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El pelotón chiflado (1981)



LOS COLIMBAS (Y REITMAN) SE DIVIERTEN

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

La semana pasada murió Ivan Reitman. Fue un grande y uno de los más virtuosos directores de cine cómico que hubo en las últimas cuatro décadas. Pero fue también alguien poco estridente, sin un estilo que se hiciera notar, por eso tal vez su despedida fue en silencio, solo rescatada por algunos fans de la comedia (como quien suscribe) que recordaron sus películas en las redes. Como también se fue apagando bastante en silencio su carrera como director: su última película es de 2014, la estupenda Decisión final, que extrañamente no tiene nada que ver con la comedia (en este siglo dirigió apenas cuatro). Reitman es tal vez uno de esos casos de directores que lograron mucho éxito con varias películas, pero que el espectador medio no logra identificar del todo con ellas: dirigió Cazafantasmas 1 y 2, Gemelos, Un detective en el kinder, Junior. Y hay otras tantas, igual de buenas o mejores, pero que por algún motivo no impactaron en el gran público como tendrían que haberlo hecho. Y pienso en Dave, presidente por un día, que es maravillosa. Claro, también recuerdo que la época de oro de Reitman fue entre los 70’s, los 80’s y la primera parte de los 90’s, un momento histórico para la comedia, género realmente popular en la pantalla grande. Y donde todavía no había que pedir permiso antes de hacer un chiste; tal vez eso tenga algo que ver.

Reitman nació en Checoslovaquia y con su familia se instaló en Canadá. Y de Canadá a los Estados Unidos, como varios de los grandes comediantes del cine y la televisión norteamericana (John Candy, Jim Carrey, Mike Myers, Seth Rogen). Los primeros movimientos de Reitman en el cine muestran su espíritu curioso: dirigió la comedia de horror Mujeres caníbales y produjo Shivers de David Cronenberg, también produjo Colegio de animales y fue vinculándose con la camada de nuevas figuras de la comedia norteamericana, del Saturday Night Live! y de National Lampoon. Hay un dato para nada curioso, tal vez por su condición de inmigrante, de no mirar nunca para atrás y estar siempre pensando en el porvenir, no tuvo en sus películas -como el resto de sus colegas generacionales- una mirada nostálgica. Sus comedias eran puro presente y apuesta por el chiste, incluso si podían disimular cierta especulación científica como en Gemelos o en Junior, que pusieron en la superficie del cine mainstream mucho tiempo antes que los grandes pensadores, y sin pedantería alguna, temas como la genética relacionada con el género, la identidad y los vínculos humanos.

Reitman fue también en parte uno de los que abrieron el terreno para la comedia sexual adolescente, con Colegio de animales, Meetballs y El pelotón chiflado; comedias masculinas y heterosexuales que mostraban mucha teta, como las películas europeas que habían socavado la ingenuidad y el brillo del Hollywood de entonces. Películas que, es noble decirlo, dejaron una herencia bastante nociva en los 80’s (si hasta podríamos decir que nuestra Los colimbas se divierten tuvo como espejo la película de Reitman). Hoy seguramente aquellas películas puedan resultar algo ingenuas, pero por entonces representaron un aire renovador y juvenil, un soplo de aire nuevo en un contexto de viejos vinagres. Las comedias podían mostrar la disgregación de la sociedad norteamericana post Vietnam, como El francotirador o Taxi Driver, pero también regalarnos una cantidad enorme de chistes. Es ahí donde se construye cierta mitología de la comedia norteamericana a la que siempre vuelven el querido Judd Apatow y sus secuaces, ya con el filtro del presente.

El pelotón chiflado es precisamente una síntesis de lo anterior. En una época donde el Ejército norteamericano se había convertido en una humorada recurrente para el cine de Hollywood, Reitman plantea con sus compinches Bill Murray y Harold Ramis una comedia sobre dos amigos un poco sin rumbo (más Murray, clavando las bases de su estilo deadpan, que Ramis) que se alistan en el Ejército para conseguir algo de dinero. Y lo que cuenta es eso, las peripecias de estos chantas sin demasiada moral, pero con ganas de joder y burlarse de todo, mientras construyen un grupo de nobles perdedores. Es como la versión no intelectual (y mejor) de M.A.S.H., que también se sostenía a base de momentos de comedia insertados a la manera de sketches, pero sin la intención de ponerse por encima de nadie ni, tampoco, de disimular su misoginia. Al contrario de la película de Altman, donde las mujeres son objeto de chistes crueles, en El pelotón chiflado P.J. Soles y Sean Young interpretan a dos agentes de la Policía Militar, intereses románticos de los protagonistas, mujeres de armas tomar y decisión, que terminan siendo las heroínas de la película. Posiblemente hasta entonces Reitman filmara de forma un poco inconsciente y a partir del éxito masivo de Cazafantasmas su tono cambiara un poco, aunque nunca su efectividad y timing.

Pero seguramente no era inconsciente cuando en el momento clave de El pelotón chiflado, cuando Murray hace la típica arenga castrense para levantar a la tropa, el personaje reconoce: “Somos todos muy diferentes. Pero no somos espartanos. Somos americanos. Con todas las letras. ¿Saben lo que significa? Significa que a nuestros antepasados los echaron de todos los países decentes del mundo. No somos más que despojos”. Reitman, inmigrante (por partida doble) y comediógrafo, se asume como ese despojo. Y como despojo mismo, no queda más camino que reírse a carcajadas del mundo. Con alguna fallidas y malas, pero con varias películas gloriosas (seguro que mucho más que la media de los directores prestigiosos), Reitman siempre hizo lo que quiso. Y lo bien que lo hizo.


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