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Buenas noches, Oppy

Título original: Good Night Oppy
Origen: EE.UU.
Dirección: Ryan White
Guión: Ryan WhiteHelen Kearns
Testimonios: Angela Bassett (narradora), Steve Squyres, Moogega Cooper, Jennifer Trosper, Abigail Fraeman, Ashley Stroupe, Rob Manning, Bekah Sosland Siegfriedt, Kobie Boykins, Vandi Verma, Ashitey Trebi-Ollennu
Fotografía: John Beck Hofmann, David Paul Jacobson
Montaje: Rejh Cabrera, Helen Kearns
Música: Blake Neely
Duración: 105 minutos
Año: 2022
Plataforma: Prime Video


8 puntos


UNA VERDADERA ODISEA ESPACIAL

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Hay dos películas que se me vinieron a la cabeza mientras miraba Buenas noches, Oppy, el fascinante documental de Ryan White que registra la misión a Marte coordinada por la NASA con la participación de dos robots, el Opportunity y el Spirit. Una de las películas es obvia, se trata de WALL-E, la animación de Pixar que tenía como protagonista  un rover como aquellos, encomendado a la noble tarea de descubrir si la Tierra volvía o no a ser habitable. Buenas noches, Oppy y WALL-E se conectan por esa imperiosa necesidad de los humanos de otorgarle conciencia (humana) a todo lo que se mueve, con el objetivo de generar un lazo emocional. Si bien el film de Andrew Stanton tenía a su favor la lógica de la animación para humanizar, el documental de White logra el milagro de convertir a esos dos robots en personajes con sentimientos a partir de la pura evocación de los testimonios y el uso de la tecnología. La otra película es Misión rescate de Ridley Scott, en la que Matt Damon quedaba varado en territorio marciano. El lazo aquí entre la ficción y el documental surge a partir de esa otra pulsión humana, el optimismo, aun cuando la aventura que se emprende parece derivar hacia la inevitable derrota. En todas estas conexiones, lazos, vínculos lo que termina definiéndose es tal vez el carácter más positivo de nuestra especie: su constante curiosidad por todo aquello que lo rodea. De ahí que la película se siga con un asombro, y una emoción, constantes, que es la misma que aflora en el rostro de cada uno de los entrevistados.

Producido por Amblin, Buenas noches, Oppy sigue a un grupo de científicos y técnicos de la NASA en su lugar de trabajo: la central desde donde desarrollaron y comandaron una expedición que ha sido clave para los avances científicos relacionados con la astronomía: por ejemplo, confirmar que en Marte hubo agua. La misma comenzó en 2003 y tenía como tiempo expiración, aproximadamente, unos 90 días. Vale decir que la experiencia duró mucho más, pero lo mejor es descubrirlo con la película si es que no se conoce la historia. White se vale de testimonios a cámara y de unas imponentes animaciones digitales para recrear la experiencia de Opportunity y Spirit en Marte, lo que también nos revela el estado actual de las cosas en el cine: cualquier imagen puede ser creada y eso ha servido en ocasiones para el descrédito de la ciencia. Sin embargo el documental, que funciona también como indudable soporte de la NASA, no tiene problemas en utilizar el recurso para darle un carácter más cercano a la experiencia del espectador. Y para que la conexión con esos robots, que tienen ojos a decir de uno de los científicos, sea directa.

Hay varios temas que atraviesan al documental, desde la mera curiosidad por el cosmos, el uso ético y moral de la tecnología, a cuestiones como la paternidad, expuesta de manera osada en varios de los testimonios: cómo la relación de los protagonistas con su trabajo y, fundamentalmente, con esos dos robots, se acerca al lazo que se genera entre padres e hijos, derribando en el camino una mirada histórica que diferencia -y eleva- la paternidad  por sobre cualquier otro vínculo. Pero sobre todo, Buenas noches, Oppy es una película sobre profesionales, con los dilemas y conflictos que surgen en un espacio en el que conviven varios trabajadores (con sus emociones y caracteres) durante días, meses, años. Y todo esto agigantado por el carácter entre obsesivo y comprometido de la tarea que llevan adelante. La escena en la que, luego de no tener datos desde Marte, finalmente reciben señal del Spirit es uno de los momentos más emocionantes del año cinematográfico, que surge a partir de la alegría de esos rostros y la forma en que la presión de años de trabajo se descomprime en una tensa milésima de segundos. Lo mismo sucede con todo lo que mueven para lograr que Oopy se saque una selfie desde Marte. Y ahí conectamos otra vez con Misión a rescate, porque todos los días uno de los operarios es el encargado de elegir una canción para motivar al equipo, tema que además signifique algo con el momento que se atraviesa. Y suena ABBA nuevamente y todo se envuelve de un fulgor pop que contradice la misantropía habitual con la que la ciencia ficción pesimista ha moldeado los relatos de viajes al espacio.

Lo que queda claro en el documental, entre tanta aridez marciana, es que lo realmente maravilloso no sucede en el espacio, sino acá abajo, en la Tierra, cuando el ser humano revela su capacidad de asombro ante todo lo que lo rodea, y cuando ese asombro lo lleva a ser niño otra vez y a emocionarse como la primera vez con lo desconocido.


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