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Okupas y las cápsulas del tiempo



Por Juan Boldini

(especial para @funcinemamdq)

“I’ve got sunshine on a cloudy day”.
My girl. Canción de The Temptanions

Las cápsulas del tiempo

Una de mis animaciones preferidas de Looney Tunes es One Froggy Evening. En ella un albañil encuentra en una demolición una caja con una rana cantante. El hombre considera a la rana como la posibilidad de ser millonario, pero será su perdición. Más allá de la trama hay algo del concepto de “cápsula del tiempo” que siempre me llamó la atención.

Una cápsula del tiempo es un recipiente hermético que guarda mensajes y objetos de un tiempo para ser encontrados por generaciones futuras. El concepto existe desde tiempos inmemoriales pero el término fue acuñado en 1939 cuando, durante los preparativos de la Exposición Universal de Nueva York, decidieron enterrar un recipiente de esas características para ser abierto 5.000 años después.

Me parece que lo más interesante de estas cápsulas son los criterios de selección de los objetos que se eligen resguardar para la posteridad. Creo que los criterios de selección hablan más de su época que los objetos en sí.

El 20 de julio de ese año, Netflix desenterró una cápsula del tiempo que llevaba guardada veinte años. Se llama Okupas y es un producto audiovisual único -por muchos motivos tangenciales- y, a la vez, problemático.

Okupas no estuvo disponible para ver en buena calidad hasta ahora debido a que tenía una banda de sonido (con temas de Hendrix, Beatles, Almendra, The Doors, Rollings Stones, Sumo, etcétera) que no podía pagar. Ninguna versión oficial y de calidad aceptable podía circular por internet.

Los destinatarios de esa cápsula del tiempo son personas que cuando salió la serie no habían nacido o eran muy chicas.

“Okupxs”

Después de verla, mi hermana (29) me pregunta si éramos tan machirulos. Si había gente que hablase así, insultándose todo el tiempo. Nadie cree que fuera tan difícil comprar falopa. ¿Todos los varones usaban calzoncillos tipo slip?

Claramente, la serie no resiste la mirada de género. El peor y constante insulto de los protagonistas es el de “puto”. La virilidad está siempre en juego sobre la mesa y el villano se convierte en tal cuando intenta violar al protagonista.

Okupas habla de una amistad masculina, como si los personajes de Cuenta conmigo hubiesen crecido en el conurbano bonaerense. Los roles femeninos no son necesariamente débiles; pero sí secundarios. La historia trata de algún modo de las representaciones de la masculinidad para esa sociedad de fin de siglo.

Ricardo quiere ser “un hombre”. Para eso pelea, se droga, seduce y roba. Pero no le sale bien. Por el contrario, ese viaje iniciático es un camino de ida hacia el desastre. Se encuentra con entornos que le responden siendo cada vez más agresivos. Y si apuesta su vida, queda claro que lo más probable es que pierda.

La Inca encuentra intertextualidades con dos textos fundacionales de la literatura nacional. El matadero y la violación como sojuzgamiento en la lucha entre cultura y barbarie. Y el Martín Fierro y la agresión dialéctica de hombres marginales que están siempre cerca del duelo a muerte.

Okupas y las crisis

Okupas retrata una crisis, la de fin de fin de siglo, y es resucitada por otra, la pandemia. Con la dificultad de producir contenidos nuevos, las plataformas de streaming buscaron viejas producciones. Y así como HBO le permitió a Zack Snyder reeditar The Justice League; Netflix remasterizó Okupas y le dio una nueva banda sonora.

La casualidad o el destino, la han hecho un interlocutor válido de los ánimos enardecidos. Se estrenó en octubre del año 2000. Y si bien fue filmada un año antes del estallido de diciembre del 2001, retrata el ánimo colectivo que se cristalizó en el “Argentinazo” del 19 y 20 de diciembre. Su estética despojadísima combina perfecto con el momento.

El guion se reescribía minutos antes de filmar, las locaciones eran reales y no decorados, los planos de la calle eran filmados sin que la gente supiese que estaba siendo filmada y muchos de los actores no eran actores, sino personas haciendo de sí mismas.

