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El estafador de Tinder

Título original: The Tinder Swindler
Origen: Inglaterra
Dirección: Felicity Morris
Guión: Felicity Morris
Testimonios: Simon Leviev, Cecilie Fjellhøy, Kristoffer Kumar, Pernilla Sjöholm, Ayleen Charlotte, Natalie Remøe Hansen, Erlend Ofte Arntsen
Fotografía: Edgar Dubrovskiy
Montaje: Julian Hart
Música: Jessica Jones
Duración: 114 minutos
Año: 2022
Plataforma: Netflix


6 puntos


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Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

El estafador de Tinder es una demostración de cómo funcionan algunas cosas en el micro-mundo de Netflix. Este documental de Felicity Morris estuvo en boca de todos hace unas semanas (hasta se lo debatió en los magazines televisivos, cima absoluta del Perogrullo social) y progresivamente fue desapareciendo de la charla cotidiana. Esa cualidad de la plataforma, la revelación de su popularidad, se da a partir de cómo se instalan en el imaginario estas producciones de segundo o tercer orden, que carecen de un valor cinematográfico pero por algún motivo impactan y alcanzan cierta masividad global. Lo otro que se demuestra, y que tal vez tenga que ver con lo marcado anteriormente, es su carácter de informe televisivo sobre-producido. Eso potencia la calidad adictiva de estas películas, que se ven como necesidad para cubrir un hueco en el consumo de producción audiovisual y que se deja de lado velozmente para saciar la necesidad con una nueva producción.

Esto que acabamos de decir tal vez no diga tanto sobre la película, pero sí sobre un diseño que nos condiciona la mirada: uno puede adivinar cómo en la selección de temas y en la forma de representarlos hay una manipulación evidente y una deliberada búsqueda del impacto. No se puede decir que El estafador de Tinder no sea efectivo, pero también hay que reconocer que ser efectivo parece ser su único objetivo. De alguna manera Netflix opera aquí como el protagonista de su película, ese falso magnate israelí que seduce mujeres por la red social de citas y nosotros, los espectadores, como las víctimas candorosas que caemos rendidas ante sus encantos.

El estafador de Tinder expone un caso estrafalario por lo increíble, pero bastante normalizado en este presente de vínculos virtuales: las estafas montadas a través de las redes sociales. En este caso, la de un joven israelí que buscaba mujeres en Tinder por toda Europa, les vendía un nivel de vida altísimo y las terminaban embaucando solicitándoles sumas cuantiosas de dinero que nunca más devolvía. El documental presenta tres casos, que son testimonios claves por cuanto se trata de tres mujeres que de alguna forma terminarían desenmascarando al tramposo. Ahora bien, en esa construcción de informe televisivo sobre-producido (el montaje, las breves dramatizaciones, el uso de la música, las entrevistas demasiado producidas) hay algo que no nos permite vislumbrar cuánto de cierto, de real, hay en esos testimonios. Y el peligro es que vuelve un poco falso o poco verosímil todo lo que sucede, pecado mayúsculo de todo documental que se precie de serlo.

Sin embargo, si desmontamos la idea de que estamos viendo algo real, hay que reconocerle a Morris que su película tiene un ritmo endiablado que, precisamente, es el que logra que pasemos por alto muchas de sus manipulaciones. El estafador de Tinder se sigue como un buen thriller, como un film de espionaje internacional en el que seguimos al villano sin nunca poder atraparlo. Y queremos seguir mirando. Que la resolución del conflicto nos deje con un poco de rabia ante la injusticia, es también parte fundamental del por qué esta película protagonizó varias charlas de café. Nada nos da más placer como espectadores que sentirnos menos boludos que las protagonistas y más éticos que el muchacho ese que las estafó.


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