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Quizás para siempre

Título original: Maybe I Do
Origen: EE.UU.
Dirección: Michael Jacobs
Guión: Michael Jacobs
Intérpretes: Emma Roberts, Luke Bracey, Richard Gere, Susan Sarandon, Diane Keaton, William H. Macy, Kirk Kelly, Gina Jun, Natalie Ortega, Setty Brosevelt, Kevin D. Benton
Fotografía: Tim Suhrstedt
Montaje: Erica Freed Marker
Música: Lesley Barber
Duración: 95 minutos
Año: 2023


3 puntos


DIOS ES AMOR

Por Patricio Beltrami

(@Pato_Beltrami)

Una frase memorable y un acto significativo. El clímax de una comedia romántica no necesita más que eso para quebrar la duda del amante y, de esa manera, sellar un amor que se presume para toda la vida. En ocasiones, tal es la potencia de estas escenas que los espectadores quedamos rendidos ante semejante gesto. Sin embargo, nada de esto ocurre en Quizás para siempre. Ni siquiera la presencia de grandes exponentes del género en los ochenta y noventa alcanza para dotar a la película de una pizca de encanto y romanticismo genuino. En este caso, el amor se expresa y se perciba a través de larguísimos y tediosos discursos sobre la felicidad, el compromiso y el miedo al fracaso, todo pasado por un filtro extremadamente moralista y religioso.

En principio, Quizás para siempre aborda la crisis de Michelle (Emma Roberts) y Allen (Luke Bracey), quienes tras un incidente en la boda de una amiga descubren que su pareja se encuentra en una encrucijada: Se casan o se separan. En este contexto, por separado ambos recurren al consejo de sus padres y, luego, organizan el primer encuentro entre las familias para decidir cuál será el futuro de la relación. Sin embargo, todos desconocen la conexión cruzada entre los progenitores: Howard (Richard Gere, padre de Michelle) y Mónica (Susan Sarandon, padre de Allen) fueron amantes durante cuatro meses, mientras que Grace (Diane Keaton, madre de Michelle) y Sam (William H. Macy, padre de Allen) tuvieron una improvisada cita la noche previa a la cena. Sin embargo, la pareja joven nunca logra apoderarse del centro del relato, no tanto por el tenor de las figuras en pantalla o por la calidad de las interpretaciones (solo Macy alcanzn algunos pasajes dignos de comedia y drama), sino porque el rol de los padres resulta preponderante para orientar la historia.

De hecho, la película arranca con un monólogo en off a cargo de Howard, donde se establece la carga de arrepentimiento y lamento que lo aquejan. En esta línea también se ubica a Grace y Sam, fervientes defensores de la familia, mientras que alevosamente Mónica, adúltera sin culpa y alma vengativa, queda en la vereda del pecado. Asimismo, los valores, rituales, símbolos y elementos cristianos son esenciales para la historia de estas seis personas. En ese sentido, lógicamente el matrimonio solo se concreta en la ceremonia religiosa y, según el ejemplo de los padres, importa más el compromiso ante Dios que el amor al prójimo, aunque eso se declame tediosamente a lo largo del film. A su vez, la presencia de objetos en escena, como los anillos o la Biblia, guía el comportamiento de los personajes de manera exagerada e irracional, pero no llegan a materializarse como acciones humorísticas.

Si bien pretende ser una comedia romántica, Quizás para siempre se destaca por la carencia de gracia. De hecho, esa cena familiar, un encuentro cargado de secretos y revelaciones, podría haber sido un gran momento para trabajar la comedia romántica desde el humor, la incomodidad y el ridículo, pero evidentemente nada podía ser más relevante que el mensaje. En contraposición, el director y guionista Michael Jacobs elige que los diálogos sean trascendentes para moldear las decisiones de la joven pareja, pero solo provoca que las intervenciones de los padres e hijos se concreten a través de extensos monólogos. Con un marcado sesgo moralista y cristiano, estos discursos son tan apáticos, aburridos y superficiales como los mismos personajes, repletos de lugares comunes, consignas vagas y mensajes vacíos sobre el amor, el compromiso, el futuro, el arrepentimiento, el tiempo perdido y, por supuesto, Dios. Finalmente, todo se resuelve fuera de campo, sin frases memorables ni actos significativos.


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