Okupas es el primer producto televisivo que refleja la estética del Nuevo Cine Argentino. Una corriente renovadora que fue una especie de neorrealismo surgido a finales de los años noventa mientras la argentina neoliberal se encaminaba a su clímax final.

En los noventa se pasó de un sentimiento de confort y un paraíso del consumo globalizado, a una bomba de tiempo de exclusión económica y social. El director de Okupas, Bruno Stagnaro, codirigió en 1997 Pizza, birra y faso, una de las primeras respuestas audiovisuales a la creciente crisis.

La secuencia inicial de Pizza… es un fresco de la época. En ella unos planos temblorosos establecen una mirada sin sujeto que observa las distintas manifestaciones de lo marginal desde atrás de la ventana de un taxi. Se intercalan los nombres de los actores sobre placas negras. Finalmente, dos hombres entran al taxi y roban al pasajero. Este es abandonado al costado de una autopista. Un avión despega. Con ustedes, los noventa.

Okupas inaugura una estética y un modo de producción. Pero para que esos rasgos técnicos epocales puedan trascender el tiempo, es necesaria una estructura narrativa sólida. Lo cual nos lleva a un aspecto central: de qué habla Okupas.

Trascendencia

Según el canal Now you see it todas las películas de 1999 se parecen. Lejos de las crisis del tercer mundo y sin esperar los hechos del 11 de septiembre de 2001, en EE.UU. el problema era el aburrimiento. Abundan, entonces, las películas donde las oficinas de cubículos operan como prisiones modernas: Matrix, El club de la pelea o Belleza Americana.

Algo de esa monotonía y falta de horizontes se ve también en Okupas, pero en un entorno social al borde de la explosión. En la secuencia inicial, se intercalan planos de un desalojo violento; con imágenes de Ricardo, durmiendo hasta tarde mientras su abuela limpia y se queja de su nieto.

Okupas está atravesada por numerosos conflictos externos. Pero no fue hasta que leí la reseña de Letterboxd de un ex alumno de veintitrés años (que esperó diez pacientes años para verla en buena calidad), que entendí el conflicto interno de Ricardo.

“Lo mejor de este personaje es su constante choque entre la empatía que maneja y su deseo de pretender que no la tiene”.

Ricardo está anestesiado o desearía estarlo. Quiere no sentir. No quiere estudiar, no quiere trabajar, quiere ver si la cocaína lo inspira o la adrenalina de robar le da vida. Pero nada funciona y cada fracaso lo despierta como un baldazo de agua fría, que le recuerda que está más cerca del abismo.

“…(esa tensión) se resuelve en el último encuentro que tiene con el negro Pablo, que es quizá de los mejores desenlaces y hamartia que vi”.

Ricardo finalmente siente. Ya no será la misma persona. El costo es grande. Y, como corresponde a una obra maestra, la historia se clausura sin posibilidad de final feliz ni secuela.

Los planos finales que aún hoy, en HD, se ven feos; son un cierre formalmente impecable para la trama. Mientras, suena My girl en la versión de los Rollings. El único tema internacional de la banda de sonido original que se mantuvo: I’ve got sunshine on a cloudy day

El corte final es abrupto. Son pocos los que logran esquivar las lágrimas.

¿Para qué sirve Okupas?

Para los que la vimos en vivo, Okupas fue una referencia constante, fuente de chistes frases e imaginarios discursivos. Cuando estudié cine soñaba con escribir algo parecido. Una historia cruda donde se respirase el tono de un tema de Los Redondos. Si bien -obviamente- no lo logré, tampoco dejé de intentarlo.

Hoy, que mis amigos rolingas están pelados y yo intento conjugar bien el lenguaje inclusivo, es hermoso ver cómo alguien descubre y analiza, algo que amé de modo irracional. El tiempo dirá si, como la rana cantora de Looney Tunes, es maldición o hallazgo.

Por lo pronto, la inexorable búsqueda de identidad de un ser que no sabe cómo relacionarse con una realidad en llamas, parece no perder actualidad.

Tener empatía duele. Ayer y hoy.

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