No estás en la home
Funcinema

Space Jam – El juego del siglo (1996)



EL (FALLIDO) SHOW DE MICHAEL JORDAN

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Vista a la distancia, cuesta entender por qué Space Jam – El juego del siglo ha cosechado y mantenido una adoración y culto dentro del espectro del cine infantil, a tal punto que ha permitido que se ahora se haga una secuela. Más aún porque recuerdo todavía la decepción que provocó -a mí, pero también a muchos espectadores más- en el momento de su estreno. ¿De dónde sale esa nostalgia? ¿Qué la respaldaba? ¿O será que, más que la película, se extraña a la representación del básquet que encarnaba en el cine?

Porque la verdad que el encuentro que promovía el film entre Michael Jordan y los Looney Tunes no era tal. Lo que prevalecía era el homenaje prácticamente adoratorio al estrellato de Jordan, al cual acompañaban -en roles obviamente secundarios- otros notables jugadores como Larry Bird, Patrick Ewing y Charles Barkley. No había una real convivencia entre mundos y perspectivas: Bugs Bunny y sus amigos eran meros acompañantes, criaturas que aportaban una marca y un prestigio determinados, pero no las estéticas que representaban. La anarquía pura que solían transmitir las creaciones de Chuck Jones quedaba domesticada y silenciada en un film ordenado y predecible, correcto a más no poder.

Quizás una parte de la respuesta para estos resultados pasara por la misma trayectoria del proyecto y el accionar de sus responsables. Por ejemplo, en los créditos figura como director Joe Pytka, aunque los rumores indicaban que solo se ocupó de la parte animada de la película y que el verdadero realizador terminó siendo Ivan Reitman, que sin embargo solo figura como productor. Igual queda la duda de por qué Reitman, que venía de hacer grandes comedias como Un detective en el kínder, Presidente por un día y Junior, hizo una película tan tibia y superficial, pero no hay que olvidar que luego haría films mediocres como Un papá de sobra y Seis días y siete noches, para luego redimirse con Evolución. Tampoco hay que dejar de lado el rol ocupado por Jordan, que en ese momento era prácticamente un dios del deporte global y que en buena parte de la trama hace notar el poder y capacidad de control que tenía: particularmente hacia los últimos minutos, todo se convierte en una apología de su vuelta al básquetbol después de un retiro momentáneo y un paso fallido por el béisbol.

Sin embargo, por fuera de las especulaciones, lo que queda es lo que se ve en pantalla. Y ahí se ve un film banal y facilista, que solo recurre a los lugares que permitan el aplauso fácil y que confía en exceso en la adoración acrítica del público. Era un film ya viejo y cansado desde su mismísimo estreno, desde múltiples aproximaciones. Por un lado, porque no ponía a los Looney Tunes o Jordan a hacer algo nuevo, sino a repetir trucos viejos y gastados. Por otro, porque palidecía frente a la creatividad de películas previas o contemporáneas: recordemos que en la década previa se había estrenado ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, pero también que el año anterior había llegado Toy Story, ese mismo año se lanzaba El jorobado de Notre Dame y el año siguiente se estrenaría Hércules. Estamos hablando de películas que, aún con sus fallas o desniveles, eran innovadoras, creativas, imaginativas y arriesgadas. En Space Jam – El juego del siglo no había riesgo alguno, solo guiños y piruetas conocidos.

Si Space Jam – El juego del siglo era más un show de Jordan en detrimento de los Looney Tunes, lo cierto es que tampoco estaba hecho a la medida de su estrella y fallaba en su propósito. Es que si había algo en que podían parecerse Jordan y los Looney Tunes era en cómo, en distintos territorios, encarnaban lo caótico e inesperado. Jordan era una figura única en el básquet a partir de su capacidad para cambiar la ecuación de cualquier partido con jugadas espectaculares, fuera de norma, al igual que los Looney Tunes en la animación. Pero en Space Jam – El juego del siglo él también estaba domesticado, a pesar del poder que detentaba en ese momento. Y eso refuerza la pregunta sobre por qué tanta nostalgia, si en verdad se evoca algo que nunca fue. Porque para divertirse, para pasarla bien en serio, mejor mirar los cortos dirigidos por Jones o los videos de los partidos de Jordan.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.