, el policial negro (film noir en las reuniones de cinefilia) dirigido por Neil Jordan y protagonizado por Liam Neeson, pone en claro un aspecto que desde hace un tiempo más o menos se conoce: Estamos ante un género al borde de la muerte. El camino del cine negro puede ser puesto en espejo con el del western -e incluso con el musical-, un género que durante dos o tres décadas fue el eje de la industria del cine norteamericano, aunque a diferencia de aquel tenía una fuerte raigambre literaria. Mientras el western parece construir su imaginario en la pantalla, el noir es una suerte es suposición de cómo aquel mundo escrito podía ponerse en imagen, en cierta medida ya era una reproducción. Ambos géneros comenzaron a morir a mediados del siglo pasado, más allá de algunos referentes que intentaron darle nueva vida. Hasta podríamos decir que nunca se dejaron de hacer westerns y film noires, más allá de que las formas se volvieron cada vez más maleables y el aspecto era un poco el del homenaje. A favor de las películas del oeste podemos decir que su ética ha sabido infiltrarse en otras apuestas. Sin ir muy lejos, la serie The mandalorian puede ser vista tranquilamente como un western. Al policial negro le ha costado más y podemos argumentar esa falencia en su estética: Parece casi imposible no caer seducido por la fuerza de la superficie del género, de la misma manera que los detectives caen rendidos ante las femme fatales. Mujeres peligrosas, lluvia, sombreros, sobretodos, cigarrillos, sombras, mugre y sordidez son elementos casi indispensables en las películas del género. Y como si fuera una fiesta de disfraces, es casi inevitable recurrir a todo este arsenal de referencias. El problema es cuando esa apuesta puramente superficial es un fin y no una herramienta narrativa. Podemos caerle a la fallida Sombras de un crimen, pero lo cierto es que tal vez desde Los Angeles al desnudo no hay un noir destacado en el cine norteamericano, más allá de la apuesta esteticista de Robert Rodríguez en Sin City. Hay una podredumbre, un malestar, una suciedad que los policiales negros clásicos sabían reproducir porque, en todo caso, había un conocimiento de ese submundo, una cercanía. Hoy la mayoría del cine vive del homenaje y la referencia. En esa vacuidad, un género como este va perdiendo valor comiéndose la cola a sí mismo. Tal vez ya sea tiempo de colgar el sombrero y dejar la placa en el escritorio.
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1 comment for “24 líneas por segundo: Film Noir, un género al borde de la muerte”